Para la vitivinicultura argentina, la sustentabilidad ya no es una moda o un requerimiento para llegar a ciertos mercados. Seguros de que es la mejor manera de producir vinos de reconocimiento mundial, que preserven las condiciones para las generaciones futuras, cada vez son más las bodegas que cambiaron sus prácticas o ponen en valor algo que ya venían haciendo, con este enfoque en la vitivinicultura sustentable que tiene tres pilares: lo ambiental, lo social y lo económico.
Vitivinicultura sustentable
Hay ejemplos de vitivinicultura sustentable en establecimientos de todo el país. Empezando por lo ambiental, que involucra de manera directa al trabajo en el viñedo, acciones como la vitivinicultura orgánica o la regenerativa, configuran dos movimientos que crecen a un interesante ritmo en el país.
Pero hay otros aspectos involucrados. Por ejemplo, la medición de la huella de carbono y el uso de energías. Bodega Trivento logró, en junio de 2023, la adquisición de los Certificados de Energía Renovable (REC), que compensan el 100% de las emisiones de la energía eléctrica usada en sus operaciones.
“En los últimos 5 años hemos tenido un crecimiento exponencial y cualquiera que forme parte de la compañía podría responder cuáles son nuestros objetivos en materia de sustentabilidad. Cuando tomamos una decisión, ya no se define por cuánto sale, sino que analizamos su impacto socioambiental”, explica Mercedes Álvarez, subgerente de Sustentabilidad de la bodega.
Jorge Romero, agrónomo de Bodegas Etchart, adhiere: el uso del agua es clave. “El cuidado del agua y la utilización eficiente de la energía son dos variables fundamentales. Es muy importante implementar el riego por goteo en el 100% de la finca, para mejorar significativamente la eficiencia en el uso del agua”.
Coincide Luis Reginato, director de viñedos de Catena Zapata, bodega pionera en el área de la vitivinicultura sustentable en Argentina: “Podemos mejorar en todos los aspectos, pero el uso del agua es uno de los temas críticos. Para mejorar se necesitan inversiones y mucha veces escapa a lo que puede hacer solo una empresa”.
El impacto social y el impacto económico
Son muchos los aspectos en los que las bodegas pueden influir y contribuir al desarrollo social de sus comunidades. Las acciones pueden apuntar a la educación de sus empleadas y empleados, a establecer alianzas con escuelas de la zona o enfocarse en lo cultural, trabajando con productores de la zona, por mencionar algunas.
Terraza de los Andes tiene un programa interno de Responsabilidad Social Empresaria, bautizado Emprendiendo el Futuro; uno de sus pilares es la Formación y el Desarrollo profesional, que incluye proyectos de apoyo escolar para colaboradores que no terminaron sus estudios primarios o secundarios y becas FONBEC para colaboradores terciarios y sus familias.
Peñaflor y Bemberg Estate, con Fundación Pescar y a través de la Fundación Bemberg, trabajan -con una escuela secundaria de la localidad de Gualtallary- en un centro de formación para jóvenes y mujeres de la comunidad, que les ofrece las primeras herramientas para emprender e insertarse en el mundo del trabajo, combinando capacitación en habilidades blandas y técnicas, manejo de viñedos, seguridad e higiene y recursos humanos, por solo mencionar algunas.
La bodega Santa Julia sostiene dos centros culturales (Centro Cultural Maipú y Centro Cultural Santa Rosa) que cuentan respectivamente con jardines de infantes, gimnasio, Centro de Educación Secundaria y talleres de costura.
En el aspecto económico, uno de los puntos a destacar es el Comercio justo (Fairtrade), donde se encuentran casos como los de Grupo Avinea; La Riojana Cooperativa; Finca La Celia; Montlaiz; Bodega Alta Vista; El Esteco o Marañón, que ya cuentan con esta certificación, lo que convierte al vino argentino en el principal producto de Argentina en ese rubro.
Un respaldo para los mercados internacionales
De acuerdo a la información proporcionada por Bodegas de Argentina (BdA), una de las cámaras que nuclea a más de 200 establecimientos del país, al 2023 son 172 las unidades certificadas -bodegas y viñedos- con su Protocolo de Sustentabilidad en Mendoza; San Rafael; Salta; San Juan; Neuquén y Río Negro, de las cuales nueve se han sumado en lo que va de este año.
Esta certificación comenzó en 2015, con sólo una unidad certificada (2022 fue el año de más crecimiento, con 58 incorporaciones). Poco a poco creció fue creciendo su popularidad entre los productores y perfeccionando sus competencias, y, aunque se trata de una certificación local, logró ser reconocida por mercados internacionales de los más exigentes en la materia, como los países nórdicos o más recientemente por la Sociedad de Alcoholes de Québec (SAQ) de Canadá, gracias al trabajo conjunto con WofA, clave para lograr este reconocimiento.
¿Cómo es este proceso? Cada bodega o viñedo debe hacer un autodiagnóstico de todos los aspectos del proceso vitivinícola, por cuenta propia o con apoyo externo. Una vez que consideren que alcanzaron los requisitos para certificar, deben elegir una empresa certificadora entre las habilitadas, preferentemente reconocida en los mercados de destino. Esta realiza una auditoría e informa a BdA el resultado; la institución es la que emitirá el certificado que habilita para el uso del logo, autorizado por el INV.
El objetivo es que cada vez sean más las bodegas que logren certificar sus acciones de sustentabilidad. Por caso, Wines of Argentina tiene propuestas para incentivar una vitivinicultura sostenible, diversa e inclusiva, como “Sustenta-Vitis”, el programa integral de sostenibilidad para el Vino Argentino que se desarrolla a través de AL-INVEST Verde con el financiamiento de la Unión Europea.
Una de las líneas de acción es “WofA Sustenta”, que otorga un incentivo económico para que las pequeñas bodegas puedan completar el proceso de certificación orgánica, con la intención de que el proyecto escale y amplíe sus alcances a futuro. Además, se suman “WofA Recupera”, para la valorización de residuos; “WofA Concientiza”, difusión de buenas prácticas y campañas de comunicación; y “WofA Innova”, un desafío de innovación.
La importancia de la certificación
Son varias las certificadoras de sustentabilidad que trabajan con bodegas en Argentina: entre ellas Letis, Oia y Ecocert. Silvina Arias, CRO en Ecocert Argentina, explica que promueven, en materia de sustentabilidad, los programas ROC (Regenerative Organic Certified), Fair for Life, For Life y el Protocolo de Bodegas de Argentina.
La certificación es el pasaporte de ingreso a mercados internacionales, en países como Suecia, Finlandia o Noruega. “Hubo un crecimiento del interés por parte de las bodegas. Ya no solo se pide orgánico, sino programas de sostenibilidad”, explica. “La sostenibilidad es un concepto más abarcativo, no solo incluye lo ambiental, también pone foco en lo social. Y los consumidores cada vez se involucran más y piden vinos que sean producidos de esta manera”, concluye.