Ana Viola es una figura destacada en la escena vitivinícola argentina: es CEO de Malma Wines y Presidenta de la Cámara de Bodegas Exportadoras de Patagonia. Su trabajo y el de su familia han sido claves para el desarrollo de la actividad vinícola en la provincia de Neuquén, especialmente en San Patricio del Chañar, una región que cobró fuerza como otro polo productivo de vinos de alta gama. Hoy, además de dirigir con éxito la bodega familiar, Ana Viola se dedica a proteger y promover los intereses de los productores vitivinícolas en la Patagonia.
Entrevista a Ana Viola
Viendo el presente de Malma, de la región y recorriendo tu historia ¿cómo ves la industria respecto de cuando comenzaste?
Cuando arrancó la región de San Patricio del Chañar fue de una manera explosiva, dándole un nuevo impulso a la Patagonia. Veo con mucho gusto que fueron apareciendo distintos valles productivos en la Patagonia con un perfil parecido. Patagonia es una región geográficamente enorme, con pequeños valles cerca de fuentes de agua. Y si bien tienen características diferentes, todos están en lugares bastante remotos y el viento es un factor clave. Estar lejos de todo hace que emprender acá sea un poco más complicado.
Pero veo que sigue creciendo y eso me gusta mucho. El mapa vitivinícola se va desplazando un poco hacia el sur por cuestiones de cambio climático, por la disponibilidad de agua, entre otras cosas. La Patagonia es una región difícil, rústica en todo sentido, pero le veo mucho futuro.
Hay un conflicto de larga data con una empresa extranjera por el uso de la denominación Patagonia. ¿Cómo se está trabajando el caso desde la Cámara?
Hay una marca extranjera se dio cuenta del futuro que tiene Patagonia como región vitivinícola, y al mismo tiempo, del potencial y atractivo que tiene la Patagonia. Ellos quieren registrar la palabra Patagonia y lanzar vinos elaborados y fraccionados en Chile, ponerles la denominación Patagonia y exportarlos por todo el mundo. Estamos en un juicio en Estados Unidos y tenemos otros frentes abiertos en otros países. Tenemos que oponernos a los intentos de registro por parte de ellos de Patagonia Cono Sur.
Ya les dijimos que es un engaño al consumidor. Si quieren, pueden venir a hacerlos acá y ponerles como indicación geográfica Patagonia, pero no digamos mentiras. Desde la Cámara estamos tratando de defendernos por todos los medios de esos intentos de usurpación. Al registrar la marca podrían incluso generarnos trabas a nuestras exportaciones, con lo cual se ponen en riesgo las exportaciones de toda una indicación geográfica de Argentina.
Por eso es tan importante que no se inunde el mercado con vinos que digan Patagonia y que sea falso, porque somos un porcentaje muy chiquito, menos del 2% de la producción de Argentina, entonces es muy importante mantener ese nicho de mercado y hacerlo crecer.
¿Cuáles son los principales desafíos que tiene Patagonia para consolidarse como marca vitivinícola?
Lograr una mayor conexión entre todos los productores que estamos en la región, mayor interacción con las universidades, con los institutos técnicos, porque hay una diferencia muy grande entre la disponibilidad de profesionales del rubro acá. Desde el punto de vista comercial, juntarnos más y conseguir formas más prácticas para exportar. Hay una deuda pendiente, estamos trabajando no sólo desde la cámara, sino desde distintas entidades como el centro Pyme de la provincia de Neuquén, que hace un muy buen trabajo.
Tenemos que generar arraigo y cultura del vino y el desafío de formar personas que sean de acá. Generar capacitación, puestos de trabajo de calidad, recursos locales para que esto crezca y evolucione. Y desde el punto de vista del consumidor, hay que generar educación, curiosidad para introducir y reforzar a la Patagonia. Argentina tiene vinazos en todos lados, pero hoy tenés que tener un vino de Patagonia en la carta.
Como bodeguera ¿cuál es tu posición respecto de la sustentabilidad en la producción de vinos?
La producción tiene que ir hacia un camino de cuidado del medio ambiente, de cuidado de los alimentos, menos uso de pesticidas o herbicidas. Es razonable que lo que consumimos sea lo más amigable con el medio ambiente posible, ya está visto que como especie somos bastante descuidados y que hay que hacer algo si queremos persistir en el tiempo. Yo soy un poco romántica, me gustaría hacer todo: controlar las malezas con ovejas y cosas que después en la práctica son complicadas o carísimas.
Hace un tiempo escuché a una productora italiana que dijo en realidad los que tendrían que tener aclarar en sus etiquetas serían los que no usen cosas naturales, y no los que hacen todo natural pero tienen que pagar una certificación para probarlo. En Malma venimos implementado el protocolo de sustentabilidad de Bodegas Argentinas, el año pasado hicimos la medición de la huella de carbono en la bodega para ir reduciéndola. Tenemos certificación orgánica del viñedo, estamos elaborando vinos orgánicos y analizando hacer una certificación tipo B de Triple Impacto. Termina siendo un beneficio general: cuidar la Tierra y producir de una manera más amigable.
¿Cómo ves, sobre todo en la región de Patagonia, la incorporación de mujeres en la industria del vino?
Te puedo hablar por Malma: somos mitad y mitad, estamos bien representadas. En esta región, por las distancias y demás, a veces es más difícil ver mujeres en tareas relacionadas al campo o a la parte productiva. También por cuestiones de que el cuidado de las personas sigue estando casi exclusivamente a cargo de las mujeres en la mayoría de las familias y eso condiciona la incorporación de mujeres en determinados puestos. Es algo que va a llevar mucho tiempo cambiar pero de hecho hay un montón de ingenieras agrónomas, enólogas y me parece espectacular.
Ser empresaria en Argentina es…
Cualquier cosa menos monótono. Hay que tener mucha cintura, jamás te da la oportunidad de aburrirte.
El vino argentino en el mundo hoy es…
Es una muestra de nuestro país que amerita ser descubierta o redescubierta. Hay vinos cada vez más interesantes, que muestran la diversidad de todas las regiones de Argentina con una calidad muy sobresaliente. Tenemos el mundo por conquistar. El vino argentino es como un cachorrito de león. Nos queda muchísimo por crecer, tenemos el potencial y lo tenemos que aprovechar, pero necesitamos las condiciones para hacerlo. Es un producto de una calidad excepcional con un valor agregado, tendría que ser una cuestión Estado.