Vinos argentinos añejos llegan al mercado

Vinos argentinos añejos llegan al mercado

La guarda es un tema tabú en Argentina. No tanto porque los consumidores, locales o extranjeros, no tengan ganas de probar la seda de los años, sino porque, y esta es la cuestión, las bodegas en general no atesoran vinos y los restaurantes venden hasta la última botella con regularidad. O así era. Porque las cosas están cambiando.

Allá por las décadas de 1990 y 2000, algunas bodegas hicieron un silencioso stock. Silencioso, ya que no tenía mucho sentido contarles a los consumidores que se habían estibado algunas botellas para el futuro. El asunto es que ahora esas mismas casas comienzan a liberar a cuentagotas algunas joyas de veinte y treinta años. Y algunos restaurantes, curiosamente, están también dispuestos a ofrecerlas.

Como en esos raros mecanismos de relojería antiguos, de pronto los engranajes comienzan a girar y el tiempo de las botellas, hoy, puede liberar su magia. ¿Pero cuáles son?

Catas verticales

Entre las bodegas que apostaron por el tiempo, Trapiche, Catena, Nieto Senetiner y Luigi Bosca llevan la voz cantante. Ellas tienen vinos guardados de la década de 1990 en adelante —y algunas botellas más viejas también—, que ahora ofrecen en cajas de diversas añadas.

Por ejemplo, en octubre de este año Saint Felicien lanzó una caja de seis botellas de Cabernet Sauvignon con las añadas 1993, 1995, 1999, 2004, 2005 y 2006 (US$ 400); o bien una más corta, de dos botellas de cada añada, entre 2004, 2005 y 2006 (US$ 115). Mientras que Trapiche ofrece su ya clásico Medalla, con un estuche Retrospectiva, en el que propone cuatro botellas de las añadas 1994, 1995, 1997, 1999 (US$ S/D). También Luigi Bosca presenta Finca Los Nobles Field Blend Cabernet Bouchet 2010, 2011 y 2012 en un estuche de madera (US$ 215), y Don Nicanor Single Vineyard Villa Blanca lanzó un estuche de tres botellas, 2011, 2012 y 2013 (US$ 195).

Lo interesante del caso, más allá de las añadas y de lo escaso que resulte la oferta que, por ahora, sólo puede comprarse en Argentina, es la puesta en valor de los vinos añejos, así como los engranajes que ahora giran con esta nueva movida.

Archivos de bodegas

Hay casas, como Rutini, que tienen guardadas botellas desde la década de 1990 y que están a la venta a cifras astronómicas. Las comercializan en forma directa, como Felipe Rutini 1993 a 1.800 dólares. O también casas como Alta Vista, que atesora, en una vistosa cava y tras unos fornidos barrotes, la historia de su ícono Alto, desde 1998 en adelante. En la actualidad, se puede comprar directamente en la bodega una caja de 1998, 2003, 2005, 2006, 2009, 2011 en 1.050 dólares estadounidenses.

Pero como siempre sucede en estos casos, ahora que vuelve a hablarse de vinos añejos se descubren en las cavas de las bodegas algunos tesoros. Muchos de esos tesoros redescubiertos se pueden beber hoy a un valor considerable en el restaurante Don Julio de Buenos Aires. Ahí, en la cava inaugurada este año y a expensas de un arduo trabajo de la casa, bodegas como Norton, Catena Zapata, Bianchi, Noemía o Weinert depositaron joyas de su pasado como en un banco. Por ejemplo, hay botellas de Norton desde 1950 disponibles para probar, amén de su invicto Norton Malbec 1974. O bien, de uno de los vinos más sabios de la década de 1970, Cavas de Weinert 1977, del que tienen algunas botellas.

Y mientras que en Don Julio trabajan duro por conseguir más, otros restaurantes, como Oviedo o La Brigada, también en Buenos Aires, ofrecen lo más granado desde las décadas de 1980 y 1990. Son dos casos particulares, en especial el primero, ya que Emilio Garip, su propietario, guarda en cava refrigerada desde la apertura de la casa. Tiene algunas de las verticales completas de etiquetas clásicas argentinas y, en la última subasta solidaria organizada en Buenos Aires, un ejemplar de Trapiche Medalla 1983 por él guardad se vendió a 1500 dólares.

Lo curioso, lo lindo de este reverdecer del tiempo, es que llega como una respuesta en justa sincronía con una demanda histórica hacia los vinos argentinos: el potencial de guarda. Ahí están las botellas para ofrecer sus testimonios del pasado. Y los consumidores, para dar su veredicto.

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