¡Aló, winelover! Te escribo desde la tierra del sol y del buen vino (así llaman en Argentina a la provincia de Mendoza, y… ¡tienen razón!), donde decidí jugármela un rato más por la vida de digital nomad.
Te digo la verdad: si bien mi generación jura que es posible vivir de viaje y trabajar o estudiar de forma remota, jamás se me había cruzado esta idea hasta que me vi completamente inmersa en este lugar y con muchísimo por descubrir.
Así que, pasando en limpio, resolví extender un rato más mi trip, mi aventura vitivinícola, y sigo junto a la Cordillera de los Andes, explorando el mundo del vino desde adentro.
Te cuento que el frío llegó con todo. Sí, hay que abrigarse mucho, pero a esta altura del año en Nueva York estaríamos tapados de nieve, así que lo estoy tolerando muy bien.
Por estos lados ya nevó un poco en la montaña, aunque en la ciudad parece que no es tan frecuente. Lo que sí es algo de todos los días es el sol, que brilla hasta las últimas horas de la tarde, incluso ahora que se están acortando las jornadas. Como dice Juli, “el solcito nos da un changüí”, que quiere decir algo así como que nos regala una ventaja, un margen extra para estar al aire libre y disfrutar, aún los días de temperaturas bajas.
Como te imaginarás, estoy visitando todas las bodegas que puedo, conociendo gente, exprimiendo cada charla y dejándome llevar por los conocedores locales. Ya me acostumbré a que cualquier plan termina con amigos nuevos, la agenda llena de futuras “juntadas” (como les dicen acá a las reuniones o encuentros informales) y datos de panaderías para probar diferentes versiones de tortitas mendocinas que recorreré hasta que logre encontrar mi TOP #1.
Los días de semana suelo moverme sola mientras las chicas trabajan, así que aprovecho para explorar todos los lugares a los que puedo llegar por mis propios medios: en taxi, caminando, en bici o en transporte público.
Por eso, aquí te dejo tres bodegas en Mendoza Capital que descubrí en el último mes, muy cerca del centro, y te cuento por qué son imperdibles.
Bodegas en Mendoza Capital
ESCORIHUELA
Apenas llegué, Juli y Tomás me armaron una lista de spots cercanos para visitar mientras ellos no estuvieran disponibles como mis guías turísticos, y esta era la primera bodega en Mendoza Capital, así que decidí empezar por ahí. Chequeé la distancia con Google Maps y decidí ir caminando por la Avenida San Martín hasta el departamento vecino de Godoy Cruz.
Lo que más me sorprendió de Escorihuela fue encontrar un edificio del 1800 y de arquitectura florentina en medio del casco urbano de Mendoza, rodeado de casas, negocios y escuelas.
La visita me permitió conocer cómo eran las bodegas hace más de 100 años, cuando los viñedos rodeaban la ciudad, mucho antes de que la mayoría trasladara sus edificios a las afueras. Vale la pena recorrer la sala de toneles históricos y degustar sus vinos de los viñedos orgánicos y biodinámicos de Agrelo y El Cepillo, me enamoré del Escorihuela Gascón Organic Vineyard Malbec, super fresco y suave.
LOS TONELES
Me reservé este programa para la hora del almuerzo porque Abrasado, el restaurante de la bodega cuyo hit son las carnes maduradas, fue uno de los más recomendados por mis amigos locales y también por los blogs y cuentas de Instagram que revisé durante mi research.
Los Toneles es otra de las bodegas en Mendoza Capital, queda a 10 minutos del centro, así que es muy fácil llegar en taxi o pidiendo un auto a través de alguna app.
La visita es un viaje lleno de contrastes, que conjuga la historia de un edificio centenario y la vanguardia de su tecnología en un entorno trendy. Tiene detalles artísticos y arquitectónicos, como vitraux y las galerías típicas de la región de Cuyo.
Me gustó mucho saber que detrás de las marcas de nombres tan provocadores como Mosquita Muerta, Perro Callejero, Lobo con Piel de Cordero, Pispi y Sapo de Otro Pozo hay un proyecto familiar.
CASA TANO
Fue Alex, mi amigo de la vinoteca de Brooklyn, quien me compartió el perfil de Instagram de este pequeño proyecto “fuera de pista” que no podía dejar de visitar.
Casa Tano es una bodega urbana montada en un viejo taller de chapa y pintura que pertenecía a la familia de uno de los socios. Es un espacio muy especial, con murales que detallan el proceso vitivinícola, conjugando arte y vino de una manera súper descontracturada.
Además de las visitas, degustaciones y la posibilidad de comprar vinos de partidas limitadas (tienen una colección de varietales de diferentes orígenes cuyas etiquetas son un cassette, de esos que escuchaban mis papás en su walkman, o el vino de la casa que embotellan en el momento en un growler), lo que me encantó es que también podés comprar una barrica o participar de la elaboración de tu propio vino.
Es una propuesta joven y original, para vivir la experiencia del vino en primera persona y a la carta. Por supuesto, elegí un souvenir muy especial para llevarle de regalo a mi querido gurú… Shhhh.
En los próximos días te voy a estar contando nuevos hallazgos y más aventuras desde el pie de los Andes. Si ya visitaste Mendoza y tenés algún tip bodeguero para compartir, nos leemos en los comentarios. Y si todavía no lo hiciste, ojalá mi bitácora de bodegas en Mendoza Capital te inspire a viajar pronto. ¡Hasta el próximo descorche!