¿Alguna vez te preguntaste por qué son tan valiosos los Old Vine Wines? Aquí te lo contamos.
A la hora de hablar de vinos todos sabemos que los años importan. Desde la fecha de vendimia, el tiempo que lleva en botella o cuántos meses pasó en un tonel, los datos temporales nos permiten saber de antemano con qué nos encontraremos en la copa. Sin embargo, no todo el mundo tiene tan claro que con los viñedos sucede algo similar.
La edad de las vides cuyos vinos beberemos tiene mucho que ver con su sabor y carácter. Es el tiempo el que permite a un viñedo asentarse y que las vides se adapten a las condiciones del terroir: así las uvas maduran de forma homogénea y equilibrada.
Pero el desafío es que los viñedos envejezcan sanos y esta tarea no es para nada fácil. En este proceso es vital la genética del material plantado y el cuidado que se le dispense. Ahora, si se logra, con los años los frutos serán cada vez mejores y esas plantas se convertirán en un tesoro que los viñateros custodiarán con esmero.
En Argentina los productores se enorgullecen de utilizar menciones como “old vines”, “old vineyards”, “viñas viejas” o “vieilles vignes” en sus etiquetas. Por consenso, se las emplea en viñedos que tienen al menos unas cinco décadas de vida aunque no hay ningún requisito legal que lo exija. Lo interesante es que, si observamos los datos duros, el país cuenta con un 1/3 de su superficie plantada con viñedos mayores a 40 años, entre ellos varios ejemplos centenarios donde se atesora un material genético muy valioso (Observatorio Vitivinícola Argentino).
“Los viñedos viejos de Argentina tienen un potencial único. En ellos se conserva una genética perdida en muchas partes del mundo. Es una biodiversidad que debemos cuidar y poner en valor”, destaca Hans Vinding Diers, quien en Río Negro produce Noemia Malbec, uno de los tintos más exclusivos del país. Se elabora a partir de una viña de 1932 cuyo material genético, posiblemente, esté relacionado con las primeras plantas de Malbec que arribaron a la Argentina hace ya 150 años.
¿Todo tiempo pasado fue mejor?
Más allá del valor patrimonial e histórico, Vinding Diers está convencido de que la importancia de las cepas añosas radica en otros aspectos. “Son plantas nobles, sobrevivientes que se adaptaron naturalmente al entorno y hoy son viñedos con carácter específico, único”.
En sintonía con el winemaker patagónico, gran parte de los viticultores coinciden en que el valor de los old vines es la posibilidad que ofrecen de elaborar grandes vinos. Todos destacan que estas cepas añosas pueden alcanzar complejidad con buenos niveles de concentración, sin riesgos de sobremaduración y con taninos más amables que los de las vides jóvenes. Y los vinos suelen ser equilibrados y con la identidad propia de la población dominante en el viñedo, lo que les da carácter.
Al rescate de viñedos históricos
La contracara de los viñedos añosos es la productividad. A mayor edad, los resultados tienden a ser muy magros a la hora de la vendimia y esto lleva a los productores a reemplazar las plantas cuando la ecuación económica amenaza el rojo. A esto se debe sumar que muchas de las regiones con viñedos antiguos cotizan por su valor inmobiliario, otro riesgo para miles de hectáreas donde la genética más antigua de la vitivinicultura argentina resiste.
“Saber darle un valor comercial a estas vides permitirá que sigan existiendo. Algunas de las viñas más antiguas de la familia Catena se encuentran en zonas donde el valor de la tierra es cada vez más elevado, pero asumimos el compromiso de proteger estas vides para conservar la biodiversidad”, dice Alejandro Vigil. Predica con el ejemplo: embotella las uvas del viñedo Angélica con más de 90 años en la alta gama de la bodega, mientras impulsa un plan de plantación de este material genético en diferentes rincones de Mendoza. Espera así “reproducir un germoplasma que data de 1860 y nos va a permitir asegurar la sustentabilidad del Malbec original”.
