Crece el número de vinos certificados biodinámicos

Crece el número de vinos certificados biodinámicos
Viñedos otoño Valle de Uco Chingolo sobre pie de viñedo

Llamas, ovejas, gansos son algunos de los nuevos pobladores de los viñedos argentinos. Si la postal clásica incluía siempre las montañas y las hileras de vid, ahora hay una versión bio que suma animales a la belleza natural. ¿La razón? Una realidad pequeña pero creciente en su predicamento llamada biodinamia, de la que cada vez más vinos certificados llegan a la góndola.

A la fecha, hay diez productores de uvas y vinos biodinámicos certificados en Argentina, con un total de 331 hectáreas en producción. Son pocos comparados con otras regiones del mundo, pero muchos si se tiene en cuenta el efecto renovador que proponen: al ser la forma más radical de una manera de pensar y elaborar los vinos en sintonía con la sustentabilidad de la naturaleza y del hombre, propone una avanzada atractiva aunque no siempre fácil de realizar.

Qué es y qué no es biodinamia

Mucho se dice y escucha sobre esta concepción del viñedo y la producción de vinos. Que es esoterismo, que supone una vuelta al pasado, que prioriza valores que no son productivos. Algo de todo ello es el polvo que levanta la biodinamia en un mundo donde la única forma de dirigir la elaboración de vinos es hacia la productividad. Claro que hay otros enfoques.

“El método biodinámico se basa en algunos parámetros principales, como el no uso de agroquímicos, el uso de compost para el mejoramiento de la fertilidad, el uso de los preparados biodinámicos para dirigir los procesos biológicos, la formación de organismo agrícola incluyendo al ser humano y a su desarrollo profesional y humano, incluyendo además la presencia animal y el desarrollo del paisaje dentro y en los alrededores de las fincas, creando biodiversidad dentro y fuera de la finca”, sintetiza desde Alemania el ingeniero Eduardo Tilatti, presidente de la fundación Demeter Argentina, responsable de las certificaciones.

En esta línea, la idea central es la sustentabilidad y la biodiversidad, como valores del vino y su negocio. Y por añadidura, como sostiene uno de los más avezados enólogos en la materia, el chileno Álvaro Espinosa, que elabora en Argentina para Luna Austral, “la organización de la finca en la biodinamia es otra: funciona como un todo, por lo que se evita el ingreso de insumos al sistema, y, por añadidura, se realza la identidad de esa porción del mundo, que es el valor principal del vino y el terruño”.

De modo que, enfocada desde el consumidor, la biodinamia es una forma de producir uvas y vinos que realza el gusto particular, porque potencia esas condiciones. Hay que admitir, sin embargo, que la calendarización de las labores agrícolas siguiendo el movimiento de los astros resulta la parte más resistida, aunque completamente en línea con el pasado agricultor. Ese calendario, y sobre todo su divulgación, han dado pie a muchos malentendidos.

Nuevamente Tilatti: “Demeter no exige el uso del calendario, aunque esta es una herramienta (que ya usaban nuestros abuelos) que los agricultores aprenden a usar por los beneficios que les traen a sus cultivos. El calendario te indica los vaivenes de los fluidos dirigidos por la luna, y eso no es esoterismo, es pura ciencia”.

A pocos días de haberse otorgado el Nobel de Medicina a quienes lograron desentrañar el reloj biológico, las sincronías de otro alcance cobran nuevo relieve. Y, en eso, el marco de la biodinamia gana otro lugar.

Biodinamia argentina

La búsqueda de identidad para los vinos locales coincide —otra sincronía, podría decirse— con el desarrollo de la biodinamia. Aquí las certificaciones empezaron en 2007, aunque las prácticas vienen de más atrás, casi una década. Lo que sucede es que ahora hay una decena de vinos certificados en el mercado y el asunto comienza a cobrar otra relevancia.

Por tratarse de desiertos, los terruños argentinos son muy propensos a las prácticas agroecológicas y orgánicas. A la fecha, se estima que hay unas 3.000 hectáreas de uvas orgánicas en el país. De ellas, el 10% están certificadas como biodinámicas, ya que para serlo deben ser primero orgánicas. Mientras que la superficie orgánica crece lentamente, la biodinámica está estancada, dada la dificultad para conseguir la certificación Demeter.

Ahora, sin embargo, empiezan a llegar los vinos al mercado. El primero fue Finca Dinamia, seguido por Alpamanta, Krontiras y Ernesto Catena, además de Chakana, Escorihuela y Luna Austral. Todos ellos certificados incluso en cuanto al proceso de elaboración. Otros productores pequeños y en la misma línea son Chacra, Finca El Recuerdo y Comarca Biodinámica La Matilde en Córdoba.

Hay, no obstante, muchos otros productores biodinámicos, aunque no tengan certificación o estén en proceso de conseguirla. Kaiken es uno de ellos, junto con Can Pedra en Tupungato Winelands, entre otros. El asunto es que “Biodinámico” es marca registrada de Demeter, por lo que no pueden etiquetarse de tal forma hasta la certificación.

Detrás de esta movida hay un escenario creciente: los mercados escandinavos y de Norteamérica, cuyo consumo orgánico y bio viene en aumento. Así, mientras el mundo del vino se encamina hacia una producción y consumo más consciente de la sustentabilidad, Argentina forma parte de ese proceso. Algo que recién comienza. Y que conseguirá más espacio.

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