Simplicity and Complexity

Simplicity and Complexity

Simplicidad y Complejidad son, semánticamente, palabras opuestas. No obstante, así como ellas son diametralmente diferentes, también pueden ser muy similares en el mundo del vino. Y esta línea tenue que las separa es aquella en la que pocos logran equilibrarse en este universo que, para muchos, es puro glamour, pero que en verdad es un mercado como muchos otros en términos de dificultades, oportunidades y realidad. Paso a explicar:

El vino es, innegablemente, una bebida que inspira historias, que tiene historias y que encanta a mucha gente. Cada botella de vino contiene toda la historia de una familia, de una región, de una tierra. También contiene el trabajo de mucha gente, desde los más sencillos trabajadores de la cosecha, hasta los enólogos y bodegueros más renombrados y premiados. Y es en esta “fama” en donde radica el peligro, y donde lo complejo puede tornarse simple y lo simple, complejo.

Por ser un mercado en el que una botella de vino puede costar decenas de millares de dólares, por ser un mercado en el que las premiaciones y reconocimientos pueden inflar los egos mal-formados de mucha gente, por ser un mercado en donde el conocimiento más profundo puede pasar por arrogancia, las personas terminan un poco perdidas y sin saber cómo actuar en determinadas situaciones. Les voy a nombrar dos extremos que ya ocurrieron frente a mis ojos:

El primero: un sommelier recién recibido, que ya era mozo de la casa, a quien habían promovido hace poco y había ganado un curso en la ABS para especializarse y crecer, al intentar ayudar en la mesa de al lado, no supo sugerir un vino al cliente, que insistía en refutar las sugerencias del sommelier de manera arrogante. Y quien, al elegir otro vino y no los que le habían sido sugeridos, cuando el sommelier, se retiró, miró a su esposa y dijo: ”Este debe ser un mozo que el dueño puso hoy para cubrir el lugar del sommelier. Es esforzado, pero no entiende nada.”

El segundo extremo ocurrió en un restaurante durante un evento de degustación en el que un importante y reconocido sommelier de SP estaba presente (como participante y no trabajando), y quien al ver la dificultad de un sommelier al abrir una botella de un vino más antiguo, le pidió permiso para ayudarlo y, calmadamente, abrió el vino, salvándole la piel al muchacho. Una actitud humilde, prestativa, que no es fácil encontrar.

Qué quiero decir con estas dos ejemplos: Que lamentablemente vemos mucho más situaciones como la primera que como la segunda, y esto es reflejo de un mercado todavía muy poco profesional y maduro. Vemos muchos “entendidos” alardeando con palabras difíciles, fanfarroneado, excediéndose, cuando esto no es necesario. No es necesario y no debe serlo, ya que estas personas alejan al nuevo consumidor del vino, quien tiene interés, pero cree que el vino es una bebida para pocos y “de cursis”.

Considero que, el gran mérito del buen profesional del vino, ya sea periodista, bloguero, enólogo, sommelier o hasta un enófilo, está en el hecho de equilibrarse sobre esta tenue línea que mencioné, la que separa la complejidad de la simplicidad. Que hable técnicamente, que hable difícil cuando es necesario y con quien es necesario. Y que actúe de la misma manera. Sin embargo, aunque tenga tanto conocimiento, tanta experiencia, tanta fama, cuando se encuentre entre gente común, que no pertenece al mundo del vino, que no necesita y no quiere cursilería, que actúe como ellos, mostrando simplicidad y proximidad. Y mostrando simplicidad, está mostrando complejidad también. La complejidad de ser simple.

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