Creció en contacto con la naturaleza, disfrutando de los veranos en la finca de su abuelo en San Rafael, Mendoza. Allí, Daniela Mezzatesta se enamoró del campo y sus procesos, por lo que resultó lógico que estudiara Agronomía en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Cuyo, donde se recibió con honores.
Daniela Mezzatesta pasó distintas etapas de investigación en Francia, Italia y Estados Unidos, trabajó en el INTA y fue becaria del CONICET y, al mismo tiempo, se desempeñó como especialista en investigación y desarrollo en viticultura en el ámbito privado. A través de su tutor de tesis de doctorado -un especialista en terroir de la Universidad de Burdeos- llegó a Terrazas de los Andes, donde hoy es líder de investigación, desarrollo y sustentabilidad en viñedos.
Este es un puesto clave en la bodega de Luján de Cuyo, Mendoza, ya que la totalidad de sus viñedos están en proceso de transición orgánica y están incorporando cambios constantes que se enfocan en la biodiversidad y el control de plagas sin intervención de productos químicos.
Daniela Mezzatesta, pasión y conocimiento al servicio del vino
¿Cuáles son los principales focos de tu tarea?
El primer pilar es el trabajo de suelos, porque con 250 milímetros de lluvia al año, el desafío es lograr suelos con más nutrientes, que capten más carbono y consuman la menor cantidad de agua posible.
El eje sobre el que se enfoca mi rol es la colaboración y la vinculación, tanto con nuestros equipos internos de viticultura, enología y sustentabilidad, como con equipos interdisciplinarios de investigación. Juntos abordamos estos temas que requieren de múltiples puntos de vista y saberes.
En este momento estamos generando compost para tener una fuente de fertilidad y una especie de “esponja” que retenga más agua en el suelo. También nos ocupamos de la biodiversidad: primero apuntamos a identificar qué es lo que tenemos y a promover lo que sabemos que ya es bueno, como las especies nativas de pájaros que se alimentan de insectos en el viñedo.
En ese sentido, también estamos reproduciendo plantas nativas para incluirlas a los viñedos, generando un ambiente complejo en diferentes estratos y practicando lineamientos de agricultura regenerativa.
Todo esto forma parte de la idea de sostener nuestra viticultura en el tiempo, somos conscientes de que cada intervención en el cultivo tiene un impacto y queremos que ese balance sea positivo hacia el ecosistema.
¿Cómo es el intercambio con las instituciones de investigación con las que colaboran?
En Terrazas de los Andes promovemos redes con diversas instituciones de investigación y así logramos mucho más que cada uno por separado. Colaboramos con el INTA, CONICET, la Universidad Nacional de San Luis y la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo, e incluso generamos colaboraciones con organismos internacionales. Desde ambos lados aportamos cosas y también buscamos que todos estos desarrollos lleguen al consumidor.
En ese sentido, también apelamos a la conciencia comunitaria y compartimos ese conocimiento. Por ejemplo, cuando arrancamos con las plantas nativas no teníamos registros previos y así fue como encontramos ArgentiNat, una plataforma colaborativa y abierta de ciencia ciudadana.
Allí vamos subiendo imágenes de todo lo que encontramos en los viñedos que quedan disponibles para cualquiera que esté interesado: ya tenemos 410 especies identificadas de 1600 observaciones. Ayudamos a generar esa base de datos porque creemos que la sustentabilidad es transversal y todas las personas de las distintas etapas de la cadena productiva participan en esto.
Daniela Mezzatesta ¿cómo se reflejan estos desarrollos en los vinos de Terrazas de los Andes?
Todo esto apunta un nuevo enfoque sobre el terroir. Ya hemos estudiado un montón los suelos, los sectores, las pendientes, el clima y el manejo cultural. Ahora tenemos que agregar este plus.
¿Qué pasa, por ejemplo, si tenemos coberturas vegetales que emiten aromas que se pueden pegar en la cutícula de la uva y transmitirse a los sabores del vino?
El Malbec Terrazas de los Andes Parcel Licán, por ejemplo, tiene muchas características de hierbas de montaña. Este viñedo en particular tiene cobertura vegetal diversa en su interior y está rodeado de parches de vegetación nativa. Entonces claramente hay una influencia directa en el aroma.
En paralelo, algunos estudios sugieren que tener una cobertura vegetal que compite por recursos con la vid puede generar cierta restricción de agua que incremente polifenoles y color. Hay un montón de preguntas y discusiones para explorar.
¿Cómo impacta este trabajo en paliar los efectos del cambio climático en el viñedo?
En la agronomía somos arquitectos del paisaje. Lo que hacemos genera cambios en factores como el control de plagas o el impacto de la temperatura en el viñedo, y de esa forma podemos mitigar los efectos del cambio climático con suelos más vivos o con vegetación nativa que fije más carbono.
Manteniendo el ecosistema más diverso y complejo hay viñedos más sanos, y podemos preservar mejor nuestras vides. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que en Las Compuertas tenemos viñedos de 1929 y es importante preservar ese material genético.
Otro punto a remarcar es el tema del agua, estamos especializados en la precisión de cuánta agua regamos en cada lote. Tenemos un equipo liderado por el agrónomo Mariano Dorado que está enfocado en seguir lo que pasa en cada temporada, recogiendo datos para saber exactamente cuánto regar según lo que cada parcela pueda retener.
Formás parte del Club de Mujeres Profesionales del Vino y en tus canales de comunicación buscás reflejar los roles de las mujeres en el ámbito vitivinícola. ¿Cuál es tu reflexión sobre el avance femenino en estos espacios?
Indagando en los roles de las mujeres en los equipos laborales, empecé a preguntarme qué pasa con una mujer que trabaja como operaria de vendimia en bodega y en finca. Y creo que el desafío era, años atrás, poder establecer un nivel de respeto. Hoy ya ves muchas chicas en distintos sectores de la bodega, aunque sigue habiendo mucho por hacer, sobre todo a nivel de viñedos.
Pero sí me di cuenta de que una mujer que aplica para un rol en bodega o en viñedo normalmente no tiene la misma experiencia que un hombre, porque en general, antes se ha dedicado a labores en su casa o a cuidar a sus hijos. Así, desde Terrazas de los Andes, estamos desarrollando programas para capacitar a mujeres, por ejemplo, en el uso de maquinaria, buscando generar igualdad de oportunidades.
En Terrazas de los Andes, en los últimos tres años la presencia de mujeres en puestos operativos en vendimia aumentó un 30% y eso también tuvo que ver con generar ambientes de respeto y solidaridad.