El Día Internacional del Sauvignon Blanc que se celebra esta semana (más precisamente, el primer viernes de mayo) llama la atención sobre un varietal que destaca cada vez más en el firmamento de las variedades blancas. En la Argentina, la búsqueda de zonas frías por parte de viticultores, enólogos y bodegueros hoy se traduce en vinos blancos que brillan por su frescura, pero también por la personalidad que aportan los muy diferentes terroirs de donde provienen, y que los distinguen de los Sauvignon Blanc del mundo.
Día Internacional del Sauvignon blanc
“En los últimos años se ha puesto mucha atención al lugar donde están plantadas las viñas, ya sea en zonas frías debido a la latitud o en zonas de altura, pero en ambos casos buscando esas noches frías que confieren al vino una acidez natural”, afirma Marcelo Yagüe, propietario de la bodega patagónica Casa Yagüe, que elabora Sauvignon Blanc en Trevelin, provincia de Chubut, a 43° de latitud sur.
Vinos elegantes y expresivos, pero por sobre todo dotados de una gran frescura, esa es la característica que hermana a los modernos Sauvignon Blanc argentinos. Y mientras algunas bodegas apuntan al sur en esa búsqueda, otras optan por plantar en zonas cada vez más altas, como es el caso de uno de los hotspots del Sauvignon Blanc argentino: el Valle de Uco, en la provincia de Mendoza, ubicado más al sur de tradicionales zonas vitivinícolas como Luján de Cuyo, y con viñedos que trepan hasta los 1700 metros de altura sobre el nivel del mar.
“En el Valle de Uco, y particularmente en Gualtallary, obtenemos un vino blanco que tiene un perfil mineral que está más emparentado con los del Valle del Loire (Francia), pero a un precio más atractivo. Son vinos que se diferencian claramente de los Sauvignon Blanc de perfil tropical que alcanzan su mejor expresión en Nueva Zelanda. De hecho, no vemos que este perfil tropical se acomode a las condiciones de las regiones argentinas”, comenta Eugenia Luka, de Finca Sophenia, bodega cuyos viñedos se encuentran en Gualtallary, Valle de Uco.
La paradoja de la calidad
El avance del Sauvignon Blanc en las preferencias de los consumidores se enmarca en una situación paradojal que viene afectando -en general- a los vinos blancos de la Argentina desde la última década: al tiempo que disminuye la superficie de viñedos plantados con variedades blancas, se incrementa su calidad e incluso el interés que despiertan en los mercados internacionales.
“En la Argentina, el Sauvignon Blanc creció mucho en los últimos 10 a 12 años, porque hoy estamos ofreciendo un vino de gran tipicidad, por lo que hasta incluso nos animamos a competir con otros más reconocidos internacionalmente. Creo que hay una evolución en el Sauvignon Blanc, y vemos cómo hoy la gente joven encuentra atractiva esta variedad que va ganando, paso a paso, su lugar entre las cepas blancas más tradicionales”, argumenta Fabián Valenzuela, enólogo de las bodegas Wapisa y Tapiz.
Como muestra el último informe sobre esta variedad elaborado por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) de Argentina, el Sauvignon Blanc ocupa el cuarto puesto en el ranking de los vinos varietales blancos más exportados, luego del Chardonnay, el Torrontés Riojano y el Pinot Gris. En la actualidad, sus destinos principales son los Estados Unidos y el Reino Unido, seguidos por Países Bajos, Brasil y México.
“Durante décadas, el vino blanco argentino no ha estado puesto en valor como corresponde”, sostiene Marcelo Yagüe, de Casa Yagüe. “Pero creo que en los últimos años esto ha ido cambiando, y está empezando a haber vinos de Sauvignon Blanc con mucha presencia y con mucho carácter, como para poder competir en igualdad de condiciones con los grandes Sauvignon Blanc del mundo”.
