Los franceses le dieron forma al vino en todo el mundo. Donde quiera que haya una viña plantada, el primer espejo en el que se refleja es en algún rincón de Francia, en particular de Borgoña a Burdeos. Sucedió en California y también en Mendoza.
Solo que, al pie de Los Andes, en el Valle de Uco, este reflejo generó una pequeña Burdeos del otro lado del planeta: siete de los châteaux más prestigiosos de la zona decidieron invertir en una sola propiedad donde plantaron sus viñas y construyeron sus bodegas. El emprendimiento se llamó Clos de los Siete y, desde el año 1998, le ponen acento galo al Malbec de la región.
Clos de los Siete, un sueño hecho viñedo
Luego de trabajar por más de una década en Argentina, Michel Rolland sintió el impulso de encarar un proyecto personal en Mendoza. Lo imaginó junto a su amigo y enólogo Jean-Michel Arcaute. A finales del siglo XX iniciaron la búsqueda de una propiedad virgen en una región que comenzaba a llamar la atención de los winemakers, pero que ya había seducido a Rolland: el Valle de Uco.
“Descubrí el Valle de Uco asesorando algunas de las bodegas más importantes de Mendoza. Las uvas de este valle siempre se destacaban, en especial las de Malbec. Eso me convenció de que la oportunidad de elaborar los mejores vinos de Mendoza estaba allí”, recuerda Michel Rolland a más de veinte años del comienzo de Clos de los Siete.
El sitio elegido fue la zona alta de Vista Flores –departamento de Tunuyán– donde pocos se atrevían a plantar viñedos por temor al riesgo de heladas. La superficie total del predio era de 850 hectáreas y se trataba del lugar ideal para materializar un sueño que a la vez implicaba un enorme desafío.
Sin embargo, Rolland confió en su instinto y en las condiciones del terreno que había encontrado: inclinación al Este que aseguraba el flujo de las corrientes de aire frío hacía la zona baja del valle y que aportaba una excelente exposición al sol del Norte; suelos rocosos, pobres y con buen drenaje, además de la disponibilidad de agua pura de deshielo para el riego.
Convencido del potencial de estas tierras y de la calidad de vinos que podría obtener, Rolland regresó a Burdeos con la misión de sumar voluntades a su aventura argentina y para 1998, junto a distintas familias propietarias de prestigiosos châteaux bordeleses, se lanzó a la conquista del Far West del hemisferio sur.
Un viñedo excepcional
Son muchas las condiciones que hacen de Clos de Los Siete un viñedo singular. Por un lado, las cualidades del terroir de montaña; por otro, su escala. Con 600 hectáreas cultivadas con uvas de calidad, Clos de los Siete es uno de los viñedos de mayor superficie de Argentina destinado exclusivamente a la elaboración de vinos de alta gama.
Para hacer honor al suelo argentino, la variedad predominante es Malbec (60% de la superficie). “Es una cepa única, que se expresa en suelo mendocino de manera inigualable”, destaca Rolland.
También hay plantadas vides de Cabernet Sauvignon y Merlot, cepas indispensables para un viñedo pensado por bordeleses, además de otras variedades que, gracias a las condiciones de la región, brindan excelentes resultados
En cuanto a la construcción de la bodega, desde un comienzo se priorizó la idea de fundar bodegas independientes para que cada una de las familias que acompañaron a Rolland elaboren sus propios vinos, añadiendo así riqueza y diversidad al proyecto.
Construidos entre 2002 y 2011, cada uno de estos establecimientos destinan una fracción de su producción para la elaboración de Clos de los Siete, vino que actualmente une a Bodega Diamandes de la familia Bonnie (Château Malartic-Lagraviere – Gran Cru Classé de Graves- y Château Gazin Roquencourt – Pessac-Léognan),Bodega Monteviejo de la familia Péré Vergé-Parent (Château Le Gay, Château Montviel, Château La Violette y Château Tristan en Pomerol), Cuvelier Los Andes de los primos Cuvelier (Château Léoville-Poyferré – Saint Julien – y Chateau Le Crock – Saint-Estèphe – ambos en Médoc) y Bodega Rolland (Château Fontenil- Fronsac) , del mismo enólogo.
Gracias a esta disposición de tan exclusivas bodegas dentro de un mismo predio, Clos de los Siete es además uno de los atractivos enoturísticos y enogastronómicos más importantes y visitados del Valle de Uco.
Un vino aclamado
Elaborado por primera vez en 2002, Clos de los Siete se ha convertido en un gran clásico argentino que ya acumula diecisiete vendimias consecutivas: 2018 fue la última en llegar al mercado.
Siempre a cargo de Rolland, Clos de los siete es un assemblage para el cual cada una de las bodegas del proyecto aportan sus vinos para elaborar un corte final a base de Malbec.
Producto de una de las mejores añadas de los últimos treinta años en Mendoza, su vendimia 2018 recibió una crianza de 11 meses (70 % en barricas de roble francés y 30 % en cubas) y está compuesta por 55% Malbec, 19% Merlot, 10% Cabernet Sauvignon, 12% Syrah, 2% Petit Verdot 2% Cabernet Franc.
“La cosecha 2018 fue una gran añada en el Valle de Uco: un año seco y fresco, con amplitudes térmicas récord, una sanidad excelente de las bayas. El verano comenzó cálido, pero luego refrescó en los meses de febrero, marzo y abril. Esto, sumado a un 30% menos de lluvias que el promedio histórico, permitió lograr un equilibrio óptimo en la fruta, con una gran acidez natural y expresión aromática”, dice Rolland.
Con una producción anual que alcanza el millón de botellas, Clos de los Siete se exporta a más de 70 países y con cada uno de los reconocimientos y premios que recibe en el mundo, las familias Bonnie, Péré-Vergé-Parent, Cuvelier y Rolland redoblan su apuesta y compromiso con Mendoza con una renovación generacional que aporta dinamismo, energía y diversidad al emprendimiento, augurando años de trabajo y vinos por delante.
Todos saben que en el Valle de Uco aún tiene mucho para ofrecerle al mundo.