Los vinos argentinos se diversifican con variedades italianas

vinos argentinos de variedades italianas

Gracias al patrimonio de viñedos antiguos y a la audacia para explorar nuevos terroirs, crece la oferta de cepas que estaban relegadas o nunca habían sido explotadas. Con éstas, hoy se lucen los vinos argentinos de variedades italianas, un patrimonio que recupera su brillo con originalidad.

Vinos argentinos de variedades italianas: hoja de ruta

El camino hacia una mayor diversidad que recorre el vino argentino es indiscutible. Así como hay bodegas que exploran nuevos terruños o incluso regiones hasta ahora ajenas a la vitivinicultura, otras optan por vinificar variedades que ni el consumidor local ni los mercados de exportación asocian con la Argentina.

En ese contexto, cada vez son más las bodegas que han comenzado a elaborar vinos argentinos de variedades italianas como Sangiovese, Barbera, Ancellotta, Cassavecchia, Verdicchio o Pinot Grigio, entre otras; algunas con historia en el país, pero relegadas en virtud del éxito de las cepas francesas; otras, que hasta ahora nunca habían sido plantadas.

“Vemos un crecimiento en la demanda de varietales no tradicionales, lo que permite a la Argentina explotar su potencialidad en la diversidad que históricamente tiene”, afirma Pablo Navarrete, enólogo de la bodega Vinos de la Luz. Ese establecimiento vinifica Sangiovese para elaborar su Callejón del Crimen Rosé y su Callejón del Crimen Gran Reserva Sangiovese.

Para lograrlo, echó mano a un patrimonio vitícola que es uno de los factores con los que cuentan enólogos e ingenieros agrónomos: “El primer propietario de nuestro viñedo, un inmigrante de origen italiano, fue quien plantó esta parcela de variedad Sangiovese en 1966. Es uno de los más antiguos del Valle de Uco”, cuenta.

“Las cepas italianas aportan una parte fundamental al relato de nuestra historia vitivinícola, hablan de nuestros inmigrantes y del carácter que tuvieron para forjar buena parte de las regiones del vino en nuestro país”, dice Héctor Durigutti, que en su finca Victoria, en Las Compuertas (Mendoza), tiene viñedos de Cordisco (Montepulciano) y Nero D’Avola; con el primero elabora Proyecto Las Compuertas Cordisco.

“Por otra parte, trabajamos con una gran diversidad de cepas italianas del este de Mendoza, Rivadavia, en una de nuestras líneas de vinos, Cara Sucia. Surgen de viñedos familiares plantados en 1947, algunas como Sauvignonese, Barbera o Buonamico utilizadas en cofermentaciónes que integran nuestros blend blanco o tinto, o bien nuestros monovarietales de ediciones especiales, Cara Sucia Sangiovese o el próximo lanzamiento para este año, Cara Sucia Nebbiolo”.

Un caso muy ilustrativo del diverso patrimonio vitícola argentino es el de Corbeau Wines, bodega que emplea el varietal Ancellotta en sus líneas Pixels y Mad Birds: “La descubrimos en 2007, cuando compramos un viñedo en el que la Ancellotta estaba mezclada en un cuartel de Malbec y nosotros no lo sabíamos –relata Francisco Rodríguez, Brand manager de Corbeau Wines–. A través de algunas investigaciones junto al INTA determinamos que era Ancellotta, de la que entonces había sólo 130 hectáreas en la Argentina. En 2008 la fermentamos sola y nos encantó cómo salía”.

Ancellotta, variedad originaria de la región Emilia-Romagna, en el norte de Italia, también es elaborada por Viña Las Perdices en su línea Ala Colorada, dedicada a vinos de variedades poco trabajadas en el país o que se utilizan dentro de cortes sin darle visibilidad a su nombre.

