Tim Atkin: “Los vinos argentinos son más finos, ligeros y elegantes”

Tim Atkin: “Los vinos argentinos son más finos, ligeros y elegantes”
Photo: Eduardo Carrera/AFV

Como lo hace desde 1992, Tim Atkin, el Master of Wine británico considerado uno de los paladares más influyentes del planeta, visitó Argentina para realizar las catas para su reporte anual.

Invitado por Wines of Argentina, Atkin pasó tres semanas recorriendo viñedos y bodegas de diferentes regiones del país. Bautizado por los bodegueros locales como “inglés más argentino”, el Master of Wine honra este título con mateadas cotidianas, incluso en su oficina de Inglaterra, y asegurando que “podría comer asado todos los días”. A la hora de hablar de vinos, esconder el entusiasmo que le generan los vinos locales se le hace tan difícil como disimular el acento británico, a pesar de que habla castellano a la perfección.

Durante los más de veinte días que duró su viaje, cató cerca de 1.100 vinos, entre los que encontró muchas sorpresas, y hasta se tomó el atrevimiento de develar la fórmula para lograr un vino exitoso: “Los enólogos no deben seguir ni las modas ni las opiniones de los críticos, sino sus propios gustos. Me gusta ver a los enólogos hacer los vinos que les gusta hacer. Siguiendo las modas, nunca se logran vinos exitosos”.

Nos encontramos con él en Buenos Aires, al final de su viaje, para que nos diera su impresión de la industria local, y esto fue lo que nos dijo.

– Imagino que después de tres semanas en Argentina muchas cosas deben haberte llamado la atención. ¿Cuáles destacás?

– Totalmente. Argentina evoluciona mucho de un año al otro. Este año destaco las nuevas regiones que tuve la suerte de conocer, zonas de las que había probado vinos pero no había visitado, y la verdad es que me sorprendieron muchas. La primera que visité fue Chapadmalal. En San Juan, visité Barreal y Pedernal, mientras que en Mendoza, después de muchos años, volví a San Rafael y también descubrí el viñedo de Uspallata, donde cultivan Malbec a 2.000 metros de altura. En Patagonia, las zonas más tradicionales de Río Negro. Pero no solo hablemos de estas zonas: en todas hay mucho para contar porque en todas hay alguien haciendo cosas interesantes.

– Pero si hicieras foco en las nuevas zonas, ¿qué es lo que destacás de cada una?

– En los viñedos de la Costa Atlántica hay un gran potencial para cepas aromáticas, como Riesling, Gewurztraminer, Sauvignon Blanc o Albariño, vinos muy diferentes a los que estamos acostumbrados. Pedernal es sin dudas un lugar fantástico para Syrah, y en San Rafael visitamos zonas con suelos graníticos que aún no están plantadas pero parecen ideales para cepas como Syrah, Grenache, Mourvedre, Carignan, y hay gente con intenciones de hacerlo. Ojalá lo hagan. Uspallata me sorprendió por el perfil que ofrece para el Malbec, mucha personalidad.

– Hacés hincapié en cepas típicas del Ródano, pero, por ejemplo, Syrah tiene fama de ser una cepa difícil para el negocio, o al menos eso piensan muchos productores locales.

– Puede que sea difícil en mercados como Estados Unidos, donde hoy no tiene la mejor reputación, pero en otros países, como los europeos, es una cepa muy valorada. Lo mismo que Grenache. Además, son cepas que deberían dar buenos resultados en las regiones argentinas.

– Y en cuanto a los vinos, ¿qué conclusión sacás este año?

– Estilísticamente, noto que los vinos son más finos, ligeros y elegantes que en otros tiempos. Hay buena estructura en la mayoría de los tintos, pero hay menos presencia del roble y el alcohol comienza a ser más bajo. Hay un vuelco hacia vinos gastronómicos, vinos para acompañar un plato en lugar de vinos que son una comida por sí solos. En muchos casos, encontré vinos más frescos y fáciles de beber. Estos permiten apreciar mejor la personalidad del lugar donde son elaborados. Si podemos hablar de tendencia, es esto lo que destaco hoy en Argentina y me gusta mucho.

