“Una de cal y otra de arena” solemos decir en Argentina cuando a una mala situación le sigue una buena, o viceversa. Y en esta vendimia que termina anticipadamente y con elevada calidad, nada parece más justo que ese refrán con reminiscencias taoístas.
Cómo fue la vendimia Argentina 2020
Este año confluyeron dos factores muy importantes: la vendimia Argentina 2020 fue la más caliente de la que se tenga noticia y el COVID-19. Si el segundo fue una sombra que atemorizaba a los equipos en los viñedos, la primera fue responsable de que en general todo se adelantara entre 3 y 5 semanas según variedad y región. Para cuando la pandemia fue un problema en serio y la cuarentena cerró las puertas de casas y negocios, casi no quedaba uva para cosechar.
“Fue muy estresante”, dice Matías Ciciani, enólogo de Escorihuela. “Temíamos no poder vendimiar, pero finalmente logramos meter toda la uva en la bodega para la tercera semana de marzo, el día en que se declaraba la cuarentena,” recuerda aliviado.
La suya es la experiencia de casi todos. Con una primavera y un verano calientes y secos, la madurez azucarina acelerada obligó a cosechar anticipadamente, incluso con la pulpa un punto verde. Martín Kaiser, agrónomo de Doña Paula, lo pone en números: “En Luján de Cuyo, este año registramos 55 días con temperaturas arriba de 32°C, cuando lo normal son 30 o 31”. Así, la vendimia se condensó en unas pocas semanas.
“Hacia comienzos de marzo maduraron casi todos los Cabernet y Malbec juntos”, dice Marcelo Belmonte, director de Viticultura del Grupo Peñaflor, “y logísticamente fue muy complejo: cosechar, moler y fermentar en este marco demandó mucho trabajo”, explica. Pero al mismo tiempo, expuso poco y nada a los trabajadores de la viña y las bodegas al COVID.
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Mendoza, las uvas justas
“En años calientes, la diferencia de calidad la hace el viñedo”, sentencia Sebastián Zuccardi, a cargo de los viñedos y la elaboración de la bodega familiar. Y agrega: “Si las viñas estuvieron estresadas, el calor fuerza todo, las plantas se bloquean y no hay forma de madurar correctamente”.
En la misma sintonía reflexiona Alejandro Sejanovich, viticultor y enólogo de Manos Negras. “Esta vendimia va en contra de los manuales –dice– porque el calor es enemigo de la frescura; pero si el riego acompañó bien a plantas en equilibrio, los resultados para este año serán sorprendentes.”
En ese punto parece haberse jugado la vendimia 2020. Contrario a lo esperable, quienes saltearon los manuales y leyeron la viña cosecharon uvas con elevada acidez. “Con la uva al dente, esta vendimia es extraordinaria”, dice Hervé Birnie Scott, director de Enología de Chandon Argentina. “El color y la frescura de este año serán memorables”, cierra.
Pero si la suerte se echó en leer bien la cancha de los viñedos, el desafío fue también interpretar las uvas para elaborarlas del mejor modo. Pablo Richardi, enólogo director de Flechas de Los Andes, dice: “Al principio teníamos miedo de estar cosechando verde. Pero cuando empezamos a analizar la uva, ajustamos los modelos de fermentación para extraer lo justo”.
En la misma línea, Santiago Mayorga, enólogo de Cadus Wines, asegura que “los tiempos justo de maceraciones y el trabajo de prensa resultaron claves”.
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Los extremos
En los valles Calchaquíes, por el contrario, la vendimia argentina 2020 fue moderada, muy nublado y con lluvias por encima del promedio. Allá “la madurez vino apenas retrasada, pero con lindos parámetros gustativos para los tintos”, dice Thibaut Delmotte desde Colomé. En la misma sintonía, Rafael Domingo, enólogo de la bodega Domingo Hermanos, sostiene que los Torrontés “tienen un perfil más fresco que otros años”.
En Patagonia, por su parte, la vendimia argentina 2020 estaba avanzada –siguiendo el patrón de adelantamiento de dos semanas– pero no terminada con la llegada del COVID-19. “No fue nada fácil –dice Leonardo Puppato, enólogo de Bodega Schroeder– porque desde circular a tener los equipos de trabajo activos fue un problema. Pero se trabajó para garantizar la seguridad y la calidad”.