Hay una generación de enólogos que está empujando los límites del vino argentino. Algunos investigan el terroir, otros avanzan sobre estilos y formas de elaborar. En el quinto productor mundial, las fronteras están en plena expansión.
Los winemakers no solo se acostumbraron a explorar absolutamente todas las cepas, de Malbec a Garnacha y de Cabernet Sauvignon a Monastrel, sino también cada forma de hacer vino. Entre ellas, la elaboración de los vinos naranjos en Argentina (que son aquellos que se hacen con uvas blancas fermentadas y maceradas con sus pieles) prendió como una tendencia pequeña aunque firme.
Vinos naranjos en Argentina
Así, nació una categoría novedosa para los argentinos y se renovó la innovación de estilos. Es una posibilidad que se debe agradecer a la libertad enológica argentina, sin la rigidez que en otras latitudes imponen las Denominaciones de Origen.
“Demostrar que Argentina apuesta a nuevos estilos de vinos es importante para que los miles de consumidores que hoy desean probar vinos exóticos, fuera de los clásicos, nos consideren como una opción. Argentina puede hacer todos los estilos de vinos, y para eso hoy existe un público muy interesante”, destaca Cecilia Bonnet, sommelier argentina del staff del exclusivo wine club londinense 67 Pall Mall.
El nacimiento naranjo en Argentina
En 2011 se lanzó el primero de los vinos naranjos en Argentina: Vía Revolucionaría Torrontés Brutal 2011, de Matías Michelini. Aunque el mismo enólogo suele confesar que su motivación era más gastronómica que enológica. “Torrontés Brutal –admite– fue el inicio de mi búsqueda de un vino para acompañar las mollejas. Sentía que a los blancos les faltaba estructura y que los tintos se pasaban, así que exploré un blanco de torrontés fermentado con pieles y descubrí una categoría muy interesante para la gastronomía”.
Pasaron un par de años hasta que su mensaje prosperó entre sus colegas ya que recién en 2016 otras etiquetas se sumaron a esta tendencia que hoy cuenta con más de treinta que se descorchan dentro y fuera del país. “La apertura de la gastronomía ayudó mucho al crecimiento de estos vinos y todavía hay mucho margen para hacerlos crecer”, asegura con entusiasmo Michelini, que además de las propias cuenta con algunas etiquetas de naranjos en los proyectos que asesora.
Orange power
A partir de entonces, los vinos naranjos en Argentina evolucionaron desde la tendencia hasta convertirse en una nueva especialidad. Si bien las producciones son aún pequeñas, lo cierto es que se los elabora en varios rincones del país y con diferentes variedades de acuerdo al gusto de cada enólogo.
Entre los más “clásicos”, si vale el término para estos vinos blancos elaborados como tintos, se destacan Domaine Alma Negra Orange, lanzado en 2016, al que siguieron Livvera Malvasía de Germán Masera, el Chardonnay 2km de Finca Beth y el de Bodega Pielihueso, a partir de una cofermentación de Torrontés, Sauvignon Blanc y Chardonnay.
Y mientras los menos alineados con el movimiento orange aseguraban que ese puñado de etiquetas alcanzaba, de 2019 a la fecha nacieron unas veinte nuevas propuestas que responden al interés de los consumidores pero también a diferentes necesidades de los enólogos. Como explica Maricruz Antolín, de la bodega biodinámica Krontiras, “con nuestro nuevo vino naranjo logramos aprovechar un cuartel de Chardonnay de una zona cálida que no encajaba en el estilo de blancos frescos que queríamos hacer. Así que lo cosechamos bien temprano y lo fermentamos siete meses con las pieles. Da un resultado sutil y expresivo”.
A esta novedad de Krontiras se suman varios exponentes muy alentadores para los paladares que disfrutan de las curiosidades. Entre ellos podemos destacar Flora Chardonnay Naranjo de Zaha, creado por Alejandro Sejanovich; el salteño Porvenir de Cafayate Naranjo, de Torrontés y Moscatel Rosado a partir de un parral de 1945; Zun Zun Naranjo, de Sauvignon Blanc de Lamadrid Wines; desde el Este de Mendoza el curiosísimo Moscatel Naranjo, de Matías Morcos, y el más exótico de todos que es sin dudas el recientemente presentado por la champañera Cruzat, una combinación con Pet Nat que revoluciona los sabores con sus burbujas.
Naranjos para qué
En los primeros pasos de estos vinos en Argentina, los winemakers tuvieron que asumir la tarea de explicar de qué se trataban. Al ser fermentados como los tintos, con pieles y hollejos, el resultado es lógicamente un vino de color naranja y muchas veces turbio ya que los producotores los elaboran con la mínima intervención posible. Son muy intensos en paladar, con textura y buen cuerpo para ser blancos, pero con aromáticas florales y de frutos blancos o cítricos penetrantes, de acuerdo con qué cepa se los elabora.
Afortunadamente, para la gastronomía argentina calzan como anillo al dedo. Más allá de las mollejas que deseaba acompañar Michelini cuando se animó a explorar este estilo, también se convirtieron en una nueva alternativa para las clásicas empanadas, quesos de cabra, charcuterie y carnes grasas, como por ejemplo la entraña y otras especialidades nacionales.