La vieja nueva Argentina: vinos de otro tiempo para beber hoy

La vieja nueva Argentina: vinos de otro tiempo para beber hoy

Al noruego Björn le gusta el vino, es un consumidor atento. Tanto, que ha notado que la góndola de Argentina es más chica que la de sus posibilidades. Sin embargo, la primera vez que Björn oyó hablar de bodegas centenarias en Argentina pensó que se burlaban de él.

Su razonamiento no es equívoco. Argentina ocupa un rincón del hemisferio sur, donde países como Australia, Chile y Nueva Zelanda despertaron al vino en la década de 1980. No obstante, Björn tiene oportunidad de probar en una parrilla de Palermo, Buenos Aires, unas raras cosechas 1963 de vinos como Montchenot o Saint Felicien, que este año festeja su cosecha número 50 en el mercado. No sin cierto asombro, Björn, que habla algo de castellano, lee en otros marbetes: “Perdriel Centenario”. Y entonces pregunta: “¿Es que esta bodega estaba aquí hace cien años?”.

Para los consumidores de vino del mundo, Argentina es un país raro de entender. Parece nuevo, pero no lo es. Hace vinos modernos, pero no es nueva. Y para sumar aun un grano más a la confusión, ofrece algunos nombres de vinos en francés o en italiano propios de otra época.

Tiene razón quien se sienta desconcertado. Porque si bien es verdad que todo lo que se conoce de Argentina puertas afuera es su modernidad, puertas adentro conviven en la góndola varias capas —estratos, diría un estudioso del suelo, hoy tan de moda en el vino— de estilos históricos. Para tener una idea de cada una, las detallamos a continuación.

Pasado remoto

Bodegas como Goyenechea, Trapiche, Norton o Escorihuela, entre una veintena, llevan más de un siglo haciendo vinos. Con el tiempo, algunos de ellos resultaron tan emblemáticos, que sus marcas perviven a pesar del paso de los años. Por supuesto, el estilo de ciertos vinos fue mudando notablemente. En otros casos, mucho menos.

Ejemplo perfecto de ello es Bodega López. Ya en la década de 1930, se había puesto como norte elaborar vinos de estilo nuevo (para entonces) y había incorporado tonelería y métodos para generar largas crianzas en bodega. Y así, en parrillas y restaurantes de Buenos Aires, pero también de la costa atlántica y de muchas ciudades del interior de Argentina, se pueden beber vinos de estilo clásico como Montchenot 15 y 20 años.

Como López, vinos old fashioned que conviven en la góndola argentina son Cepa Tradicional, de Bodega La Rural; Weinert Merlot, criado en toneles; y los vinos retro como Finca La Anita Línea Tonel. No son los únicos, pero sí los que pueden dar una idea.

Pasado cercano

Hay otros vinos que fueron de lo más moderno hacia la segunda mitad del siglo XX. Los primeros, por así decirlo, que atinaron a buscar un estilo más cosmopolita, dentro de cierta tradición local. De esas líneas, la mayoría nació como un tributo a la historia de las bodegas.

Destacan dos ejemplos cabales. Perdriel Centenario, que conmemora los primeros cien años de Bodega Norton, y Trapiche Medalla, que fue lanzado a comienzos de los años ochenta para celebrar el centenario de la bodega. Cada una de estas líneas, como sucedió con Goyenechea Centenario, por ejemplo, luego fueron mutando de estilo de vino y de estética.

Mención aparte merece una etiqueta como Fond de Cave, que no se consigue fuera de Argentina. Es la que lleva más tiempo activa en la góndola local, con más de cien años de ventas y consumo. Por supuesto, el concepto original del vino se perdió en el pasado y hoy es una marca moderna y sofisticada. Pero conviene recordar que hace un siglo también era ícono de sofisticación y modernidad.

El presente continuo

El grueso de la góndola contemporánea, sin embargo, es más bien reciente. Hablamos de unos 15 o, a lo sumo, 30 años atrás. Todo comenzó en la década de 1990, cuando la industria del vino argentino necesitó empezar a exportar para conseguir nuevos consumidores. Por eso, no es descabellado que Björn, en su Noruega natal, tenga una imagen new fashioned de Argentina. Porque, en efecto, estos vinos configuran una oferta de estilo internacional.

Es importante tener en cuenta, sin embargo, que en una vinoteca de Mendoza, Buenos Aires o Rosario, por mencionar tres ciudades grandes, se consiguen más estilos de vinos que los que hay en una de Ohio, Amberes o Düsseldorf. Algunos de ellos, como los modernistas Ji Ji Ji, Hey Malbec! o Tinto Negro, son el resultado de una observación aguda de este doble fenómeno: por un lado, la capacidad del terroir local para dar vinos más sueltos, de cuerpo medio y sabor profundo; por otro, la durabilidad en el tiempo de esos estilos que cautivaron a generaciones de argentinos y que ahora vuelven a enamorarnos.

Algo que Björn también comprueba en su copa. Como consumidor atento, planea viajar a bodegas de Mendoza para recorrerlas, dice mientras termina su ojo de bife. Pero asegura que no buscará solo la modernidad de los tintos voluminosos y potentes. Además quiere probar botellas añosas, recorrer galerías con toneles renovados y hacerse una idea del futuro amplio que hay más allá de la conocida copa con tintos world class.
Luce entusiasmado, contento. Se diría que le picó el bicho de la diversidad y que va por más.

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