A Laura le gusta el vino. No es algo que se note a simple vista. Pero cuando va al supermercado se pasa un buen rato pensando qué vino comprar: desde los espumosos a las recomendaciones que leyó en la prensa. Y si ve a algún sommelier con cara de aburrido, no duda en preguntarle cuál es mejor para lo que piensa cocinar: si un Malbec o un blanco seco.
Laura vive en Buenos Aires y no sabe que es una entre las muchas mujeres que hoy redefinen el consumo de vinos. Desde Nueva York a Helsinki y Tokio, las mujeres son en la actualidad uno de los principales motores del consumo de vino. Eso, si damos crédito a lo dicho en el seminario “La visión de las mujeres en la industria del vino”, llevado a cabo en Mendoza durante la última edición de los Argentina Wine Awards. De la mano de expertas de la talla de las Masters of Wines Jancis Robinson, Essi Avellan y Christy Canterbury, entre otras, el seminario reflexionó sobre el rol de la mujer a la hora de las copas.
Saben lo que quieren
Las mujeres representan el 50% del consumo de vino a nivel global. Un número que resulta mayor si se tiene en cuenta que, más allá de lo que beban o no, son las encargadas de realizar las compras para millones de hogares en el mundo. Para decirlo claro: si Laura viviera en Ontario, estaría dentro de la estadística que afirma que 8 de cada 10 botellas son compradas por ellas. Mientras que en Estados Unidos, su promedio de compra rondaría los 15 dólares por botella, sin dejarse impresionar fácilmente ni por precios ni por puntajes.
El de Laura sería como el caso de Margareth, que en una tienda de Nueva York se lleva un best buy de marca conocida porque confía en ella. O como los de Christina o Paula, que en Toronto o San Pablo, respectivamente, revisan el precio con lupa y comparan entre botellas que efectivamente probaron, antes de llevarse la que más les conviene. A ellas se refiere Suzana Barelli, periodista brasileña, cuando afirma que “la mujer ha aprendido mucho de vinos y eso la lleva a comprar bien y en forma inteligente”.
Su duda no molesta
La curiosidad es un aspecto clave de las consumidoras de vinos. A diferencia de los hombres, ellas no temen preguntar a vendedores y sommeliers sobre qué vino se adapta mejor a su necesidad. No sienten la presión de conocer y tienen la mente abierta a la hora de experimentar nuevos vinos, según lo dicho en el seminario. Laura, sin ir más lejos, bebe tintos y blancos. Y puede cambiar de un Malbec con cuerpo a un Pinot ligero como el agua sin que eso suponga un incordio.
En cambio, si Laura fuese japonesa, según Megumi Nishida —referente del mercado nipón¬— elegiría sus vinos de otra forma. Primero, sería lectora de revistas especializadas, de las que ellas encabezan los listados de suscripciones. Segundo, estaría dentro del 62% de los bebedores expertos e incluso podría contarse como una de las 46 sommeliers y consultoras de cada 100 personas involucradas en el negocio del vino. Una cifra alta, que tiene poco correlato en el resto del mundo.
En cuanto a las preferencias, los resultados del concurso Argentina Wine Awards 2015 —del que las disertantes del seminario fueron catadoras— revelan que las mujeres prefieren los vinos frescos, ligeros y fáciles de beber. Ese sería el caso si Laura viviese en Reino Unido. Allá, blancos y rosados representan el 50% del consumo, mientras que tintos ligeros como Pinot Noir y aquellos con poco paso por barrica resultan más atractivos.
En contraste, a la hora de beber, las chicas de Asia tienen un gusto similar al de los hombres. Y si de Hong Kong hablamos, una chica que se precie de conocedora bebe hoy un Burdeos de alcurnia o un Toscano de renombre.
Burbujas, depende cuáles
Los espumosos son vinos que las mujeres disfrutan. Y mucho. Según la Master of Wine Essi Avellan, el público femenino es gran responsable del aumento del consumo de burbujas a nivel global, un crecimiento que roza el 40% en los últimos años.
Pero atención: las mujeres no beben los mismos espumosos en todos lados. Por ejemplo, si Laura fuese finesa y tuviera que elegir una botella en Helsinki, las estadísticas indican que elegiría uno frutado y suave, tipo Prosecco. Fácil de beber, además ofrece un buen deal en precio. Sería el mismo caso en Reino Unido y Canadá. Pero en Tokio, la cosa resultaría diferente. En las islas del sol naciente, la imagen tiene su peso y a las japonesas les gusta demostrar que saben, siguiendo la tesis expuesta por Megumi Nishida. Allá, una Laura de ojos rasgados optaría por un Champagne y, en lo posible, de un productor reconocido.
Por su parte, Susan Kostrzewa, editora de la revista Wine Enthusiast, asegura que en Estados Unidos el maridaje es un driver para las chicas que buscan sofisticar sus platos. En la misma visión, el vino las seduce por las situaciones que genera en reuniones y encuentros sociales. En Japón, además confiere una pátina de sofisticación y prestigio.
Para más datos, en 2028, según Kostrzewa, las mujeres en conjunto tendrán más dinero que los hombres. Y, como queda claro según los ejemplos en cada caso, el estereotipo de consumidoras de vinos dulces y simples no tiene mucho correlato.
Así las cosas, el futuro del vino encuentra en las consumidoras un terroir ideal en el que echar nuevas raíces. Algo que, por lo que se observa, promete reinventar el consumo de vinos a nivel global en el mediano plazo.