El sabor del tiempo en la copa
La visión de Vinding-Diers y de Vigil es compartida por otros enólogos. Un caso interesante es el que inició en 2012 Alejandro Pepa, enólogo de El Esteco. “Trabajar con viñas viejas me permite poner en valor el trabajo de nuestros antepasados, pero además son vides que ofrecen una enorme calidad e identidad para elaborar vinos que nos conectan con nuestra historia”. Esta filosofía lo llevó a presentar tres años más tarde El Esteco Old Vines, una colección de Torrontés, Malbec, Cabernet Sauvignon y Criolla elaborados con uvas de Cafayate, Salta, plantadas entre 1945 y 1958.
“Nos esforzamos por mantenerlas, aunque desde una visión productiva no son eficientes por su bajo rendimiento. Pero la calidad y consistencia que aseguran nos convence a seguir apostando por ellas y esperamos que más productores lo hagan. Deben pensar en vinos de alta gama para garantizar la sustentabilidad de los viñedos”, aconseja.
También en los Valles Calchaquíes, Colomé conserva un paño original con vides de 1831 que vinifican para uno de sus tintos más exclusivos, Colomé 1831 Malbec, y para un Cabernet Sauvignon de pronta aparición.
Si queremos sumar etiquetas a este recorrido histórico por los viñedos argentinos no pueden faltar los Chacra Pinot Noir que Piero Incisa Della Rochetta elabora en Río Negro con sus viñedos de 1932 y 1955, así como los que sus vecinos de Humberto Canale embotellan bajo la marca Humberto Canale Old Vineyards, integrada por Malbec, Pinot Noir, Riesling y Semillón. En este caso, las vides utilizadas fueron plantadas entre 1937 y 1969.
De más reciente aparición, la selección de Old Vines de Patagonia Matías Riccitelli nació a partir del hallazgo de un viñedo, semi abandonado, de mediados del siglo XX que cuenta con vides de Bastardo, Merlot y Torrontés, plantas que permiten experimentar sabores muy singulares del sur.
En Mendoza, como era de esperarse existen muchos ejemplos de vinos creados a partir de old vines y uno de los rincones donde más hectáreas centenarias se aprovechan es Luján de Cuyo. Allí, por ejemplo, Roberto de la Mota obtiene uvas de un viñedo de 1928 para un Malbec esencial para comprender la identidad de estos tintos, mientras que Lagarde con las uvas del viñedo centenario del predio de su antigua bodega elabora los Malbec y un Cabernet Sauvignon que llamaron Primeras Viñas.
Pero quizás sea Vistalba uno de los spots más representativos de Luján de Cuyo a la hora de los old vineyads. Allí se obtienen las uvas de vinos como Trivento Eolo de un viñedo de 1912; las creaciones de De Ángeles, cuyas plantas más longevas datan de 1924, MAI de Kaiken y Don Nicanor Single Vineyard Finca Villa Blanca, con el carácter centenario de un Malbec plantado en el 1900.
Próxima a esta región, en Las Compuertas se ha iniciado un proceso de recuperación que tiene al frente a actores como Cheval des Andes, Finca Los Nobles de Luigi Bosca, Proyecto Las Compuertas de Durigutti Family Winemakers y Matías Riccitelli.
Mientras tanto, en el Valle de Uco -donde todo parece moderno- hay buenos ejemplos para destacar como los que embotellan Alejandro Sejanovich a partir de sus viñedos de La Consulta bajo el nombre Finca La Escuela y Malbec 1955 Vineyard. En la misma región, Karim Mussi obtiene las uvas de un longevo viñedo familiar para su Altocedro Gran Reserva, y Laura Catena lo hace para su Luca Old Vines.
Finalmente, en Tupungato Atamisque protege unas viejas viñas de San José para su línea Catalpa, y Trapiche trabaja con productores de la zona -como la familia Coletto- en la conservación de una viña patrimonial.