¡Hola, winelover! ¿Cómo estás? Espero que muy bien. Hoy tengo mucho para contarte. Toca una nueva aventura: voy a probar los vinos de Cafayate, en Salta.
Después de varias recomendaciones, decidí ir un paso más allá y saltar de provincia. Me dijeron que una verdadera ruta del vino argentino no estaría completa sin disfrutar de los vinos de Cafayate, así que me subí a un micro y acá estoy.
Ubicada en medio de los Valles Calchaquíes, esta zona es famosa por sus bodegas y sus montañas.
Sus rutas zigzagueantes, sus colores y sus paisajes majestuosos, como la imponente Quebrada de las Conchas, hacen de este lugar un sitio único. Días soleados, noches frías y pocas lluvias configuran un clima ideal para la producción de vinos de altura.
Voy a compartirte algunos tips para disfrutar al máximo de esta región mágica. Abrochate el cinturón y empecemos.
Vinos de Cafayate, el sabor de la altura
El Esteco: confort y tradición
Después de hacer escala en la ciudad de Salta, recorrí los casi 200 kilómetros que la separan de Cafayate y me instalé acá. La primera parada de mi trip salteño fue la bodega El Esteco. Rodeada por montañas, cactus y viñas, El Esteco es un verdadero oasis en la zona.
Está en el cruce de las rutas 40 y 68, a 1.700 metros sobre el nivel del mar. Actualmente tiene 800 hectáreas plantadas y produce 7 millones de litros de vino al año. Es la bodega más grande de la región.
La finca es hermosa. En ella funcionan un hotel y restaurante, llamados «Patios de Cafayate». Su casco histórico data de principios del siglo XVII y fusiona el arte colonial español con la tradición salteña. Recorrerlo es perderse entre postales, sabores y aromas típicos de Salta, un verdadero viaje en el tiempo.
Tenés varias alternativas para descubrir la bodega. Podés, por ejemplo, visitarla con una guía y conocer cómo se producen estos vinos de Cafayate. Si te gusta la aventura, pasear a caballo entre los viñedos es una opción que te va a encantar.
Si preferís el abrigo de la noche, te recomiendo compartir una experiencia bajo las estrellas con algunos platos típicos junto a una fogata de ensueño. Obvio, todo termina con una degustación de sus mejores copas.
Ya sé, ya sé: querés recomendaciones. Acá te dejo algunas etiquetas imperdibles de El Esteco: la línea Old Vine cuenta con uno de los Torrontés más exquisitos que probé, así como una de las Criollas más expresivas. Además, descubrí un Blanc de Blancs de Marsanne, Roussanne, Viognier, Chardonnay y Torrontés que me maravilló.
El Porvenir: innovación e identidad
Siguiendo el camino de los vinos de Cafayate, llegamos a la segunda escala del tour: El Porvenir. Es una bodega familiar que forma parte de una generación de emprendimientos jóvenes, nacidos a fines del siglo XX.
«El Retiro», su finca principal, está a solo unas cuadras de la plaza central de Cafayate y de la terminal de micros, y por eso es ideal para llegar caminando. Eso sí, que su ubicación no te engañe: la naturaleza está presente a cada paso.
Actualmente, el 60% de la producción de vinos de El Porvenir se exporta. La bodega trabaja con barricas de roble francés y americano, y tiene cerca de 35 líneas de vinos… ¡Un montón!
Hay varias actividades para hacer en la finca. Podés recorrer el establecimiento y conocer todos los pasos en la producción de sus vinos, descubrir los secretos de sus uvas y terroirs y hasta disfrutar de un almuerzo lleno de sabores regionales. Si preferís, también está la opción del picnic, para conectar al máximo con el entorno y disfrutar de este paraje espectacular.
Una perla: las clases para hacer empanadas. Carmen te enseña cómo preparar este manjar regional irresistible, mientras compartís una copa de Torrontés, una de las estrellas de Cafayate.
Por supuesto, ninguna aventura estaría completa sin mis recomendaciones, así que acá van los destacados de El Porvenir: Laborum de Parcela Torrontés Finca El Retiro y Laborum de Parcela Tannat Finca Río Seco son dos hits.
Amalaya: vinos sustentables y de altura
Para finalizar la primera parte de esta aventura salteña, visité Amalaya, una bodega especializada en vinos sustentables de altura, que nació en 2010 como un desprendimiento de Bodega Colomé.
Larisa y Cristoph Ehrbar, sus fundadores, son herederos de los pioneros Donald y Úrsula Hess. Ellos vieron algo mágico en Cafayate y se enamoraron del lugar, al que le atribuyen «altas vibraciones».
En lengua indígena, Amalaya significa “esperanza por un milagro”. Como los pueblos que los precedieron, aquí le dan mucha importancia al cuidado del medio ambiente y a la preservación del terroir. Los vinos de corte, es decir, aquellos que se producen combinando varias cepas, son las estrellas de la bodega.
Sus pilares fundamentales son el respeto al entorno, a las personas y a la cultura del valle. Bajo estos preceptos, producen vinos frescos y frutales, de color intenso y con gran personalidad, todos con la supervisión del enólogo Jorge Noguera.
La bodega está abierta al turismo desde 2022, así que visitarla es un plan imperdible y novedoso. Te recomiendo su maravilloso winebar, un espacio ideal para degustar algunas de sus mejores copas junto con un tapeo, todo al pie de la majestuosa montaña San Isidro.
Los vinos que te sugiero de Amalaya son, para empezar, su Blanco (90% Torrontés y 10% Riesling) y entre los tintos, el Gran Corte de 85% Malbec con 15% Tannat y Cabernet Franc.
Bueno, hasta acá la bitácora del vino cafayateño. De vuelta en la ciudad, no olviden visitar su plaza, su iglesia y su mercado de artesanos, tres lugares ineludibles para descubrir a fondo la cultura de esta región maravillosa. ¡Nos reencontramos en la próxima aventura!