Pero también hay otros vinos cuyo estilo quizá no cambie ni deba cambiar. Hablo de los que tienen sus mercados, son exitosos y aseguran el negocio y el consumo. Quizá no son mis favoritos, pero están cada vez mejor elaborados, con buen balance. Son cuestiones de gustos, no porque yo prefiera un estilo u otro los enólogos deben cambiar su manera de trabajar.

– Para muchos, Argentina es Malbec, ¿pensás igual?

– Sin dudas que el Malbec es muy importante para Argentina, pero muchos se sorprenderían al saber que representa el 10% del total de viñedos en el país. Además, habría que destacar que cada vez hay más estilos y perfiles de Malbec. Tomemos como caso Paraje Altamira. Esta región logró instalarse fuerte con sus Malbec, y así sucederá con otras regiones donde cada vez más se trabaja por identificar las características del terroir y el sabor diferencial de la región.

Dese mi punto de vista, los productores de vinos argentinos tienen dos caminos para recorrer, pero no es uno u otro, sino ambos en simultáneo. Con el Malbec, continuar trabajando con precisión sobre el origen. Hay mucha diversidad para mostrar al mundo sobre estos vinos. Hay que comenzar a explicar que no es lo mismo un Malbec de Perdriel, San Pablo, La Consulta, Salta, Gualtallary, Río Negro, Las Compuertas o Paraje Altamira. Y el segundo camino es el de la diversidad de tipos de vinos que se producen en el país. Hay casi cien cepas diferentes cultivadas que dan la posibilidad de elaborar vinos muy distintos, y hay que mostrarlo. Este año, caté Albariño, Verdejo, Mourvedre, Grenache, vinos únicos que entusiasman muchísimo y van a sorprender a muchos. Además, se podrían comenzar a probar cultivos con otras cepas, como Assyrtiko, Furmint, Nero D’Avola, Vermentino o Mencia, que en las regiones argentinas deberían funciona muy bien.

– ¿Pero pensás que hay algo que cambiar con respecto al Malbec?

– Los vinos cambiaron, evolucionaron. No son los mismos Malbec que hace cinco o diez años. Aquí se observa la importancia del estudio sobre las regiones, los suelos y los climas. En este sentido, me parece muy importante el aporte de Alberto Antonini y su equipo, o el de Alejandro Sejanovich. Cada vez hay más tiempo de trabajo en el viñedo que en las bodegas, y esto es una de las cosas que más me interesa de este momento en Argentina.

– Del resto de los vinos, ¿qué destacás?

– Los vinos tintos de corte, los white blends como categoría novedosa para Argentina y los Chardonnay. Entre los primeros, destaco la complejidad y fineza. Los blancos de corte me gustaron mucho como una alternativa a los blancos más clásicos. Y en cuanto a los Chardonnay, es muy interesante cómo han encontrado un estilo propio. Pero la categoría Chardonnay ya tiene dueño, por decirlo de algún modo, ¿están los vinos argentinos realmente a la altura de los referentes históricos? Seguro. La calidad de muchos que probé es muy buena, principalmente los de Gualtallary y San Pablo. Los de la finca de Catena o los que elabora José Galante son vinos impresionantes.

– Siendo casi un argentino más, si tuvieras que sugerirle a alguien que no conoce nuestros vinos un par de botellas para que dé sus primeros pasos con los vinos argentinos, ¿qué le recomendarías?

– Primero, un Malbec que sea corte de regiones, con uvas de Luján de Cuyo, Valle de Uco, incluso del este. Después, el mejor Torrontés que encuentre; un Cabernet Sauvignon de Luján de Cuyo, quizá Perdriel; un red blend con base de Malbec y Cabernet, y un Semillón. Pero también sumaría un Chardonnay de altura y un tinto de Paraje Altamira para que comience a descubrir el futuro del vino argentino.

Imagen: Eduardo Carrera/AFV

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