¿Quién se habría imaginado, hace unos 20 años, que la provincia de Buenos Aires sería uno de los polos productivos vitivinícolas más pujantes y con mayor potencial de nuestro país? Los viñedos en Buenos Aires irrumpieron con personalidad y empuje y tienen mucho para dar.
El territorio bonaerense no solo sorprende con una variada oferta de etiquetas sino que además se posiciona como una producción de cepas inexploradas por estas latitudes, que muestran un particular perfil, gracias a los climas y a los suelos. Además, dos nuevas IG (Indicaciones Geográficas), Balcarce (a 410 km de la ciudad de Buenos Aires) y Chapadmalal (aproximadamente a 350 km), reconocen oficialmente las cualidades distintivas de esos terruños, sus aptitudes y la calidad de las uvas y los vinos que allí se producen.
Viñedos en Buenos Aires
En el año 2000 finalizó una proscripción histórica, marcada por la Ley 12.137, que promovía la creación de la Junta Reguladora del Vino y la prohibición de producir en distintas provincias, entre ellas, Buenos Aires, para potenciar a Cuyo. Con este cambio, arribaron proyectos que recuperaron antiguas chacras, muchas de ellas implantadas por inmigrantes, pero también se estudiaron suelos y terroirs para dar vida a otros varietales.
En cuanto a los viñedos en Buenos Aires, uno de los primeros establecimientos que vieron la luz en la provincia fue la bodega Saldungaray, en la zona de Médanos (a 50 km de Bahía Blanca y unos 440 km de la ciudad de Buenos Aires). Pionera, tuvo su primera vendimia en 2007. Manuela Parra, propietaria junto con su familia de la bodega, es una ferviente impulsora de las bondades del sudoeste bonaerense. Con su hermano Facundo, enólogo, y con Rubén Sfragara como consultor externo, avanza en una producción destacada.
Ubicada en una zona de valle de un sistema serrano, entre el cordón de Ventania y el de Pullahuinco, ofrece vinos elegantes y cepas como el Sauvignon Blanc, Chardonnay, el Pinot Noir, el Malbec, el Cabernet Franc y el Merlot. Manuela sostiene que las cepas elegidas lograron un excelente desarrollo debido a que se encuentran en una zona fría con alta heliofanía (horas de sol) y amplitud térmica, además de que es un sitio con bajas precipitaciones anuales -500mm de promedio-, clima seco y vientos constantes e intensos.
“Este lugar lo elegimos para hacer vinos luego de estudiar distintos puntos de otros sistemas serranos en otras provincias. Nos aferramos a una postura de una vitivinicultura moderna. Y del estilo de vino que se está buscando hacer”, resume Manuela.
Algo similar ocurrió con Puerta del Abra. Esta bodega, hoy a cargo de la enóloga Delfina Pontaroli, desde el año 2013 se emplaza en la localidad de Balcarce, en una zona del sistema de Tandilia que constituye uno de los relieves más antiguos del mundo. Entre las principales características se muestra la presencia de suelo calcáreo, algo que ofrece singularidades únicas, que remiten a lo mineral y que evocan al mar. Todo empezó con la plantación de tres hectáreas; actualmente suman 12. Además de uvas blancas, como Albariño y Riesling, cuentan con una amplitud de uvas tintas como Tannat, Pinot Noir y Bonarda. Recientemente lanzaron al mercado su Insólito Cabernet Franc 2019.
Cerca del mar, en Chapadmalal, se encuentra Trapiche Costa & Pampa, otro de los viñedos en Buenos Aires que fue punta de lanza de la región. Sobre esto, Ezequiel Ortego, su enólogo, menciona que todas las variedades que hoy en día tienen plantadas, se han adaptado al clima oceánico.
“Si tengo que elegir una, hoy iría por el Albariño, ya que es autóctona de una región similar como lo es Galicia en España. No solo ha podido sortear muy bien las distintas incidencias climáticas que tenemos sino que, además, sorprende por su calidad. Siempre decimos que, en Chapadmalal, las vides de Albariño las vemos ‘cómodas’, a pesar de los constantes vientos marinos y una humedad siempre presente”.
Costa & Pampa es una bodega experimental que nació en el año 2009 e incursionó en variedades como Pinot Noir, Chardonnay, Gewürztraminer, Riesling, Sauvignon Blanc, Merlot, Ancellotta, Pinot Gris, Pinot Blanc, Pinot Meunier, Albariño y Chenin Blanc.
Los que se ven con buenos ojos
Aunque estos proyectos han sabido dejar bien parado el nombre de la vitivinicultura bonaerense, también hay que mencionar otros que siguen el camino de recuperación y puesta en valor de otras geografías provinciales.
Es el caso de Bodega Al Este, también en Médanos, que se ufana de obtener excelentes exponentes merced a su terroir de suelos pre patagónicos, caracterizados por ser pobres en materia orgánica, y vientos que estimulan el desarrollo de una piel gruesa, lo que permite obtener vinos de mucho color y taninos.
También es el caso de la Bodega Cordón Blanco de Tandil (ubicada a unos 310 km de la ciudad de Buenos Aires). Fundada en el año 2007 por los hermanos Valeria, Mariano y Matías Blanco, cuenta con dos viñedos, caracterizados por un terroir granítico, calcáreo y franco arcilloso de gran poder de retención de agua y materia orgánica que posibilita trabajar una viticultura en secano. Con un sobresaliente Sauvignon Blanc en su haber, están -entre otros proyectos- construyendo la primera bodega de Tandil, lo que dará un interesante impulso a la región como polo vitivinícola.
No hay que olvidar el original proyecto de Santé Vins, comandado por el emprendedor Martin Abenel, oriundo de Punta Alta (a 680 km del Obelisco, aproximadamente). Él elabora desde un concepto de vinificación de baja intervención enológica. Usa uvas provenientes del viñedo Myl Colores, ubicado en Coronel Pringles (600 km de la ciudad de Buenos Aires). También sumó la elaboración y la experiencia de vendimiar con uvas de otros viñedos del Sudoeste de Buenos Aires, ubicados en Tres Arroyos, Bahía Blanca, Médanos, el Abra del Hinojo y las sierras de la Ventana.
En el último tiempo, la estrella en materia de vinos fue la zona del Delta que cobró particular empuje con la llegada de Gamboa. En el 2010, movido por el interés por el vino y el desafío de generar un emprendimiento en Buenos Aires, Eduardo Tuite comenzó a buscar un terreno apto. Asesorado por expertos, encontró el lugar ideal en Campana (apenas a unos 80 km del centro porteño) y ese mismo año se aventuró a plantar las primeras vitis. La vendimia inaugural se dio en 2021 y allí vieron la luz los tres primeros vinos de Gamboa. Cuenta con el asesoramiento de Gabriela Celeste, ingeniera agrónoma especializada en vitivinicultura y enología, quien dirigió durante 20 años el laboratorio EnoRolland.
Los suelos son francoarcillosos y con contenido de carbonato de calcio (calcáreo) y las principales cepas son Pinot Noir, Cabernet Franc y Malbec. El motivo de esta elección fue una sugerencia del agrónomo en base al análisis de suelos realizado al comienzo del proyecto. “Este año estamos sumando cepas blancas como Semillon y Riesling entre otras”, reveló Eduardo.
De esta manera, los vinos de la provincia, tanto los que se desarrollan en la sierra como en la cercanía del mar y el río destierran, a prueba de calidad, aquellos mitos que posicionaban a Mendoza como el altar de los enofans. Cerca del Obelisco, hay pruebas de ello.