Pero ¿qué perfiles ofrece hoy el Sauvignon Blanc argentino? “Si los tuviera que diferenciar de alguna manera, podemos hablar de los clásicos y de los disruptivos”, responde Miriam Gómez, gerenta de Producción y Enología de la mendocina Bodega Antigal. “Los clásicos tienen una estructura, un volumen y un carácter salvaje tradicional, pero después tenemos Sauvignon Blanc muchos más frescos y refrescantes. E incluso un Sauvignon Blanc que se presta para hacer vinos sin filtrar o vinos muy poco tradicionales. Pero en todos los casos, se trata de una variedad que no pierde su carácter único, irrepetible o que le da la identidad”.
“Claro que no vamos a encontrar el carácter vegetal o el carácter de arvejas o espárragos que tiene Chile, ni vamos a encontrar la voluptuosidad que tienen los franceses, ni la ligereza que tienen los neozelandeses. Lo que buscamos es un Sauvignon Blanc bien argentino, que tenga una composición tal que nos identifique como país”, agrega.
Terroir y modernas técnicas de vinificación
Con 1830 hectáreas de viñedos distribuidos de norte a sur en 16 provincias argentinas (por lejos, la que mayor superficie posee es Mendoza, con el 76%), el Sauvignon Blanc ofrece una gran diversidad de perfiles que responden a los muy diferentes terroirs en donde se cultiva esta variedad.
“El Sauvignon Blanc ha llegado hasta zonas muy altas, como Las Carreras, en Tupungato; ha llegado a lugares muy bajos, como la parte de la costa de Chapadmalal, provincia de Buenos Aires; también a zonas del norte y del sur argentino, y los enólogos hemos tratado permanentemente de incursionar en técnicas como para poder exacerbar ese carácter particular de cada uno de los lugares donde se planta esta variedad”, también destaca Miriam Gómez.
En los últimos años, hay regiones que han comenzado a destacarse en su elaboración, como el mencionado Valle de Uco, al mismo tiempo que han surgido regiones emergentes, muchas de ellas en la Patagonia. Es el caso por ejemplo de Trevelin, en Chubut, que incluso ha sido reconocida con una Indicación Geográfica propia.
“La frescura para los vinos que muchos productores, viticultores y enólogos buscan en las zonas altas, aquí se da naturalmente por latitud”, cuenta Marcelo Yagüe. “Su clima frío, con heladas y todas las noches frías, ofrecen una alta concentración de aromas y sabores. La característica que vamos a tener en los vinos de Trevelin es bajo alcohol (11,5 o 12,5%, como mucho), con acidez muy balanceada, aromas florales y con mucha fruta típica de las zonas frías. Son vinos con notas verdes muy sutiles, muy agradables, lejos de las arvejas y los espárragos”.
El Sauvignon Blanc también se cuenta dentro del fenómeno de los vinos atlánticos. Con una tradición vitivinícola más asociada al desierto de los valles cordilleranos, muchas bodegas argentinas están explorando con excelentes resultados la producción en tierras aledañas al Océano Atlántico. Es el caso de la bodega Wapisa, cuya finca Los Acantilados, en la provincia de Río Negro, se encuentra a tan sólo 30 kilómetros de la costa Atlántica.
“Nuestros viñedos se encuentran en Patagonia, muy cerca del mar Atlántico. Esa influencia marítima les otorga a los vinos una gran complejidad de aromas y sabores”, señala el enólogo de Wapisa, Javier Valenzuela.
“Hacemos cosechas en distintos momentos de madurez. Con la cosecha temprana logramos los aromas más vegetales/herbales (notas de jalapeños, pimientos verdes, espárragos, pasto, estragón), con una nota posterior obtenemos aromas más maduros (notas cítricas, como el pomelo), y en una tercera logramos aromas como el maracuyá. Todo este gran abanico de aromas, luego ensamblados, da lugar a vinos que son intensos y complejos a la vez”, describe.
En síntesis, concluye Miriam Gómez, de Antigal, “En los últimos años hemos ampliado nuestro conocimiento en el manejo de la variedad, justamente arriesgándonos a plantarla en lugares menos tradicionales y buscando estudiar el desarrollo de la variedad en distintas zonas, acompañándola con un manejo en bodega acorde para que ese Sauvignon Blanc se pueda expresar de la mejor manera y relacionar la variedad con su lugar de origen”.
