Son raros los casos en los que el futuro se adelanta. Más en el mundo del vino, donde la tradición marca el compás de los tiempos. La DOC Luján de Cuyo (Denominación de Origen Controlada Luján de Cuyo), sin embargo, es un caso perfecto de esa paradoja temporal.
La DOC nació en 1989 con la idea de proteger un patrimonio que estaba en retroceso: los buenos viñedos de Luján de Cuyo, y en particular los de Malbec, en retracción constante desde la década de 1970. La visión de aquel puñado de productores era luminosa y diáfana como una mañana: si no hacían nada por sostener un patrimonio vitícola que venía en declive, más temprano que tarde lo lamentarían. Fue entonces que, en 1999 y de la mano de Chandon, Lagarde, Luigi Bosca, Nieto Senetiner, Norton y Otero Ramos, se impulsó la idea de una Denominación de Origen para Luján de Cuyo.
“Quienes crearon la D.O.C. Luján de Cuyo fueron realmente unos visionarios y adelantados en el tiempo. Es fundamental reconocer en quienes trabajaron y trabajan en esta Denominación de Origen un interés supremo de preservar y poner en valor los viejos viñedos de Luján de Cuyo. El hecho de que exista una D.O.C. protege a los productores, ya que jerarquiza la zona en la que están sus cultivos; al patrimonio nacional, preservando y poniendo en valor viñas antiguas, y al consumidor, quien tiene garantizada la calidad e identidad del producto que adquiere”, asegura Roberto de la Mota, actual Presidente de la D.O.C.
DOC Luján de Cuyo
En 1991 salieron los primeros Malbec DOC Luján de Cuyo al mercado y establecieron la primera DOC del continente. Entonces adelantaba nada más que unos 30 años respecto al negocio del vino. ¿Cómo? Sencillo: en la década de 1990 Argentina empezó a exportar vinos y el Malbec se reveló como la llave maestra de ese proceso, pero también como una variedad independiente de su origen. Los consumidores se enamoraron del Malbec a secas y la región quedó en un piadoso olvido por unos años.
Pronto se verificó otro cambio. Desde el año 2000 en adelante, se empezó a plantar Malbec en todas partes: desde Agrelo, en Luján de Cuyo, hasta Altamira y Gualtallary en Valle de Uco. La fiebre del Malbec empujó las hectáreas, desde las 10.000 que habían encendido la alarma de los productores, a más de 46.000. Y poco de lo que se plantó tenía que ver con la propuesta de la DOC. Al menos a simple vista.
Luján tenía una propuesta
Ahí es cuando el pasado demostró ser un paso hacia el futuro. En la confusión estilística que siguió a la explosión del Malbec, con vinos delgados y jugosos, vinos especiados y voluptuosos, tintos profundos y con textura de tiza, volvió a dibujarse un perfil claro desde el punto de vista gustativo. El Malbec de Luján ofrecía un lugar constante entre fruta madura, terciopelo y buen volumen en boca.
La DOC, entre tanto, durmió el largo sueño de los preclaros. Sólo un puñado de productores sostuvieron sus vinos DOC en el mercado. Razones no les faltaban. Tanto Norton como Nieto Senetiner, Lagarde y Luigi Bosca, bodegas fundadoras, vendían sus Malbec DOC en el mercado doméstico, apalancados en el peso de la historia, el prestigio y la gracia de un estilo.
Pero una paradoja temporal es, ante todo, algo insólito. Y ahora, al cabo de una revolución y media en materia estilística para el Malbec, la DOC venía a cumplir su cometido a destiempo pero con plena razón: un lugar, un estilo, un sabor podría ser un mantra. Entonces, fueron los productores los que decidieron reflotarla. Si al comienzo de los años 90 fue una movida de propietarios de bodegas comprometidos con un patrimonio, la segunda vuelta fue la de los técnicos, enólogos y agrónomos, en busca de una definición estilística.
La DOC había planteado una pregunta fundamental cuando nadie soñaba con una respuesta. Además de proteger los viñedos como su objetivo inicial, también había puesto sobre la mesa la capacidad de una región para definir un gusto. Si la primera parte de la premisa se cumplió con creces, la segunda encontraba finalmente su revancha.
Como explica Walter Bressia, enólogo de Bodega Bressia: “La Denominación de Origen Controlada nace con el objetivo de darle un lugar de privilegio en la vitivinicultura mundial al Malbec, que se producía de manera natural en estas tierras. Buscamos darle un perfil distintivo al varietal, que actualmente está cosechando elogios en todo el mundo”.
¿Qué es un Malbec DOC?
El Malbec de los viñedos autorizados de Luján de Cuyo, con viñas de más de 10 años, plantadas a un mínimo de 5000 plantas hectáreas y con rendimientos de 10 toneladas por hectárea máximo, con una crianza de al menos un año en barrica y dos antes de salir a la venta –tal como dicta la DOC– ahora ofrece un lugar gustativo seguro.
Se sumaron nuevos productores, como Bressia, Casarena, Mendel, Vistalba y Trivento a los seis fundadores y comenzó a perfilarse la nueva vida de la DOC: además de proponer un vino de nivel regional, ahora va por los vinos distritales.
Paula Pulenta, de Bodega Vistalba, explica: «Formar parte de la DOC Lujan de Cuyo en Bodega Vistalba nos genera optimismo y el orgullo enorme de poder compartir a través de la variedad que nos representa en todo el mundo, el Malbec, las características de nuestro terroir y de nuestra forma de elaborarlo. Es profundizar y afirmar un concepto que, en una industria tan competitiva, consideramos una distinción muy importante».
Otros productores están en proceso de ingreso.
En el mediano plazo, veremos que los nuevos DOC dan cuenta, además de Luján de Cuyo, de los distritos de Luján como Las Compuertas, Drummond, Perdriel o Agrelo. Razones no faltan: cada una de esas apelaciones, ahora también reconocidas por la ley, tiene chances de ofrecer su propio sabor.
Es que si algo se aprendió en la década de 2000 es que los terroirs, cuando más acotados, más precisos en su expresión. Esa es la enseñanza de Uco, que hoy ofrece vinos de parcelas y segmentaciones de suelos.
Y esta enseñanza encuentra un terreno muy fértil en Luján, ya que la matriz de suelos de cada distrito es diferente, aún cuando al no haber grandes diferencias de altura el clima es el mismo: en las márgenes del Río Mendoza, como en Las Compuertas, Vistalba y Perdriel, gravas de diferentes tamaños con arcillas y limos; al sur del río, arcillas en profundidad, como las que se encuentran en Agrelo; hacia el este, suelos más cortos y pedregosos, con la excepción de las Sierras de Lunlunta, que son una unidad en sí misma.
Y así, una geografía que se refleja en los vinos, ahora encuentra una reglamentación útil para que hablen de sus orígenes. Y la DOC profundiza su mensaje hacia el futuro.