En las bodegas, en la prensa, en las catas de vino, una pregunta reverbera hoy en las copas: ¿qué diferencia a los terruños argentinos del resto del mundo? Así planteada, la pregunta es tan amplia como inaprensible. Porque en cada región, en cada microterroir, Argentina tiene una respuesta para dar.
Con la mayoría de los terruños ubicados en una franja de desierto al pie de Los Andes, a primera vista Argentina parece un país homogéneo. Sin embargo, esa franja de desierto tiene alturas tan variables que van desde los 600 metros sobre el nivel del mar, en el Este de Mendoza y el Valle de Tulum en San Juan, a los 1600 metros del Valle de Uco y Pedernal, en las provincias de Mendoza y San Juan, respectivamente.
Así, a la hora de abordar los terruños de Argentina, lo mejor es ponerlos en contraste por su altura. Es decir, que Pedernal y Valle de Uco son más parecidos entre sí. La razón hay que buscarla en que a una altitud similar –conviene saber que cada 100 metros de ascenso lineal la temperatura promedio desciende casi 1ºC-, tienen más parentesco entre sí que si se los compara con otras regiones latitudinalmente gemelas, pero a alturas muy diferentes, como sucede con el Este mendocino y Tulúm en San Juan.
Y si hasta hace poco se hablaba sólo de los vinos de las provincias de Mendoza o San Juan, la realidad de las copas obliga a fragmentarlas no tanto en unidades políticas, sino en terruños específicos. Es en el contraste de detalles donde reinan las mayores diferencias. Y a esos detalles nos abocamos a continuación.
Terruños frescos: Uco y Pedernal
Al sudoeste de la ciudad de Mendoza y enclavado al pie de la cordillera de Los Andes, el Valle de Uco es hoy una de las mayores promesas del vino argentino. Con unas 26.700 hectáreas cultivadas con vid, entre 900 y 1400 metros de altura, es una región de un floreciente resurgimiento a contar de la década de 1990, cuando los viñedos comenzaron a ascender hacia los faldeos de los cerros de la mano del riego por goteo. Un dato: entre 2002 y la fecha, el viñedo de Uco creció el 84%, con casi la mitad de la superficie de Malbec.
Este progresivo ascenso hizo del Valle de Uco un raro terruño local: tan desértico y de suelos aluviales como todos los viñedos del pedemonte argentino, la diferencia central está en que desde el punto de vista de las temperaturas el valle es el único terruño fresco de Mendoza. Para el enólogo Marcelo Pelleriti, de Bodega Monteviejo, se trata de un “un combo climático que beneficia la maduración de los frutos y la conservación de niveles más elevados de acidez, lo que se traduce en vinos muy frescos y vivaces”. Por todo esto, las variedades blancas plantean un capítulo aparte ya que tanto Chardonnay y Sauvignon Blanc se encuentran entre las principales apuestas de la zona. Mientras que en tintas, destaca el Malbec por su textura y nervio.
Su ubicación cercana a la cordillera, sin embargo, esconde otro secreto: una gran diversidad de suelos. Según la altura y la ubicación dentro del valle respecto de los principales ríos, hay desde suelos pedregosos profundos hasta arcillosos con importante presencia de canto rodado, a los más codiciados –por su escasez- con manchas calcáreas como rasgo diferencial.
El Valle del Pedernal, por su parte, es el equivalente sanjuanino de Uco. Mientras que la altura cubre un rango de 1200 a 1400 metros sobre el nivel del mar, la diferencia más importante está dada por el perfil de suelos: aluviales, también, ofrece otros componentes minerales debido a que la precordillera, donde está emplazado, es más antigua en términos geológicos que la cordillera. Plantado a contar de la década de 1990, Pedernal comprende hoy un puñado de fincas, con apenas unas 700 hectáreas de viñedos, promete la renovación del vino de San Juan. En palabras de Eduardo Casademont, enólogo de Finca Las Moras, “los vinos de esta región conservan muy buenos niveles de frescura natural, a diferencia del resto de la provincia, y ofrecen colores profundos más una estructura sofisticada ideal para la obtención de vinos de guarda”, describe.
Terruños cálidos
Con viñedos ubicados entre los 600 y los 750 metros de altura, las temperaturas de la llanura en Mendoza y San Juan son la llave de un estilo de vinos ligero y frutado: durante una tarde de verano, por ejemplo, ascienden a 35º y 40ºC sin inconveniente. Y si bien es cierto que por la noche cae, en términos concretos es una zona caliente. Entre ambas, concentran la mayor producción de uvas de Argentina, con 110.000 hectáreas.
El Este mendocino es el corazón de la industria vitivinícola provincial. Con unas 80.000 hectáreas cultivadas, en este oasis de llanura formado por los departamentos de Rivadavia, San Martín y Santa Rosa, se encuentran muchas de las bodegas más grandes del país cuya producción se caracteriza por sus vinos de mesa y granel.
La distancia a la cordillera marca dos diferencias claves con los terruños comentados hasta aquí. Una, los suelos son de origen eólico o fluvial –es decir, por arrastre del viento o por sedimentación de lagunas- por lo que son profundos, con arcilla, limo y arena como principales componentes. La otra, la baja altura relativa a otros terruños, que trae aparejada altas temperaturas.
“Esa condición permite obtener grandes rendimientos de uva, con vinos joviales y de expresión frutal,” explica Alejandro Vigil, de bodega Catena Zapata. A la fecha, sin embargo, algunos productores buscan un perfil de vinos de alta gama y apuestan por variedades no tan aclamadas como Bonarda, la tinta más cultivada en la región, verdadera estrella de la viticultura esteña.
El Valle de Tulum, por su parte, es a San Juan lo que el este a Mendoza. Con viñedos concentrados en los departamentos de Pocito, Albardón, Caucete, San Martín y Sarmiento, cubren unas 25.300 hectáreas que representan algo más del 50% provincial. Con una altura promedio de unos 600 metros sobre el nivel del mar, forma una llanura entre dos cordones montañosos –la precordillera y la sierra de Pie de Palo-, con suelos arenosos y arcillosos profundos.
La variedad que mejor rinde es el Syrah. Muy adaptada al clima caliente y extremo, resulta el emblema del valle. Allí da vinos ideales para el consumo joven que, según Casademont, son “de gran intensidad frutal, concentrados y carnosos, con un perfil ligeramente exótico y un paladar amable de taninos dulces y suaves”. Mientras que en blancos, en la zona campea el Torrontés sanjuanino, con características propias respecto al riojano: fragante y de perfil más amplio en boca, se emplea para muchos vinos blancos cotidianos.
Photo: http://www.tupungatowinelands.com/es/ubicacion/valle-de-uco