Basta recorrer cualquier góndola para comprobar que las etiquetas del vino argentino han experimentado en los últimos años una mutación radical. El fenómeno del diseño argentino en el vino llegó de la mano de una refrescante vanguardia que abre la puerta a una catarata de ingenio, colores, ilustraciones, cierto toque de picardía y juegos de palabras que hasta no hace mucho hubieran resultado totalmente impensados para la industria local.
Quienes lideran la movida del diseño argentino en el vino ubican el fenómeno de una década y media a esta parte, cuando una nueva camada de profesionales de la enología comenzó a desarrollar nuevos y personales estilos de vinos.
En muchos casos no contaban con el sello distintivo que podía aportar una bodega tradicional y tuvieron que destacar sus productos a fuerza de creatividad: así fue como empezaron a surgir etiquetas más “revolucionarias” que –incluso- algunas grandes bodegas terminaron adoptando. Lo que se dice: un nuevo paradigma.
Desde Mendoza, tres estudios de diseño cuentan su visión sobre el escenario actual y el interés que el talento argentino despierta en los mercados externos.
Diseño argentino en el vino: tres casos para destacar
Carolina Saguan: “Las bodegas entendieron el concepto de story telling”
Carolina Saguan es diseñadora gráfica, aunque por 8 años trabajó como gerente de marketing en bodegas, lo que le permitió comprender qué piden los importadores y qué valoran las y los clientes. Cuando decidió dedicarse al diseño se lanzó de lleno a crear packaging de vino para bodegas argentinas y del exterior.
Sobre la proyección del diseño argentino en el vino, reflexiona: “El panorama de las etiquetas varía según la zona: en Europa el diseño sigue siendo más bien tradicional, mientras que en Estados Unidos, Australia, Chile y Argentina resulta más vanguardista”, explica y reconoce que hasta no hace mucho los vinos locales “lucían una estética muy de chateau francés”.
“Las bodegas comprendieron el concepto de story telling como parte de la necesidad de vincularse con sus consumidores de un modo más emocional”, reflexiona.
“Después de 12 años diseñando la identidad del vino de marcas argentinas, chilenas y españolas creo que las mejores etiquetas son las que se aferran a un concepto coherente. Solo diseñar algo bonito sería lo más fácil”, agrega y marca la relevancia de la situación de consumo: “No es lo mismo si comprás un vino para vos que si vas a una cena y querés sorprender con una etiqueta que va a dar que hablar”.
Sobre su método de trabajo, aporta: “Comienzo con un brief dado o creo un cuestionario para las personas que toman las decisiones que –confieso- se parece mucho al que podría hacer un psicólogo. Hago un cuadro comparativo con las respuestas y me baso en las coincidencias para rediseñar la etiqueta”, comenta la profesional que ganó varios premios internacionales y que, entre otras, diseñó las etiquetas de “Alma 4”, “Demente”, “Ello”, “Flores blancas” y “Flores negras”.
Oveja & Remi: “La etiqueta es un póster en chiquito”
“Más allá de las etiquetas, hay que marcar otra evolución importante: el hecho de que el diseño dejó de ser un apéndice gratuito de las agencias de publicidad”, opina Matías “Remi” Basoalto, psicólogo y socio del diseñador Miguel “Oveja” Quiroga en el multipremiado estudio Oveja & Remi, que hoy trabaja casi en forma exclusiva para el exterior.
“Crecimos viendo pósters espectaculares: ese mismo concepto queremos llevarlo a la etiqueta del vino”, señala.
Basoalto valora a las bodegas que arriesgan. Un caso: justo antes de la pandemia les llegó un encargo de parte de Emiliana, bodega chilena con la que venían trabajando. Se trataba de desarrollar una marca para el Reino Unido a la que bautizaron como “Capo Nativo” con la idea de generar un concepto alrededor de la serie “Picky Blinder”, aunque con personajes de la naturaleza.
“Con la pandemia esa serie explotó y el vino terminó vendiéndose en todo el mundo”, recuerda Remi.
Nano Alfonsín: “Las y los nuevos enólogos son los que mueven el juego”
Mariano “Nano” Alfonsín se metió en el mundo del packaging del vino cuando apenas pasaba los 20 años. Hoy tiene 36 y un estudio propio que desde Mendoza trabaja para todo el mundo y con el que en 2021 ganó la categoría Packaging de Vinos/Sparkling del Latin American Design Awards gracias a la original presentación de Desde los Polos, el Pinot Noir de Andrés Vignoni y Mariano Braga.
“Las y los enólogos independientes son los que están moviendo el juego. Mientras las bodegas tradicionales mantuvieron por años diseños clásicos, estos profesionales no tenían una historia centenaria para contar, y a veces ni siquiera la fachada de una bodega para dibujar”, relata y ubica como precursor a Matías Riccitelli y su “Hey Malbec”.
“¿Quién se hubiera atrevido antes a dibujar un superhéroe en una etiqueta?”, se pregunta. “A medida que empezamos a tener más trabajos disruptivos para mostrar, muchas bodegas del exterior empezaron también a interesarse en nuestro trabajo”.
“No sé si podemos hablar de un estilo definido para la Argentina, de hecho hay etiquetas clásicas hermosas que conviven con otras rupturistas. Sí está en boga el tema de las ilustraciones y de aprovechar el paño de la etiqueta completo”, observa.
“En el fondo todo apunta a que el público elija tu botella en la góndola. Y para eso –coincide con sus colegas- hace falta contar una historia”.