La elaboración de vinos orgánicos avanza a paso firme en nuestro país, y estos comienzan a ser referentes en los mercados más exigentes.
La superficie mundial de cultivo bajo certificación orgánica se ha duplicado durante la última década. Aumento que responde a una demanda en constante crecimiento en cada rincón del planeta. La razón hay que buscarla en un cambio de hábito. Según estudios realizados por la Unión Europea, por ejemplo, el 35% de sus habitantes prefiere aquellos alimentos libres de agroquímicos, pesticidas, fungicidas y fertilizantes químicos a la hora de realizar sus compras. Y no son los únicos.
Al favoritismo que despiertan en la población los alimentos elaborados mediante prácticas amigables con el medio ambiente, se suma la tranquilidad que transmiten por tratarse de los más saludables. E incluso hay consumidores que aseguran que además tienen mejor sabor.
Dentro de este grupo de productos, los vinos orgánicos cumplen un rol protagónico y sus responsables son considerados referentes del ámbito. Su avance en el mercado supera las estadísticas promedio: de 2004 a la fecha, la superficie mundial de viñedos orgánicos se ha triplicado hasta alcanzar 256.000 hectáreas, de las cuales el 80% se encuentra en Europa.
Este fenómeno tiene su correlato en Argentina, donde los viñedos con certificación orgánica ya cubren 2.500 hectáreas y cuyos frutos son utilizados por sesenta productores para elaborar vinos naturales. ¿El destino? La exportación: la uva destinada a vinos de venta off shore, según fuentes oficiales, alcanza los 10.659.526 kilos, cifra que triplica los valores de 2003. Si los convirtiéramos a litros elaborados, con un rendimiento del 70%, rondarían las 7.500.000 botellas.
Una terroir de oportunidades
“Las regiones vitícolas de Argentina ofrecen condiciones agroecológicas ideales para la producción de vinos orgánicos”, asegura Patricia García, presidenta de Letis, empresa encargada de certificar las correctas prácticas orgánicas en los viñedos locales. Una declaración fácil de explicar: la mayor superficie de viñedos del país se ubica en zonas áridas y desérticas, de clima seco, con gran cantidad de horas sol. Todos factores que permiten prescindir del uso de productos de síntesis a la hora de asegurar sanidad en la viña. Asimismo, estas regiones, alejadas de centros urbanos e industriales, son libres de polución o contaminación, además de estar rodeadas de una maravillosa biodiversidad. Incluso quienes no tienen la intención de elaborar vinos orgánicos pueden descartar el uso de productos de síntesis con total seguridad. En ese sentido, Sebastián Zuccardi, cuya bodega familiar certifica vinos orgánicos desde 1999, aporta: “En Mendoza, generalmente realizamos unas tres curaciones anuales sobre los viñedos, de modo preventivo, con azufre y cobre (productos naturales autorizados por las prácticas orgánicas), mientras que en otras partes del mundo pueden llegar a diez o doce y con otros productos”.
Pero no solo las condiciones naturales dan cuenta del potencial para la producción orgánica en Argentina. “Además de las condiciones agroecológicas para la obtención natural de materias primas, las prácticas realizadas en los viñedos y los procesos de transformación en el país se adaptan a las normas internacionales más exigentes”, apunta Patricia García. Es decir, a los factores naturales se suman los hábitos de cultivo natural desarrollados a conciencia durante años por los productores locales. Ellos limitan la intervención sobre los viñedos y sus vinos en obediencia a la premisa que muchos aprendieron del padre de la vitivinicultura argentina, el cura Francisco Oreglia, quien decía: “El mejor vino es siempre el más natural”.
“Elaborar estos vinos es una decisión personal que exige una filosofía de trabajo y gran responsabilidad”, sentencia Alex Macipe, gerente de Bodega Krontiras, cuyos vinos cuentan con certificación orgánica y biodinámica. Convicción que comparte con otros productores, como Domaine Bousquet, Colomé, Ernesto Catena, Chakana, Noemía, Familia Zuccardi, Vinecol, Caligiore y Alpamanta, por mencionar algunos referentes cuyos vinos se pueden obtener en decenas de mercados.
Estándares internacionales
A diferencia de otras épocas, las etiquetas argentinas de vinos orgánicos se ubican dentro de los segmentos premium. Ya no se trata de vinos económicos elaborados a pedido de clientes, sino que ofrecen la calidad que requieren los mercados más exigentes del planeta. De hecho, los principales destinos para estas botellas son la Unión Europea (80%), Estados Unidos (10%) y Asia (5%), todos con rigurosos controles y estándares de calidad.
Solo existen dos factores del viñedo que resultan desafiantes para el productor orgánico: la fertilidad del suelo y el control de malezas. “Como los suelos de desierto son nutricionalmente pobres, se utiliza compost y guano para mejorarlos. A la hora de desmalezar, se recurre a mano de obra. El proceso es más lento y costoso, pero vale la pena”, explica Zuccardi.
Mientras cada vez más productores se acercan a las certificadoras para comenzar con los trabajos de conversión, las mismas certificadoras estiman que en los próximos años la superficie de viñedos orgánicos se incremente un 15%. Un avance que da cuenta de un fuerte compromiso por el medio ambiente, que ubica a Argentina entre los países con mayor proyección en el mercado de los vinos orgánicos.