Los vinos blancos están viviendo una era dorada. Los cambios en los nuevos hábitos de consumo, el cambio climático con temperaturas más altas y la búsqueda de bebidas más frescas han impulsado su popularidad a nivel mundial. Este resurgimiento es liderado por Estados Unidos, seguido de cerca por países Italia, Alemania, Francia, y Rusia, así como Australia, España y Argentina, que ocupa el décimo lugar dentro de esta tendencia.
Según la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), entre 2017 y 2021, el consumo global de vinos blancos aumentó un asombroso 42,2%. “En Europa y Estados Unidos, el consumo de blancos ha alcanzado e incluso superado al de los tintos en algunos años, como en 2020, cuando se registró un 485% en blancos frente a un 451% en tintos. En Argentina, este fenómeno también se siente: el consumo de vinos blancos creció un 266% entre 2012 y 2021, según el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV)” comparte Pablo Sánchez, director enológico de Falasco Wines.
La oferta y la demanda se encuentran
El auge de los vinos blancos no es casualidad. “La diversidad y calidad de los vinos blancos ha mejorado notablemente, ofreciendo una gama más amplia para los consumidores,” afirma Lucía Ordoñez, Directora Comercial de Bodega Piedra Negra. Francisco San Miguel, Category Manager de Norton, añade: “Los blancos son cada vez más populares por su versatilidad, frescura y acidez, lo que los hace perfectos para una amplia variedad de maridajes y ocasiones.”
El público joven, en particular, busca vinos más ligeros, naturales, con menos intervención y amigables con dietas bajas en calorías. Además, están cada vez más interesados en opciones “vegan friendly” y sostenibles. “En los últimos años han ganado popularidad las variedades de vinos blancos más neutras, como el pinot grigio, que son muy apreciadas por un amplio grupo de consumidores debido a su simplicidad y facilidad de beber” comenta Martin Kaizer, enólogo de Bodega Doña Paula.
La reina de las blancas: chardonnay
El chardonnay sigue siendo la joya de la corona. Juliana Del Aguila Eurnekian, Presidenta de Bodega Del Fin Del Mundo, describe a esta cepa como la “reina de las blancas”, destacando su versatilidad. “Hay tantos chardonnay como lugares en los que se cultiva. En la Patagonia, logramos unos vinos únicos de gran mineralidad,” comenta. Lucas Löwi, Estate Director de Terrazas de los Andes, añade: “Argentina tiene la oportunidad de ofrecer al mundo un chardonnay de altura, con frescura y elegancia, diferente a los famosos de Borgoña o Napa Valley, con un estilo diferenciado donde se destaque la frescura, producto de la altura, y acompañado por un cuerpo y una grasa que denote elegancia”.
Cada región vitivinícola argentina tiene su particularidad en blancos. “El chardonnay de La Ciénaga, en San Juan, se distingue por su frescura y acidez vibrante. Con una mínima intervención enológica, se busca que los blancos expresen el carácter puro del lugar, combinando frescura y complejidad en su perfil aromático y en boca” explica Juan de Dios Giacalone, Director Comercial de Bodega Xumek.
“En Luján de Cuyo y Valle de Uco, Mendoza, los varietales como grüner veltliner, semillón y sauvignon blanc expresan la frescura y mineralidad de estos terroirs” dice San Miguel. Ordóñez subraya que en Bodega Piedra Negra, casi el 50% de la producción es de blancos, destacándose en variedades poco convencionales como el pinot gris y el tocai friulano. Matias Michelini, enólogo de Passionate Wines, agrega: “En el nivel local ha habido y continua una tendencia fuerte con el semillón, aunque cada vez se hacen más presentes y de mejor nivel los chardonnays y sauvignon blanc”.
Innovación y tradición en armonía
Las técnicas de vinificación han evolucionado, priorizando la pureza de la fruta y el terroir. El uso de recipientes inertes como el concreto y las ánforas cerámicas se consolida, mientras que la intervención de la madera se dosifica para mantener la elegancia y autenticidad de los vinos. “Las y los consumidores ya no buscan esos chardonnay densos y mantecosos; prefieren un equilibrio fruta-madera, donde la identidad varietal y las notas del terruño se mantengan,” señala Sánchez.
Sin embargo, en la alta gama, la madera sigue siendo relevante. “El paso por madera es una excelente herramienta en la elaboración de blancos,” asegura Guillermo Barzi, Director de Humberto Canale, refiriéndose a su trabajo en el Alto Valle de Río Negro con sauvignon blanc, semillón y riesling. Eurnekian añade: “La barrica bien usada siempre será valiosa, dependiendo del estilo que se busque.
Los blancos son versátiles; hay momentos para un blanco con mucho cuerpo y otros para uno más ligero”. Nicolás Calderón, enólogo de Bodega Rosell Boher completa: “Observamos que en los vinos blancos con madera hay una tendencia a bajar la carga de tostados, no obstante, en nuestro caso, son necesarios para poder realizar maridajes creativos y lograr vinos de alta calidad y de larga guarda.” Matias Michelini concluye: “El conocimiento del terroir y la selección precisa de la madera han permitido crear vinos con crianza en madera nueva donde esta se integra perfectamente con la expresión y sensación del lugar”.
Las bodegas argentinas están apostando por nuevas variedades y estilos para responder a una demanda creciente de blancos, que se eligen tanto como aperitivo como para acompañar platos en cualquier época del año. Esta transformación en las preferencias de los amantes del vino a nivel mundial parece ser una tendencia que llegó para quedarse.