Eric y Sophie, oriundos de Quebec, están de viaje por Buenos Aires. Para su cena, eligen un glamoroso restaurante de cocina contemporánea situado en Palermo. Ni bien llegan, el sommelier los acompaña a la mesa y les ofrece la carta de vinos mientras les sirve una copa de bienvenida. Eric repasa la lista y, para su pesar, no la entiende: no sabe muchos acerca de los vinos y no está seguro de qué pedir. Atento a las circunstancias, el sommelier les consulta acerca de sus preferencias. “Burdeos”, dice Eric. Y ese dato es suficiente para que comience a sugerirles desde tintos de corte hasta un Semillón dulce local.
Sucede que el vino argentino tiene equivalencias de estilo con otros más conocidos, y así, un paladar conocedor —como el de un sommelier bien formado— puede establecer relaciones entre unos y otros. Burdeos, Borgoña y Champagne, las referencias más utilizadas a la hora de explicar el estilo de un vino o dar con la sugerencia más indicada, tienen similitudes comparables con vinos argentinos. A continuación, proponemos una guía simple para establecer esos parentescos con vinos locales.
Paladares bordeleses
Como Eric y Sophie, aquellos que disfrutan del sabor sofisticado y el vigor de los tintos de Burdeos deberían saber que entre los enólogos argentinos las variedades bordelesas son las que mandan. Pero aquí el sello lo define el Malbec, siempre junto al Cabernet Sauvignon y, en menor medida, el Merlot, el Petit Verdot o el Cabernet Franc. Para saborear tintos argentos de perfil bordelés, hay que probar vinos históricos, como Enzo Bianchi Gran Cru 2008, Cheval des Andes 2010, Carmelo Patti Gran Assemblage 2004 o Arnaldo B Gran Reserva 2011. Tienen varias cosechas en su haber.
Una nueva tendencia local propone, sin embargo, redescubrir la elegancia del assemblage con fórmulas aggiornadas. Así son Gran Enemigo, donde el Cabernet Franc es protagonista con una pequeña dosis de Malbec y Petit Verdot, Per Se La Craie, Cabernet Franc al 65% y resto de Malbec con sabores próximos a Saint Emilion, o Mendel Unus, en el que la dupla Malbec y Cabernet Sauvignon suma la rusticidad del Petit Verdot.
En materia de blancos, los fanáticos del Semillón y el Sauvignon Blanc, elaborados con los frutos próximos al río Garona, encontrarán en Argentina etiquetas para aprovechar. Por ejemplo, los clásicos Semillón de Ricardo Santos 2014, Finca La Anita 2014 y también el longevo Tomero 2009. En cuanto al Sauvignon Blanc, Argentina propone algunos austeros de perfil old world, como Lagarde 2014, Mariflor 2013, de Michel Rolland, y Sylvestra 2014, elaborado por el enólogo argentino Walter Bressia.
Burgundy lovers
El terruño bourguignon cautiva cada vez más a los enólogos argentinos. Y si bien por años se creyó que era imposible igualar por estas latitudes el estilo sutil y complejo de sus tintos o la elegancia filosa de sus Chardonnay, hoy varias etiquetas demuestran lo contrario. En cuanto a los tintos, el primer consejo es apuntar a la Patagonia, más precisamente a Río Negro. Allí, el clima austral y los suelos pobres delinearon un estilo de Pinot Noir delicado con muchos puntos en común con los del sur de Côte de Nuits. Por ejemplo, Chacra 32 2011, elaborado con uvas de una finca plantada en 1932, también Humberto Canale Old Vineyard Pinot Noir 2012 e incluso el Trousseau 2014, que embotella el enólogo Marcelo Miras en la zona. La altura del Valle de Uco, en Mendoza, da lugar a algunos Pinot Noir de ensueño, con algo más de carácter, como los de la región central de la Côte de Nuits. Por ejemplo, Porfiado 2011, de Zorzal Wines, el histórico Rutini, hoy con su cosecha 2010, y desde La Consulta, Altocedro Año Cero 2013.
En cuanto al Chardonnay, el Valle de Uco, principalmente los rincones de Tupungato, se convirtió en la meca para la reina de los blancos. Sus suelos pedregosos y calcáreos a más de 1.300 metros de altura son responsables del perfil tenso y complejo que hoy refunda la historia de los blancos argentinos. Entre estos, se destacan White Bones 2009 y White Stones 2010, vinos que nacen de la heterogeneidad de suelos que propone la finca Adrianna que la bodega Catena Zapata posee en Gualtallary. A estos se pueden sumar Pr1mus Chardonnay 2012, Escorihuela Gascón Pequeñas Producciones 2010 y Lindaflor 2012, elaborado con uvas de Vista Flores.
Bebedores Champagne
Con más de un siglo de experiencia en la elaboración de vinos espumosos, Argentina puede confundir a más de uno con sus exponentes más sofisticados. A la hora de las etiquetas high-end, la fórmula es Pinot Noir y Chardonnay de zonas frías, como Valle de Uco, y una larga maduración mediante el método champenoise para calibrar las burbujas. Entre los que se emparentan al estilo francés, está Rosell Boher Grande Cuvée Millésimée 2008, assemblage con setenta meses de crianza sobre lías. También, el más tradicional Baron B Brut Nature de Bodegas Chandon, vigente desde los años setenta. Y, asimismo, la última obra de Pedro Rosell, enólogo emblema de los espumosos locales, Cruzat Grand Millésimée 2006. En plan de beber la justa tradición, Boheme, de Luigi Bosca, es la única etiqueta local que acude al trinomio de Champagne con una dosis de Pinot Meunier en su cuvée.
Con esta guía como referencia, así como el sommelier logra guiar a Eric y Sophie hacia buen puerto, todo amante de los sabores franceses podrá encontrar el vino argentino más indicado para su paladar.