Hay muchos Malbec muy buenos. Pero si uno sabe que cierto productor está trabajando de una manera singular y en solitario, es imposible no sentirse tentado de probar esa rara botella.
Es verdad, la escala es una de las razones de ser. El asunto entre los pequeños productores es que para encontrar su lugar en el mercado, o son los mejores en algo o hacen vinos diferentes. Cualquiera sea el caso, el magnetismo de la propuesta para los bebedores tiene la mezcla justa entre rareza y descubrimiento.
Hasta aquí, el asunto de la magia. Bien enfocados, sin embargo, los pequeños productores son una forma sana de medir un mercado productor. Cuantos más hay y cuanto mejores son, un país productor garantiza la renovación estilística y de adrenalina y sangre para mantenerse creativamente activo.
Por eso, en un país como Argentina, tan acostumbrado al entrepreneurismo –por razones de supervivencia–, el pelotón de los pequeños productores es nutrido y excitante. Hay desde emprendedores que embotellan un viñedo recién descubierto a enólogos que se lanzan a la quimera de convertirse en propietarios, desde sommeliers con ganas de hacer sus primeros palotes en la viña a adinerados retirados con un plan de vida.
Cualquiera sea el caso, una cosa es segura: este rincón del mundo ofrece un amplio rango de pequeños productores inventando y reinventando vinos. Estos son algunos de los que conviene seguirles el paso.
GPS: pequeños productores
Niven Wines. Enólogo con inquietudes creativas, Lucas Niven elabora vinos en la quebrada de Humahuaca, en Gualtallary y en el Este mendocino. Mientras que explora las virtudes de cada viñedo, diseña al mismo tiempo estilos más delicados y sueltos, como sucede con Pala Corazón, su marca emblemática. El suyo es un momento de contestación a lo establecido.
Alma Gemela. La sommelier Mariana Onofri recuperó e injertó un viejo viñedo de Lavalle, en la zona caliente de Mendoza. Allí produce variedades tan insólitas para Argentina como Teróldego, Carignan y Monastrell. Sea en cortes o varietales, en Alma Gemela uno sabe que puede encontrar vinos que sorprendan y gusten.
Livverá. El enólogo Germán Massera emplea uvas del Valle de Uco para sus vinos Livverá, que elabora con variedades tan infrecuentes como la francesa Bequignol, de la que Argentina es el principal productor, pero también Malvasías. Explorando un cantera de sabores renovados, sus vinos abren el espectro gustativo hacia horizontes de sed en donde la frescura manda por sobre la estructura.
Amar y Vivir. En la Quebrada de San Lucas, metido adentro del Valle Calchaquí, Matías Etchart elabora uvas de su propio y diminuto viñedo. Clásicos, Malbec y Cabernet Sauvignon o su blend despeinan por la intensidad y precisión de sus rasgos. Deliciosos. Es el tipo de productor que trabaja el detalle con maestría.
Malpensado. Casos de winemakers argentinos que perfeccionaron su talento en el exterior hay muchos, pero que hayan viajado para especializarse en la elaboración de burbujas no hay tantos. Este es el caso de Constanza Gaitieri, que en Cataluña pulió sus habilidades a la hora de embotellar burbujas para volver a su Mendoza natal y lanzar Malpensado, una línea de espumoso de autor que no tardó en ganarse el respeto de todos sus colegas.
Per Sé. La dupla formada por David Bonomi y Edgadro del Popolo produce esta etiqueta de culto entre los catadores. Con ejecución maestra y usando uvas de Gualtallary, embotellan un Malbec que funciona como benchmark para la región y la variedad. Lo malo: nunca son más de 6.000 botellas entre sus vinos.
Desquiciado Wines. Combina el empuje de la juventud con el talento de los enólogos ejercitados en varias vendimias. Así trabajan Gonzalo Tamaggini y Martín Sesto, quienes ponen el hombro a diario en otras bodegas. En este, su proyecto, embotellan estilos ligeros de tintos, anclados en la frescura. Empezar por el Malbec es una buena recomendación.
Pulso Wines. Julia Halupczok –chief winemaker de Finca Sophenia- y Celina Fernández son dos amigas que cursaron juntas la carrera de Agronomía en Mendoza. En 2014 se animaron a materializar el sueño del vino propio. Lo hicieron con esfuerzo y apoyo de sus afectos. Así, con uvas de un viñedo familiar y el dinero justo para las primeras barricas nació la edición debut de Pulso. La de 2018, actualmente en mercado, da cuenta de un crecimiento en volúmenes y calidad con un horizonte claro: llevar el sabor del Valle de Uco al mundo con vino modernos.
Las Estelas. Durante algo más de dos décadas, Estela Perinetti estuvo a cargo de diferentes etiquetas de la familia Catena. CaRo, Luca y Escorihuela fueron algunas de las bodegas conducidas por Perenetti, quien hoy elabora sus propios vinos a partir de un viñedo familiar de El Peral, Valle de Uco. Su estilo sigue fiel a los sabores tradicionales del terroir mendocino en la creación de etiquetas de alta gama.
Agustín Lanús. Lo raro es que sea porteño, es decir, nacido en Buenos Aires. Pero Agustín Lanús hizo vendimias entre Europa y América hasta recalar en los Valles Calchaquíes, donde produce fundamentalmente tintos de viñedos extremos. Sunal Malbec es un varietal que marca nuevo terreno en el valle.
Estancia Uspallata. Enclavado en la cordillera mendocina, Estancia Uspallata elabora 3 hectáreas de uva propia con la enología de Alejandro Sejanovich, donde destaca con Malbec y Pinot Noir. El punto es que está a 2000 metros de altura, con lo que ofrecen un perfil único en un estilo delicado y de frescura. También elaboran burbujas.
Graffito. María Jimena López es enóloga y lleva 27 vendimias convirtiendo uvas en vino. En esos años metió mano en varias de las bodegas de primera línea hasta que en 2008 dejó Norton para iniciar su línea Graffito: emplea uvas de un viejo viñedo de Perdriel y embotella un Malbec y un Cabernet Franc que imprimen sonrisas de satisfacción por su ejecución precisa y clásica. En breve lanza una partida de 600 botellas de un blend de tintas 2018 con el nombre de Sólo una vez.
Cara Sur. En el valle montañoso de Calingasta, San Juan, Francisco Bugallo trabaja en sociedad con Sebastián Zuccardi. Juntos, pusieron en el radar la zona y en particular a las variedades criollas con las que trabajan. Cara Sur Criolla es un punto central de la variedad en Argentina, que sirve de guía para otros pequeños productores como Alfil, que se alinean en producir vinos de aquel paraje cordillerano.
Paco Puga es un enólogo sanjuanino con sede en los Valles Calchaquíes, donde lleva las riendas de El Porvenir. En solitario desarrolló en los últimos años una línea de vinos de la que L’Amitié blend es un caso icónico, Malbec 70% de Cafayate y Tucumán, combinado con Merlot y Cabernet Franc. Sólo embotella 4322 botellas de este tinto que propone un camino para los cortes del valle.