En el mapa del vino, existen muchos lugares extremos: esos son los que definen un carácter particular. Así como está Chablis para los Chardonnay acerados de Francia, existen Pinot Noir singulares en Central Otago, Nueva Zelanda.
La razón por la que esos vinos son únicos es múltiple: están el productor y el estilo del vino, por un lado, y las posibilidades que el terroir ofrece, por otro. Así, mientras sería imposible hacer un Cabernet Sauvignon en cualquiera de las dos regiones mencionadas (no maduraría nunca), sí podrían ambas tener Chardonnay, pero una logró especializarse en esa uva y en un estilo de vinos.
Siguiendo este razonamiento, Argentina tiene tres marcos propios para desarrollar estilos de vinos singulares más allá del Malbec. Se trata de zonas que están en exploración y que, por ello, no necesariamente tienen una definición en sus productos. Ahí hay una oportunidad de oro para ofrecer al mundo un sabor propio y, al mismo tiempo, con origen específico.
Chardonnay continental y de altura
Hay un nuevo universo de blancos despuntando un camino propio en Argentina. Mientras avanzan los viñedos hacia las alturas de Uco —que ya alcanzan los 1.600 metros y algo más—, comienza a delimitarse una zona extrema para el cultivo del Chardonnay que es única en el globo (al menos por ahora). En pocas palabras, se trata de obtener un blanco de zona fría pero soleada, exactamente la antípoda de lo que se consigue en el mercado mundial. Ese blanco requiere una definición gustativa sobre la que las bodegas están trabajando, pues la parte difícil de la ecuación es ensamblar frescura y madurez. Ya hay algunos ejemplos.
José Galante, enólogo legendario en materia de Chardonnay, encontró un punto especial de equilibrio en Salentein Single Vineyard 2015, donde la acidez está bien domada con el volumen del vino, trabajado con borras y madera. Otro buen ejemplo es Catena Zapata White Stones 2012, en el que la crianza y la uva van bien ensambladas. Otro tanto sucede con Domaine Bousquet Reserve 2015 y Dedicado Chardonnay 2015.
En comparación con otros del mundo, la riqueza de volumen, la madurez de los aromas y la intensidad de la frescura suponen un punto de diferenciación para Argentina. Lo interesante es que esa condición también podría trazar un arco propio para otras variedades, sobre las que conviene explorar: desde Pinot Gris a Sauvignon Blanc y otras más continentales, como Verdejo. En esa línea, también hay etiquetas concluyentes en el mercado.
Cabernet Franc de frío y sol
Los sabores diferentes de la variedad, que le granjearon su reputación a lo largo de los años, parecen haber encontrado en los desiertos de altura una nueva expresión. Hasta ahora, la mayor parte de la enología aplicada a la obtención de tintos con Franc respetó el componente vegetal —que no desaparece en la altura— pero le exigió concentración.
Hay, sin embargo, otra forma de entender el Cabernet Franc, donde la altura debería ser clave para ofrecer frescura y un tinto más ligero. Algo de eso ya puede probarse en el mercado doméstico, en Rompecabezas Cabernet Franc 2014 y Polígonos de Valle de Uco, San Pablo, 2016. A diferencia del resto de los Franc nativos, proponen la frescura como principal vector, el cuerpo medio y una aromática frutal nueva. El punto de madurez es el quid, y el resultado es un tinto de paladar maduro y continental, pero con frescura similar a los oceánicos. Una rareza que podría darle al varietal un gusto propio.
Y, en rigor, el plan de explorar esta vertiente a contar de una variedad es también posible de hacer con otras. Si bien hoy no tienen precio, Merlot sería un buen candidato, y ni hablar de Syrah.
Nuevos tintos calchaquíes
En general, los tintos de base Malbec y Cabernet Sauvignon del valle Calchaquí ofrecen diferencial suficiente a la hora de plantarse en la góndola mundial. Y ahora suman además un nuevo tipo de balance que abre el paladar de la región hacia otros consumidores. En particular, con Cabernet Sauvignon y sus blends.
En la condición extrema del valle —mucha altura, mucho sol, temperaturas cálidas—, el nuevo enfoque apunta a afinar las elaboraciones: por un lado, rescatando esa singularidad, pero, por otro, no exagerándola. De manera que los nuevos Cabernet calchaquíes comienzan a despuntar en elegancia.
En particular en compañía de Malbec y con Tannat como partenaire, la región ofrece hoy tintos de aromática propia, bocas amplias y jugosas, sumado a taninos elegantes y pulidos. La clave está en haber entendido que la altura alcanza para hacer un efecto de concentración natural y que no requiere artificios para potenciarla. En esa línea trabajan hoy bodegas como El Porvenir para su Laborum 2014, El Esteco en Chañar Punco 2012 y Finca Quara con Alpaca 2014. En este nuevo trazo estilístico, la seducción, y no la intensidad, es la clave.
Cualquiera sea el derrotero que siga Argentina en materia de Malbec, en lo que ya hizo un camino singular, estos tres modelos de vinos únicos deberían ser buenos laderos en la idea de que el nuestro es un país de especialidades.