Desde hace décadas, variedades como el Chardonnay, el Torrontés o el Sauvignon Blanc dominan el panorama de los vinos blancos en Argentina. Sin embargo, en los últimos años han comenzado a asomar vinos varietales que llevan en su etiqueta nombres menos conocidos, algunos con una larga historia asociada a la vitivinicultura argentina.
Chenin Blanc crece
Es el caso de la Chenin Blanc -cuyo día internacional se celebra durante junio-, que usualmente se emplea como base para la elaboración de vinos espumantes, pero que hoy se luce en las etiquetas de numerosos vinos tranquilos, desde el D.V. Blanco Histórico hasta el Santa Julia Dulce Natural, desde Críos hasta Riccitelli Old Vines. Eso se refleja en la venta de esta cepa, que ha crecido un 23,5% en la Argentina entre 2010 y 2021, según estadísticas del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV).
“Chenin Blanc es un varietal no muy común de ver como tal, que sí se utiliza mucho como base de espumantes. Había sido dejado de lado para vinos tranquilos porque requiere un manejo muy cuidadoso en los viñedos, con el fin de evitar la podredumbre a la que es susceptible. Sin embargo, es una cepa que da lugar a vinos de mucha delicadeza”, comentó Juan Pablo Díaz, enólogo de Bodegas López, que históricamente ha empleado esta variedad en su línea Montchenot.
La delicadeza que menciona Díaz es uno de sus atributos, pero otra es su enorme versatilidad, que permite elaborar distintos perfiles de vinos capaces de expresar terruños diferentes, pero también las preferencias de quien lo elabora.
“El abanico de estilos es muy grande de acuerdo con la zona donde se cultive, el año y también la búsqueda de quien produce. Para nosotros, al ser una variedad muy delicada y elegante, hemos encontrado que la mejor manera de vinificarla es en piletas de concreto, sin epoxi, donde la microoxigenación hace un lindo trabajo descubriendo la tipicidad aromática de la variedad, siempre con levaduras nativas que nos ayudan a mantener la identidad y sin fermentación maloláctica, buscando siempre ser muy fieles a lo que la uva nos quiere contar en cada cosecha”, describe la enóloga Laura Principiano, de la bodega Zuccardi Valle de Uco, que elabora como varietal a la Chenin en su línea Polígonos.
“Creo que se pueden elaborar a partir de la Chenin tantos estilos de vinos como enólogas y enólogos hay: espumosos o tranquilos, secos o dulces, de guarda o del año”, coincide Andrea Muffato, enóloga de la bodega Michelini i Muffato, que produce el Propósitos Chenin Blanc. “Nosotros logramos vinos de una guarda riquísima, en la que se afina su acidez y se equilibra perfectamente con el cuerpo del vino. En Propósitos, el estilo por el que estamos apostando es de guarda y elegancia”.
Al mismo tiempo, la Chenin Blanc es muy apta para el vino del año, simple y fácil de beber, lo que queda expuesto en su crecimiento en un formato aún incipiente en la Argentina: el vino en lata. Entre 2010 y 2021, el volumen de Chenin envasado en lata creció un 57,9%.
Expresión mendocina
Aun cuando su presencia es cada vez más visible en las etiquetas de los vinos argentinos, paradójicamente su presencia en los viñedos es cada vez menor. La Chenin Blanc representa hoy tan solo el 0,8% de las vides plantadas y su superficie, que en las últimas décadas ha retrocedido significativamente. Primero, entre 1980 y 2010, cayó un 48%; desde entonces, la caída ha sido del 35%. Así es como de las 4803 hectáreas que había en 1980, en 2022 solo quedan en pie 1592.
Mendoza es, por lejos, la provincia que ostenta la mayor superficie de viñedos de Chenin Blanc.
Roberto de la Mota, enólogo que trabaja esta variedad en su línea La Primera Revancha, de bodega Mendel Wines, explica cómo se expresa en suelo mendocino:
“La Chenin Blanc en Mendoza adquiere características sobresalientes y típicas de la variedad
-aseguró-. Vinos con muchas frutas frescas, notas florales de flor blanca y acacia, frutos secos del tipo de avellanas, y en boca vinos también frescos, de buen volumen, graso y acidez. Sin embargo, la característica principal es su elegancia. Son vinos de muy buena intensidad, pero a su vez balanceados, donde ningún atributo sobresale demasiado, manifestando un equilibrio perfecto entre los aromas, su balance de frescura y acidez y el largo de boca. Por otra parte, una característica varietal en su lugar de origen (Francia) que también adquiere en nuestro terruño es su aptitud de guarda en botella”.
Versatilidad, delicadeza, elegancia y potencial de guarda son todos atributos que explican su renacer en la actual vitivinicultura argentina, que se traduce en nuevas etiquetas que sobresalen en su horizonte. “Creo que la razón por la que se está empezando a elaborar cada vez más Chenin Blanc es su pureza. Nos da todo lo que un gran vino necesita tener. Su simple “ser” puede entregar todo: equilibrio, acidez, estructura, jugosidad, frescura, elegancia, cuerpo…. Sin duda tiene un gran potencial de exportación”, agrega Mufatto.
En esa línea, De la Mota concluye con entusiasmo: “Tiene mucho potencial. Nosotros desde Revancha lo exportamos, incluso a Francia, que es su país de origen”.