Master of Wine y uno de los referentes de la crítica internacional de vinos, Tim Atkin visita regularmente la Argentina desde 1992. Su Argentina Special Report se ha convertido en una de las guías para saber dónde están parados los vinos nacionales ante los ojos del mundo, y es por eso que a pocos días de haberse presentado el reporte 2020 –para cuya elaboración Atkin visitó el país justo antes de que se declare la cuarentena por el coronavirus Covid-19– el crítico inglés dialogó con WOFA acerca del estate of art de la vitivinicultura argentina, de cuál es la mirada que tiene el consumidor internacional sobre nuestros vinos y cuál podría ser el impacto de la actual pandemia sobre la industria.
¿Cuál es la idea que tienen los consumidores del exterior acerca del vino argentino?
Los vinos argentinos tienen una buena imagen fuera del país, aunque en realidad solo puedo hablar con cierto grado de conocimiento acerca del mercado del Reino Unido. Nunca son vistos como los más baratos –lo que pienso que es algo bueno–, pero se los considera como en una buena relación precio-calidad y con una calidad consistente. Buena parte de esto se debe al Malbec, que domina nuestro mercado, como lo hace en otras partes. Argentina se ha convertido casi en un sinónimo de esa uva, lo que es algo positivo en muchos aspectos.
¿Hay que seguir comunicando Malbec como sinónimo de vino argentino?
Creo que la siguiente etapa es contarle a la gente acerca de los diferentes estilos regionales y subregionales. Y, por supuesto, acerca de otros vinos. Después de todo, el Malbec solo representa el 22% del área cultivada con vides. Ahí es donde la impresión de los consumidores sobre la Argentina está completamente atrasada. No conocen acerca de la calidad de los blancos, de los blends tintos, del Cabernet Franc y de un montón de otros vinos. Esa debería ser la próxima etapa: introducir a las personas en la verdadera diversidad de la Argentina.
¿Qué oportunidades tiene la Argentina en el mercado de vino de alta gama?
Pienso que la Argentina se ha establecido a sí misma en el mercado de la alta gama con un puñado de marcas top de Malbec, pero también con blends de estilo bordelés que habitualmente incluyen al Malbec junto con otras variedades –muy notablemente con Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc, al igual que con Petit Verdot–. En los niveles realmente altos, se trata en gran medida de branding y de historia, y eso es algo que vinos como Cheval des Andes o Caro han hecho muy bien en Argentina, manteniendo ese vínculo con Burdeos.
Algunos de los blancos top también han alcanzado buenos precios como respuesta a su gran éxito, pero otros probablemente necesiten más tiempo para construir sus reputaciones. La calidad definitivamente está allí; solo se necesita que más personas prueben los vinos y los comparen con otros ejemplares de alta gama.
¿Qué te sorprendió en tu reciente visita a la Argentina?
Que el Semillón se está tomando cada vez más en serio como una uva varietal. También me encantó ver la creciente importancia de las zonas de clima frío, como Chubut, Chapadmalal, El Espinillo, La Carrera, Las Pareditas y Uspallata. Estas zonas están aportando una dimensión extra a la escena del vino argentino. Y, por último, creo que Luján de Cuyo, especialmente Vistalba y Las Compuertas, vuelven a recibir el reconocimiento que merecen.
¿Cuáles son las tendencias que encontraste reflejadas en los vinos que cataste?
Encontré que cada vez son más los enólogos argentinos que están utilizando la crianza en roble con más cuidado y cosechando antes para enfatizar la frescura y el equilibrio de los vinos. También estamos viendo menos botellas pesadas, lo cual es algo bueno en un mundo donde todos deben ser conscientes de su huella de carbono. Y, por último, aparece la ecuación más terruño y menos vinificación, ya que la gente deja que los viñedos hablen por sí mismos
¿Por qué elegiste a David Bonomi como winemaker del año?
Elegí a David por lo que ha logrado en menos de una década con Edy del Pópolo en Per Se, un sitio de Grand Cru que está haciendo algunos de los mejores vinos tintos de Argentina, pero también por su trabajo en Bodega Norton, donde produce volúmenes mucho más grandes de vinos muy diferentes que muestran la precisión y sensibilidad de su talento.
¿Qué etiquetas recomendás a las personas que se quieren asomar al vino argentino?
Comenzar con Malbec, que es una parte muy importante de la escena del vino argentino, pero probar diferentes estilos. Luego probar Torrontés, que es parte de la historia del país. Entonces, seguir con Bonarda y Criolla Chica. Ahí sería el momento de pasar a un blend blanco o un Chardonnay, y luego algunos blends tintos. Una vez que uno tiene la idea de lo básico, hay que tratar de comparar y contrastar vinos de diferentes regiones. La imagen de Argentina es de una “viticultura de desierto”, pero sus paisajes y climas son en realidad muy variados. Tan solo dentro de Mendoza uno puede encontrar áreas tan cálidas como Jerez (en Andalucía) y tan frías como Champagne. Pero el mejor consejo que puedo dar es visitar Argentina. Es un país muy acogedor. Ir y mirar los viñedos es la mejor forma de comprender sus vinos.
¿Cómo está modificando el consumo de vino el coronavirus Covid-19?
Pienso que todavía es muy pronto para decirlo. Mi suposición es que las personas están bebiendo más vino (y más alcohol en general) y probablemente estén también comiendo más. Pero con los restaurantes y los bares cerrados, los volúmenes globales probablemente hayan caído. Son tiempos duros para todos. Espero que los restaurantes todavía estén allí cuando todo este termine.
¿Este escenario plantea alguna oportunidad para las exportaciones argentinas de vino?
Quién lo sabe. Pienso que es más probable que la Argentina se beneficie del Brexit, si es que sigue adelante.
¿Y de qué manera el Brexit beneficiaría a la Argentina?
Al comerciar menos con Europa y más con países no europeos. Pero el Brexit es casi tan impredecible como el Covid-19… ¡Esperemos que se encuentre una vacuna para ambos!