A los pies de la Cordillera de los Andes, en pleno corazón de Gualtallary (Tupungato, Mendoza), los viñedos orgánicos de Domaine Bousquet son el marco perfecto para conversar con Franco Bastías, ingeniero agrónomo de la bodega, sobre uno de los últimos logros conseguidos: acaban de obtener el estatus de Regenerative Organic Certified (ROC) que otorga la Alianza Orgánica Regenerativa (una organización sin fines de lucro que agrupa a agricultores, líderes empresariales y expertos en salud del suelo, bienestar animal y equidad social con sede en California).
Ahora, esta casa vitivinícola que desde sus inicios en 1997 comenzó siendo orgánica y luego biodinámica, es una de las cuatro únicas bodegas en el mundo (y la primera fuera de Estados Unidos) en cumplir con los exigentes requisitos de esta certificación.
Franco Bastías, a cargo del área agronómica, trabaja en Domaine Bousquet desde 2015 y en esta entrevista comparte la filosofía de trabajo que Anne Bousquet y Labid Ameri, los dueños, impartieron desde el minuto uno.
Entrevista a Franco Bastías, ingeniero agrónomo de Domaine Bousquet
¿Qué significa haber logrado la certificación ROC?
Es muy importante, siempre fue fundamental para nosotros certificar nuestras prácticas, fue así desde los inicios, con las primeras plantaciones. Ya teníamos certificación orgánica, trabajamos con el Protocolo de Sustentabilidad de Bodegas de Argentina, pero nos faltaba validar el tema de la regeneración del suelo, que es justamente el foco de la certificación ROC.
¿Cuál es la diferencia de esta certificación con respecto a otras?
Primero hay que comprender la diferencia entre orgánico y sustentable. En la producción orgánica rigen tres pilares básicos: no utilizar productos de síntesis química; fomentar la biodiversidad y no utilizar organismos genéticamente modificados. En sustentabilidad, el concepto se enfoca en los recursos que dejamos a las generaciones futuras.
Pero ser orgánico es pensar en las generaciones futuras…
No necesariamente, porque podés ser orgánico con un mal uso del agua, por ejemplo, eso no es cuidar los recursos para las generaciones que vienen. ROC es una tercera pata referida a la regeneración de suelos. Tenemos orgánico, sustentable y ahora regenerativo con el medioambiente. Es un paso más allá, se trata de fomentar un aumento y un balance positivo en la calidad del suelo. Que lo dejemos mejor a como lo encontramos originalmente. Es un concepto muy nuevo, que implica una gran responsabilidad desde el punto de vista técnico con lo que producimos.
¿En qué sentido implica mayor responsabilidad?
Hace 30 años, el técnico estaba súper abocado a que los rendimientos y la calidad de la uva se mantengan sin importar los medios. Hoy los medios sí importan y podemos tener cuidados y lograr equilibrio sin disminuir la calidad ni el rendimiento. Ese es el desafío.
Franco Bastías, ¿Cuál fue el trabajo para lograr la certificación ROC?
En Mendoza el agua es El factor fundamental, es un recurso muy escaso, entonces el proceso que hacemos para cuidar el agua fue lo primero tuvimos presentar. Al tener riego por goteo la eficiencia es mucho mejor, pero, aun así, tuvimos que demostrar a través de cálculos cómo cuidamos este recurso. Esa información no la pide certificación orgánica.
ROC certifica ese nivel de eficiencia. Y luego vino todo el trabajo que hacemos para proteger la cobertura vegetal y la biodiversidad. Todo el proceso culmina con la comprensión de que no somos una fábrica de uva. Es un ecosistema y buscamos su auto sustentabilidad.
¿Cuáles son los pros y los contras de aplicar esta filosofía de trabajo?
La certificación ROC trae aparejado un mayor riesgo en la producción, porque aporta complejidad al sistema y no hay recetas. Una producción bajo receta, en la que se aplican fertilizantes, herbicidas y demás, es “segura”, podés producir vinos estándar, incluso muy bien hechos, pero son otros vinos. La situación del país no acompaña, entonces, a veces es difícil abandonar la zona de confort.
Lo que hacemos acá es estar pendientes de lo que sucede en el suelo, en el viñedo, en las plantas. Hilamos muy fino, lo que se refleja en la alta calidad de los vinos. Pero no solo eso, se trata de un cambio cultural.
¿Cómo es esa evolución cultural?
Veo que hay una polarización muy grande como en todos los aspectos, algunos dicen que la producción convencional es mala y la orgánica es buena y que ser ecológico quiere decir disminuir los kilos de uva, pero no importa porque es mejor. Y la verdad es que nadie quiere tomar un vino feo por más que sea orgánico. Nadie hace caridad ambiental a la hora de comprar un vino, entonces uno tiene que lograr un balance y no hay que polarizar. No considero que el vino convencional esté mal y el otro esté bien.
El cambio de paradigma tiene que ver cómo uno va entendiendo las cosas y se hace responsable de llegar a resultados mejores o iguales, con un menor costo ambiental.
Franco Bastías, ¿considerás que este es un desafío para el vino argentino del futuro?
Yo creo que es un desafío para el vino y, en general, para nuestra casa del futuro. Esto es algo que tenemos que replantearnos a nivel técnico primero. Tenemos que empezar a complicarnos un poquito la vida en el buen sentido y dejar de seguir recetas. Aun cuando manda la naturaleza, son cosas súper posibles de alcanzar.
¿Orgánico, sustentable y regenerativo será una marca de identidad del vino argentino?
Espero que sí. A nivel climático Argentina tiene condiciones muy buenas para realizar agricultura orgánica. En Francia, con 800 milímetros de lluvia por año, es realmente muy difícil. Tenemos todo para respetar el medioambiente: la cordillera actúa como limitante de enfermedades y es un factor clave. Creo que el orgánico va a ser el convencional de dentro de 10 años. Todo el mundo va a ser orgánico, hay que comunicar mucho. Tengo fe en el clic cultural que debemos hacer.