“La Ancellotta se ha usado para cortes con otras variedades de menos cuerpo y estructura, dado que tiene gran concentración y antocianos –cuenta Fernando Losilla, enólogo de la bodega–. Con el tiempo, algunas bodegas hemos comenzado a ofrecer monovarietales, pero con una concentración que no es agresiva, ya que es una variedad de muy buena calidad enológica”.

Nuevos desarrollos

Pero el resurgimiento de vinos argentinos de variedades italianas no solo responde al redescubrimiento y puesta en valor de viñedos añosos. Son muchas las bodegas nacionales que en esta apuesta por explotar la diversidad han importado e implantado variedades italianas, algunas que incluso no estaban presentes en el país. Es el caso de Doña Paula, que plantó Casavecchia –una variedad rara originaria de la zona de la Campagna (Italia), de la que hay solo 100 hectáreas cultivadas en todo el mundo­–, que es uno de los componentes de su blend tinto Doña Paula Altitude Series 1350.

“Comenzamos el cultivo de la Casavecchia hace algunos años, cuando decidimos introducir esta variedad que no estaba presente en el país, por lo cual tuvimos que registrarla y traerla. Habíamos probado unas microvinificaciones hechas por un vivero italiano de esta variedad y nos habían gustado. Nos pareció que tenía un perfil aromático muy especial para ser una tinta”, cuenta Martín Kaiser, subgerente de Viticultura y Enología de Doña Paula.

Otra bodega que también incorporó vinos argentinos de variedades italianas a su porfolio es Escorihuela Gascón, que vinifica la Sangiovese en su línea Escorihuela Gascón; la Barbera, en su línea premium Pequeñas Producciones, y tiene además viñedos de Verdicchio.

“Hace 16 años, la bodega decidió importar estas variedades de Italia, trayendo material seleccionado con una pureza altísima –cuenta Matías Ciciani Soler, enólogo–. Comenzamos un proyecto con tres cepas: Sangiovesse, que se encuentra en todo Italia; Barbera de Asti, de la región de Piamonte; y Verdicchio, de la región de la March. Una vez que empezamos a elaborarlas descubrimos que se habían adaptado de forma increíble a nuestro terroir en Agrelo y decidimos embotellarlas. Con el paso del tiempo, se transformaron en íconos de la bodega”.

La Barbera también ha sido plantada en 2014 en los viñedos que la bodega Stella Crinita posee en Vistaflores (Mendoza). Con esa uva elabora un tinto varietal que cuenta con certificación de vino biodinámico.

La adaptación de las variedades foráneas a los terruños locales ha sido motivo de un arduo trabajo. “Compramos las plantas en Italia en 2011 y no teníamos mucha información sobre la variedad, por lo que decidimos podarla de cuatro formas diferentes. Después de tres años de pruebas concluimos que la poda que mejor se adapta es el cordón pitoneado”, dice Maricruz Antolín, enóloga de Bodega Krontiras.

Ese establecimiento elabora la variedad Agliánico para su etiqueta Doña Silvina Family Selection, que –destaca– da lugar a vinos con buena acidez natural y una paleta aromática (pomelo rosado, mentol) diferente de los varietales tradicionales.

Así como el Agliánico se adaptó al clima mendocino, lo mismo ha ocurrido con otras variedades típicas de Italia. “Nuestra finca está ubicada en el Valle de Uco, una región de la viticultura continental con muy buenas condiciones para el cultivo del Pinot Grigio –dice Andrea Ferreyra, jefa de Enología de Bodega La Celia, que elabora esta variedad en su linea Reserva–; hay un diferencial respecto a las temperaturas que favorecen el desarrollo aromático aquí versus otras regiones del país”.

A los casos de éxito de adaptación del Agliánico, la Barbera o el Pinot Grigio hay que sumar otros vinos argentinos de variedades italianas que hoy dan lugar a etiquetas notables: el Corbina se luce en las etiquetas de la bodega Masi; el Nebbiolo en Ver Sacrum; el Lambrusco en Pumalek; la Glera en Alfredo Roca; y el Fiano en Caelum, por citar solo algunos.

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