Tres pulperías cercanas a Buenos Aires

escapadas de fin de semana

Las y los viajeros curiosos y con tiempo para recorrer, tienen distintas alternativas para visitar pulperías ancestrales a 100 km de la Capital y, de paso, a medida que avancen en la ruta, conocerán pueblos y costumbres tradicionales del campo argentino. Para eso, nada mejor que unas escapadas de fin de semana.

Las pulperías fueron los establecimientos que frecuentaban los gauchos cuando Argentina aún no soñaba con ser un país, con el tiempo se transformaron en las únicas construcciones que se veían en el horizonte de la pampa indomable y vasta. 

La primera pulpería que se conoce data de 1600, y para principios del siglo XIX ya existían alrededor de mil en todo el mapa de la provincia de Buenos Aires. Fueron el punto de encuentro por excelencia del gaucho, del peón rural, de los indios que iban a intercambiar cueros por tabaco y aguardiente y finalmente del inmigrante europeo que llegaba a Argentina a “hacerse la América”.

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Escapadas de fin de semana, un viaje a las tradiciones campestres

En las pulperías se despachaban bebidas, como ginebra, caña y más cerca del siglo XX, el llamado “vino Carlón”, un vino espeso que era rebajado con agua. También se comercializaban yerba, azúcar, café o arroz a granel, se vendían armas y municiones y ropas para el trabajo rural. 

Muchas despachaban combustible y eran estafetas postales donde se podía enviar y recibir correspondencia. Algunas también  fueron postas donde los carruajes intercambiaban caballos para seguir viaje, y alrededor de ellas, se comenzaron a formar los pueblos bonaerenses. 

Charles Darwin, cuando daba la vuelta al mundo a bordo del H.M.S. Beagle, al mando del capitán Robert Fitz Roy, visitó Buenos Aires en 1833 y pasó una noche en una pulpería. Sorprendido con las escenas que veía, le llamaba la atención cómo los gauchos podían quedarse horas bebiendo y cantando. También habla de las peleas que se producían, cada gaucho con su “facón”  (cuchillo largo) en mano, en un duelo a muerte. 

El pulpero se protegía detrás de una reja que separaba el mostrador del salón. Al mismo tiempo, siempre había una guitarra y un “payador” que improvisaba versos. En el paisaje, las pulperías eran la única luz que se veía en la inmensidad del campo argentino.

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También había juegos, como la sortija, una carrera de caballos en donde el jinete tenía que agarrar, en un trote rápido, un pequeño aro de hierro sostenido en un poste de madera. Las destrezas gauchas eran muy celebradas, siempre montado a caballo, su compañero inseparable.

Todo comenzaba y terminaba en la pulpería, el día terminaba con juegos de mesa, como los naipes (el truco y el mus entre los más emblemáticos). Bajo el techo de las pulperías se forjó parte de la identidad argentina. Pasaron los siglos y aún permanecen en pie medio centenar de pulperías, estos templos criollos. Algunas están muy cerca de la Ciudad de Buenos Aires, es muy fácil organizar unas escapadas de fin de semana para visitarlas.

Pulpería de Cacho 

Es una de las más tradicionales. Está a 100 kilómetros de CABA, está abierta desde 1830 y se ubica en la ciudad de Mercedes, a orillas del río Luján. La familia que la atiende, Di Catarina, está detrás del mostrador desde 1910. Es conocida por ser el lugar donde atendió “Cacho” Di Catarina, considerado el último de los pulperos, fallecido en 2009.

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Sus sobrinas siguen su legado. Su interior está intacto, viejas botellas y artículos camperos, el tiempo parece haberse detenido. Es famosa por sus picadas, con queso y salame quintero, y por sus empanadas fritas de carne. Una receta familiar que se mantiene inalterable. Hacen carnes asadas y los fines de semana se juntan guitarreros que entonan melodías “sureras”, el canto profundo de la tierra bonaerense.

Un dato pionero: aquí se realizaban campeonatos de fútbol femenino.

GPS. La Pulpería de Cacho di Catarina Calle 29 y Rio, Mercedes, Provincia de Buenos Aires.

Pulpería Los Ombúes

La atiende la única pulpera de Buenos Aires, doña Elsa Inzaugarat, su familia está allí hace un siglo. Los gauchos de la zona se acercan a caballo para buscar provisiones y tomar un aperitivo. La ceremonia se produce al mediodía y al caer el sol. 

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El mayor atractivo es oír las historias de Elsa, cuando se organizaban bailes y guitarreadas, épocas en donde no había teléfono ni electricidad. En sus estanterías se encuentran toda clase de artículos; verduras, carne, pan y bebidas clásicas como vino patero, y algunas reliquias. Se venden cuchillos y es conocida la pulpería por su sándwich de jamón crudo y queso. Dos ombúes que tienen la misma edad de la casa, dan sombra. Clásica y distinguida. 

GPS. Pulpería Los Ombúes, Camino Andonaegui, Chenaut, Exaltación de la Cruz.

Boliche de Bessonart

Muy criollo y nacional, con una gran trabajo de mantenimiento patrimonial, este boliche se halla en San Antonio de Areco, pago gaucho donde las tradiciones camperas se mantienen vigentes. Tiene 200 años, está a 110 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, y es un resumen de todo lo bueno y bello que uno espera conocer de Argentina. 

En su mostrador se acodan los gauchos, gente de las estancias, turistas y vecinas y vecinos del pueblo, que por otra parte tiene un estilo colonial maravilloso, se sirven picadas con queso, bondiola, jamón crudo y queso, todos productos del terroir. 

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“Para mí, este boliche significa mi vida”, suele repetir Augusto Bessonart, tercera generación a cargo del lugar. Tuvo clientes notables, como el escritor gauchesco Ricardo Güiraldes, quien frecuentaba el lugar  y allí conoció al gaucho don Segundo Ramírez, al que luego inmortalizó en su novela “Don Segunda Sombra”. Otro visitante ilustre fue Carlos Gardel, quien cantó tantos entre sus mesas. 

GPS. Boliche de Bessonart Zapiola 151, San Antonio de Areco, Provincia de Buenos Aires.

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