Como el octavo país más extenso del planeta, nuestro país concentra una diversidad natural, climática, geográfica y cultural que le permitió convertirse en un destacado productor vitivinícola. Si bien durante las últimas dos décadas el Malbec -destacado entre todos los vinos de Argentina- fue la bandera que le facilitó conquistar millones de paladares en el mundo, el principal productor de vinos del hemisferio sur propone, además, una diversidad atractiva en materia vínica.
Argentina posee un rico patrimonio vitícola que cuenta con las principales cepas, así como también con un valioso grupo de variedades nativas. Mientras que su geografía cobija algunos de los viñedos más altos y algunos de los más australes del mundo, los estilos de vinificaciones que desarrollaron algunas bodegas permiten interpretarlos en un sentido único.
En pocas palabras, Argentina puede parecer un país que se sintetiza en Malbec, cuando en verdad el vino más famoso es uno más de los que se pueden conseguir en el país. Puestos a recorrerlo, Argentina es sinónimo de diversidad.
Vinos de Argentina, mil posibilidades
Imposible pensar en vinos de Argentina sin imaginar un viñedo con los picos nevados de la Cordillera de Los Andes de fondo. Esa postal es propia de Mendoza, la principal región vitivinícola que ofrece el 70% de todo lo elaborado en el país.
Sin embargo, la vid se cultiva desde hace más de tres siglos en diferentes regiones de este vasto territorio. A los viñedos con los picos nevados hay que sumarle otros paisajes: los desiertos de altura con cardones en el Norte del país; los viñedos perdidos en los valles centrales de Córdoba, donde los zarcillos se trepan al espinoso bosque nativo; o, más al sur, las pocas hileras de vid de la Comarca Andina, en Patagonia, contrastan con los frondosos bosques de coihues y cipreses.
De hecho, Argentina cuenta con viñedos en al menos catorce de sus veintitrés provincias, lo que da lugar a cuatro clusters vitícolas: Región Norte, Región Cuyo, Región Patagonia y Región Atlántica.
Cada una de estas regiones tiene sus propias características geológicas y climáticas singulares. Estudiadas al detalle por winemakers, agrónomas y agrónomos con inquietudes, definen la identidad de los vinos en un marco de pureza natural. Una suma de diversidades que entusiasma tanto a locales como a expertos que llegan de diferentes rincones del mundo.
Diversidad genética
Entre 1860 y 1910 Argentina recibió unos 6 millones de inmigrantes europeos. Venían con el paladar y los secretos esenciales de la enología, mientras que incorporaron un parque varietal de múltiples destinos. De hecho, en el catastro vitivinícola hay registros de 167 varietales plantados en el país.
De esas, algunas ganaron fama, como sucede con el Malbec y las bordelesas en general, mientras que otras quedaron en un olvido del mercado, como sucede con Cordisco o Graciana. Pero más allá del éxito comercial, un abanico de uvas tan extenso es un pulmón de innovación e investigación. Sea para cortes o vinos varietales, ese patrimonio es la clave para tener la diversidad de oferta del país. Con un plus que aprecian los expertos: además de que la genética es prefiloxérica, están plantadas a pie franco.
Puestos a analizar en detalle, el Malbec representa un 22% (43000 ha) de la superficie total de viñedos, seguido de Cereza con 12% (27200 ha), una uva criolla, y a continuación Bonarda 8,5% (18500 ha), también conocida como Charbono o Corbeau. Ahí hay un 40% de la superficie, mientras que las 25 variedades que siguen y que están plantadas con más de mil hectáreas cubren el 53% restante.
En orden decreciente las más famosas: Cabernet Sauvignon, Criolla Grande, Syrah, Pedro Ximénez, Torrontés Riojano, Chardonnay y Moscatel por mencionar algunas.
Esa amplitud ofrece hoy una cantera creativa para profesionales de la vitivinicultura que trabajan con foco puesto en las cepas blancas de alta calidad, en tintas como Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Pinot Noir mientras que se ha logrado recuperar un patrimonio de cepas Criollas. De hecho, Pedro Giménez y Torrontés Riojano criollas son cruzamientos que tuvieron lugar entre las primeras cepas viníferas cultivadas en tiempos coloniales.
A la fecha, los técnicos en ADN tienen identificadas al menos veintidós variedades de uva nativas de Argentina, casi todas descendientes de Listán Prieto y Moscatel de Alejandría introducidos por los monjes Jesuitas durante el siglo XV en el continente americano.
Pero a la vez, estilos como los espumosos – Argentina es el principal productor de vinos espumosos del Nuevo Mundo – posicionan a los viñedos de montaña como el futuro de las burbujas en un mundo cada vez más azotado por los cambios climáticos.
Orgánicos y bios
Otra vertiente que viene cobrando fuerza son los vinos orgánicos y biodinámicos. Gracias a las condiciones naturales y al trabajo de los equipos técnicos, cada vez se observa que más bodegas aplican protocolos de sustentabilidad ambiental, prácticas biodinámicas y manejo naturales de los cultivos.
Fue en 2020 cuando se constituyó el primer colectivo de productores en este sentido: los Vinodinámicos, donde intercambian información para apuntalar las prácticas a la vez que promueven las certificaciones. A la fecha son doce bodegas en ese grupo, aunque la superficie con uvas orgánicas está en torno a las 4 mil hectáreas.
Como podrás ver, si creías conocer todo sobre los vinos de Argentina, seguramente algún winemaker esté pensando un nuevo vino que pronto te va a sorprender. Básicamente porque Argentina es una tierra de oportunidades donde una de sus aventuras más fascinantes tiene al vino como protagonista.