Todos los países que hacen vinos tienen su fiesta de la vendimia. La razón es simple: desde tiempos remotos, los hombres celebramos el misterio de las uvas convertidas en vino. Pero hay celebraciones y celebraciones. Están aquellas muy tradicionales, con pisa de uva y mercado medieval, como en algunas ciudades del Rin o La Rioja, y otras más modernas, como el Salón del vino y la comida de Melbourne. Hay una fiesta, sin embargo, que por su escala y propuesta destaca por lejos: la Fiesta Nacional de la Vendimia, que tiene lugar en Mendoza hace exactamente 80 años, y que este 2016 es el sábado 5 de marzo.
Plato fuerte de las festividades del vino, la Fiesta de la Vendimia, como se la conoce, marca un tiempo de celebración en Mendoza: en las mesas abunda el vino, abundan las bodegas con planes turísticos — música, muestras de arte, comidas al aire libre — y abunda también la alegría, como un coletazo final del verano. Es, por así decirlo, el momento ideal para visitar la provincia.
La fiesta cierra los cálidos meses de festejos patronales, que van desde enero a marzo, a lo largo de los 18 departamentos de la provincia. Pero también marca el inicio de la cosecha de los tintos. Por todo ello, la vendimia en Mendoza se celebra a lo grande: un desfile de carros alegóricos a temas vendimiales, una vistosa fiesta de baile y música para 50 mil personas, todo coronado por la elección de una soberana. Ahora bien: ¿qué se celebra realmente? ¿Qué la hace tan especial? Y sobre todo, ¿por qué se lleva a cabo?
La vendimia, el rito. En tiempos antiguos, en que griegos y romanos surcaban el Mediterráneo con sus galeras, la vendimia era un momento singular. Para ellos, la cosecha de las uvas marcaba el fin del varano y, con él, ese período en que el mundo duerme el sueño del invierno. Era, también, la celebración de la fecundidad. Y la celebraban sin miramientos, con grandes libaciones (como se llamaba entonces) y hecatombes de bueyes, corderos y reses en ofrenda a los dioses. Era un momento para hacer las pases con ellos y augurar así la brotación al cabo del frío y los días grises. Esa tradición es la que marca en el calendario la colecta de las uvas y es, también, la que continúa vigente hoy, aunque hayan cambiado los dioses y los horizontes.
Mendoza en vendimia. Durante medio siglo, el que va desde 1870 a 1920, Mendoza se consolidó como una región productora de vinos. Creció el número de bodegas (de 420 a 1.100) y de hectáreas plantadas, y la provincia ató su economía al devenir del vino. Con esos guarismos, no es raro que en 1919 se hiciera la primera celebración ni que tuviera cierto tinte helénico entre los industriales pudientes de la época, que soñaban con Europa. Había otra vendimia, sin embargo, que tenía lugar en las hileras de la vid. En ella, entre guitarras y fogones, los trabajadores de la viña ponían fin a su faena de cosecha.
Nace la fiesta. Fue en 1936 que se realizó la primera celebración como la conocemos hoy, con un desfile de carros y con una elección de una reina de la belleza. La idea original fue de Frank Romero Day y de Guillermo Cano, quienes se encargaron de organizar un espectáculo para que Mendoza celebrara a lo grande lo que ya era su principal industria. Desde ese año, de forma ininterrumpida, la fiesta fue creciendo y anexando cosas. Por ejemplo, el Himno a Mendoza, cuyas estrofas se oirán en cada rincón de la provincia, cada vendimia. Entre las fiestas departamentales, en las que se eligen las candidatas, se destacan especialmente dos: Rivadavia Canta al País (a fines de enero) y el Festival de la Tonada (promediando febrero). La primera celebra la música popular; la segunda, el romance de Mendoza con su folclore, del que la tonada, un género lírico interpretado en guitarras y voces logradas, es clave.
Desfile de carrozas. Siguiendo con la tradición antigua, durante la vendimia que idearon Romero Day y Cano el desfile de carros alegóricos que le dieron fama a la Roma imperial pasó de ser un suceso contemporáneo y mendocino. Con el tiempo, llegaría a ser el sello de la fiesta. En rigor, son dos desfiles. Uno nocturno, el viernes previo al acto central, como se conoce a la fiesta, llamado Vía Blanca. Este año sería el 4 por la noche. Los carros desfilan llenos de luces por el centro de la ciudad, por avenida San Martín, y repiten el viaje a la mañana siguiente, desde el parque General San Martín hasta el centro, en un recorrido conocido como Carrusel de las Reinas. Sea de noche o de día, los carros pintan la vida en los departamentos que representan. Todos celebran la producción y la regalan, ya que a su paso reparten uvas, manzanas, duraznos, por los que la gente enloquece.
La fiesta. El acto central es algo digno de ver. Este año tendrá lugar el 5 de marzo y ofrece dos repeticiones, el 6 y el 7. Es un espectáculo que atrae a los amantes del vino de todo el mundo y ofrece una oportunidad única de vivir Mendoza. Porque durante los días previos la ciudad vibra con una alegría especial. La misa llena el teatro tipo griego, cuyo nombre no podía ser otro que el de Frank Romero Day, donde tiene lugar la fiesta. Tanto, que en los cerros aledaños hay incluso más gente que dentro del anfiteatro. Todos llevan algo para comer, como si asistieran a un picnic. Y todos tienen los ojos puestos en el escenario: más de 3.000 metros cuadrados de paneles de luces, unas 25 mil lámparas, pirotecnia, grúas, pantallas y unos mil artistas y otros tantos figurantes. ¿Qué hacen allí? Según el guion de cada fiesta, cuentan la historia local del vino: con música y cantos, poesías, tonadas y hasta rock, se narra la llegada de la vid, el rol de los inmigrantes, el descubrimiento del Malbec. Pero sobre todo, celebran una cultura del trabajo, la que transformó el desierto de Mendoza en un oasis productivo orgulloso de sus frutos.
La elección de la soberana. El punto culminante de la fiesta es la elección de la Reina Nacional de la Vendimia. En el fondo, es un concurso de belleza, pero uno que premia además la calidez de la candidata, su forma de simpatizar con la gente, que la juzga como a una representante. Porque ser reina es ser la embajadora del vino. La ganadora viajará a las ferias internacionales y llevará a cada rincón del planeta un botón de muestra de lo que significa hacer vinos en este rincón del mundo. Por eso, cuando al cabo de algo más de dos horas el show termina y comienza la elección, se sigue el escrutinio como si fuera la final de una liga.
Vendimia gay. En un país en el que existe una larga tradición gay, cuyo matrimonio es igualitario, resulta llamativo que la vendimia tradicional tardara en tener su noche queer. Sin embargo, desde mediados de la década pasada, al finalizar el acto central se da inicio a la noche de las otras reinas. Una fiesta en el sentido más moderno, en donde se baila y se bebe vino al ritmo de I Will Survive, de la imperecedera Gloria Gaynor. Al final, en este caso, hay rey y reina.
De modo que la vendimia en Mendoza es un momento en el que todos los que amamos el vino quisiéramos estar. Así es que, sea para beber una buena copa en el lugar indicado o bien para atravesar la fiesta con todo su color, hay que disfrutar al menos una vendimia en la vida. ¿Te la vas a perder este año?