La viticultura biodinámica se extiende en Argentina

La viticultura biodinámica se extiende en Argentina

Un rebaño de ovejas en pleno viñedo y una llama que duerme bajo la sombra de los álamos es el comité de bienvenida para un grupo de visitantes en Bodegas Krontiras. Estos, sorprendidos con la escena, olvidan la postal que ofrecen las viñas de Maipú, Mendoza, con los picos nevados de la Cordillera de fondo. Están concentrados en capturar con sus celulares la curiosa situación, a la que acaba de sumarse una familia de gansos que llega aleteando entre las vides. Sencillamente, no pueden creer lo que ven. Es la enóloga Maricruz Antolín la que los invita a recorrer el viñedo y descubrir los secretos de la biodinamia.

Viticultura biodinámica

Las prácticas biodinámicas fueron establecidas hace más de cien años por el austríaco Rudolf Steiner. Sus enseñanzas promueven el cuidado de los recursos naturales a partir de la instrumentación de una agricultura amigable con el ecosistema, sincronizada con las fases lunares y la influencia hipotética del cosmos. Además, alienta la utilización de preparados naturales que reemplazan a los químicos a la hora de la fertilización y prevención de plagas. “En la biodinámica, consideramos las fincas como un sistema vivo, nuestro objetivo es desarrollar un cultivo totalmente natural”, explica Antolín.

Esta filosofía busca mejorar los suelos con organismos vivos induciéndolos con preparados que se desarrollan a partir de productos naturales, como polvo de cuarzo, flores y cortezas, y con el aporte de animales sueltos en la finca, que colaboran con el sustento de la tierra y la biodiversidad. En este último punto, Argentina parece estar favorecida. “Las condiciones ambientales de nuestras regiones son ideales para el cultivo biodinámico, libres de polución y contaminaciones, con ecosistemas ricos”, suma Alejandro Kuschnaroff, enólogo de Ernesto Catena Vineyards, bodega que lanzó este año cuatro etiquetas biodinámicas al mercado.

Pioneros pujantes

La primera bodega en obtener certificación Demeter, sello internacional para estas prácticas, fue Colomé en 2008. Conseguirla demanda al menos siete años entre la reconversión de los viñedos y la adaptación de la bodega, lo que pone en evidencia que la biodinamia llegó hace más de una década. Según Juan Buzzio, gerente de Fundación Demeter Argentina, “la vitivinicultura es la actividad con mayor potencial en el país a la hora de las prácticas biodinámicas”.

Buzzio asegura que hay varias bodegas en camino de obtener su certificación. Junto a Colomé, hoy están Krontiras, Alpamanta, Chacra y Noemía, las pioneras para este movimiento en el país. A ellas se sumaron recientemente Ernesto Catena Vineyards y Escorihuela Gascón, cada una con algunos vinos bio en Valle de Uco.

“Nuestra apuesta por la biodinamia está fundada en la posibilidad que nos brindan estas prácticas de mantener intactas las características del terroir y proteger la identidad de la finca”, cuenta Matías Ciciani Soler, winemaker de la bodega.

Algunos productores claves

Con el foco puesto en los mercados europeos y Estados Unidos, más de diez bodegas ya embotellan vinos biodinámicos que llegan a tiendas especializadas en vinos naturales.

En Salta, región vitícola del noroeste argentino, Bodega Colomé fue una de las primeras en divulgar estas prácticas. Hoy solo su Colomé Malbec Reserva es elaborado de este modo con uvas de un viñedo ubicado a 2.500 metros de altura. Próxima a ella, en Angastaco, Finca el Recuerdo produce su Pucará Malbec, cuyas escasas botellas incluso se encuentran en las cartas de algunos restaurantes parisinos.

En Mendoza, como es de imaginar, es donde se halla la mayor cantidad de productores bio y naturales. Krontiras, en Maipú, es la única bodega argentina cuyo edificio fue construido de acuerdo a los principios biodinámicos, donde se elabora su línea Doña Silvina, que además de Malbec ofrece Petit Verdot y Agliánico. Bodega Cecchin es otra de la zona reconocida por impulsar estas prácticas desde hace una década.

Alpamanta, en Luján de Cuyo, también se incluye en la lista de las pioneros en la principal provincia vitivinícola del país. Su porfolio ofrece unas quince etiquetas certificadas, entre las que se destacan sus Natal varietales y los novedosos Brevas, un blanco y un rosado vinificados con fruto entero en huevos de hormigón y embotellados sin filtrar, verdaderas rarezas.

En Valle de Uco, además del Escorihuela, con su Organic Vineyard Malbec, se encuentra Ernesto Catena Vineyards, que acaba de presentar su línea de varietales biodinámicos, Siesta en el Tahuantinsuyu. Entre los proyectos más novedosos, están Luna Austral, cuyos vinos los elabora el reconocido asesor en biodinamia Álvaro Espinosa, y Chakana, con su vino Ayni.

En Patagonia, Hans Vinding Diers es cultor de lo orgánico y la biodinamia desde que inauguró su bodega Noemía, especializada en Malbec de alta gama. Por su parte, Chacra es otro proyecto que respeta estos procesos en sus Pinot Noir de fama mundial. Incluso en 2014 se lanzó Chacra Pinot Noir Sin Azufre.

A la fecha, la cantidad de bodegas biodinámicas se incrementa sin prisa pero sin pausa. “Anualmente, organizamos un congreso biodinámico entre bodegas argentinas y chilenas, y cada vez son más los que se acercan interesados a escuchar nuestros avances”, asegura Maricruz Antolín, anfitriona del encuentro de 2015 en Mendoza. Los más entusiastas imaginan que en los próximos años llegará a veinte el número de productores biodinámicos en el país. Y así, a la postal de la Cordillera y los viñedos, habrá que sumarle, también, alguna vaca y otras tantas ovejas.

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