¡Hola, hola, winelover! ¿Qué tal estás? Espero que muy bien. Yo sigo con mi road trip. Atrás quedaron Mendoza y Jujuy. Y ahora… ¿qué hago ahora? Ahora es el turno de los vinos de Córdoba.
Llegué a esta provincia, una de las más grandes de Argentina, por recomendación de un grupo de chicos que conocí en Jujuy, y estoy más que agradecida de haberles hecho caso porque en mi plan original esta provincia no estaba dentro de la ruta del vino. No termino de entender por qué…
Córdoba está justo en el medio del país. Sus paisajes son un sueño: sierras, ríos zigzagueantes, verde por todos lados y lagos en cada pueblo y ciudad. Su belleza la convierte en uno de los destinos favoritos del turismo interno. ¿Viste El Señor de los Anillos? Bueno, La Comarca.
Aquí todos toman fernet con gaseosa; es su bebida de cabecera. Obvio, me animé a probarla y bueno, como con el mate, vamos despacio. Pero no es lo único, por supuesto, también hay vinos de Córdoba. Aquí hay bodegas y proyectos vitivinícolas muy interesantes que vale la pena conocer. Incluso hay ruinas de una bodega con trescientos años de historia que da cuenta que Córdoba es tierra de vinos desde hace mucho tiempo.
Recorrí algunas bodegas, conocí productores y, como te imaginas, te los quiero presentar.
Vinos de Córdoba: proyectos que crecen a paso firme
La Matilde: una propuesta biodinámica
Viajé al valle de Traslasierra, una región ubicada al oeste de la provincia y una de las zonas productoras de vino más pujantes. Atravesar el camino de las Altas Cumbres es un sueño; si vienen de visita, no se lo pierdan. Mi primera parada fue la bodega y posada La Matilde, en San Javier, epicentro de la producción local de los vinos de Córdoba.
La Matilde es una estancia de campo hermosa. Tiene hotel, bodega y un sinfín de actividades. Su especialidad son los vinos orgánicos y biodinámicos, que producen a partir de sus 30.000 m2 cuadrados de viñedos.
Este proyecto nació en 2009, así que es bastante joven. La posada se inauguró en 2015. Entre sus varietales se destacan el Cabernet Sauvignon, el Malbec y el Tannat, cepa en la que fueron pioneros en la zona.
Una de las particularidades de la bodega es su interés por la preservación del medioambiente y la producción sustentable. Por ejemplo, para su construcción, se usaron ladrillos de adobe y pinturas sin elementos químicos.
También implementaron energía solar para calefaccionar la posada y un sistema de riego que les permite reutilizar el agua de lluvia. Su ubicación privilegiada le brinda casi 300 días de sol al año y un régimen de lluvias que favorece la maduración de las uvas.
Además de la bodega, la finca cuenta con un hotel, restaurante con platos hechos con vegetales de su huerta orgánica, almacén de campo y ¡hasta una heladería! El lugar es un paraíso del ecoturismo. También ofrece cabalgatas, clases de equitación, safari fotográfico, un circuito por los caminos del vino y, por supuesto, degustaciones.
Acá te dejo los vinos que sí o sí tenés que probar en La Matilde: Ladrón de Corazones Malbec y Sierra Roja Tannat.
Aráoz de Lamadrid: vinos, arte y naturaleza
A pocos minutos de La Matilde, llegamos a nuestra segunda parada: la bodega Aráoz de Lamadrid, un emprendimiento familiar de 11 hectáreas, al pie del Cerro de los Linderos. Lo primero que me impactó fueron sus colores, una paleta estridente enclavada en medio del follaje natural y de un parque lleno de estanques, flores de loto y esculturas.
En Aráoz de Lamadrid conviven la naturaleza y el arte. Sus primeros viñedos datan del 2012. Actualmente continúan con la producción de vinos en los que buscan imprimir la «identidad cordobesa». ¿De qué se trata? De que sus botellas contengan jarilla, peperina, poleo y palo amarillo, entre otras hierbas aromáticas de la región. «Que se exprese el monte», como dicen sus dueños, Ana Jordan y Goyo Aráoz de Lamadrid.
La bodega fue inaugurada a fines del 2017. Se dedica a la creación de vinos de Córdoba jóvenes tintos, blancos y rosados, sin paso por barricas, y a vinos tintos de guarda. De momento, hacen 18.000 botellas al año.
Entre las más de 30.000 plantas que habitan los jardines de Aráoz de Lamadrid hay 11.000 vides, con dos tipos de uvas blancas y nueve tintas. Una curiosidad: la finca tiene un cactario, con unos 2.000 cactus de toda América. También restaurante, hotel y almacén orgánico, todo decorado por decenas de piezas de artistas y artesanos locales.
Obviamente, ninguna visita está completa sin una degustación de vinos acompañados por algunos manjares autóctonos: quesos, quesos de cabra, tortillas, fiambres y otras especialidades.
Aquí, el que recomiendo: Aráoz de Lamadrid Gran Reserva Bonarda.
Bodega Noble San Javier: pioneros en Córdoba
La última escala de nuestra bitácora por los vinos de Córdoba es Noble San Javier, “el vino de mi pueblo”.
Esta pequeña y multipremiada bodega familiar fue fundada en 2002 por su actual dueño, Nicolás Jascalevich. Su viñedo tiene tres hectáreas en producción, divididas entre Malbec, Syrah, Merlot y Cabernet Sauvignon. La altura del lugar, que oscila entre los 900 y los 1.100 metros, brinda un clima propicio para el cultivo de estos varietales.
San Javier hace vinos de manera orgánica y biodinámica. Su capacidad de producción es de entre 15.000 y 20.000 botellas por año. La bodega permanece abierta al público los doce meses, con una propuesta integral al pie del cerro Champaquí, el más alto de Córdoba.
Su hostería, Las Jarillas, fue bautizada así por un arbusto de la zona cuyas ramas se usaban en construcciones y cuenta con siete habitaciones. Toda su estructura está hecha con maderas y piedras.
Acá van los imperdibles de bodega Noble San Javier: el merlot del que todos me habían hablado y Champaquí Malbec.
Bueno, hasta acá la primera parte de mi trip cordobés. Espero haberles transmitido la alegría que me produjo descubrir esta provincia tan maravillosa. Te espero en las siguientes páginas de este diario. ¡Hasta la próxima, winelover!