Bodega & museo: una combinación perfecta para el viajero del vino

Bodega & museo: una combinación perfecta para el viajero del vino

Cuando se han visitado muchas bodegas, cuando se han visto muchos viñedos y salas de barrica, la opción de recalar en aquellas casas que ofrecen algo más que el resto es interesante. Están las que proponen un restaurante, las que ofrecen paseos en bicicleta y hasta en globo, pero solo un puñadito de ellas tiene un museo en el que sacar algo más que buenas fotos.

En Argentina, hay al menos cinco bodegas con museo. No son la Cité du Vin que se inauguró este año en Burdeos, con toda la pompa que corresponde a un museo de esa envergadura, pero sí lugares en los que sorprenderse, aprender sobre cosas tan extrañas como la luz y la tonelería, o bien conocer de postales la historia del vino argentino. En plan de organizar una hoja de ruta para viajeros con sed de conocimiento, estas son las cinco paradas claves.

La Rural, la historia de los Rutini

A treinta minutos de la capital mendocina, hacia el este y emplazada en uno de los viejos terroirs emblemáticos del vino argentino, en Coquimbito, Maipú, La Rural ofrece un museo en su antigua bodega, que es, a la vez, un relato familiar y un muestrario del vino hace un siglo y medio. Noques —lagares de piel de vaca—, herramientas de tonelería, filtros de cobre y maquinaria usada por los pioneros del vino en Argentina son el marco para el relato de los Rutini, familia legendaria entre los fundadores de este negocio. La visita recorre la bodega y sus jardines y termina en una vieja sala de toneles, donde se degustan vinos. Para curiosos del pasado, una parada obligada.

Monte Caseros 5513, Maipú, Mendoza / De lunes a sábados de 9 a 17 horas, con un alto al mediodía..

Killka, la casa del arte en Uco

Que el vino y el arte están entreverados por el buen gusto no caben dudas. Que en Killka encuentran un punto alto a nivel mundial tampoco. Espacio de arte dedicado a una colección de pintores contemporáneos, con una parte itinerante y otra consagrada a los clásicos de la pintura flamenca —al fin y al cabo, el dueño era holandés—, se recorre atravesando una arquitectura que quita el aliento. Se suma la capilla —construida en una vieja técnica de encofrado, usada por los indios huarpes¬— cuyo reposo y cuya perspectiva ofrecen esos silencios llenos de ecos que el bebedor aprecia en los grandes vinos. Llegar toma una hora y media desde la capital de Mendoza, por lo que es un buen plan pasar el día, almorzando en el restaurante del espacio.

Ruta 89, kilómetro 14, Tunuyán, Mendoza / Abierto todos los días. Gratis.

Colomé, la luz hecha museo

Resulta imposible imaginar un museo de la luz, donde la luz es el objeto de todo. Más aún si hay que cruzar valles montañosos en Salta, ríos secos y arribar a Colomé para conocerlo. Pero, precisamente porque resulta inimaginable, hay que ir. Dedicado de manera íntegra a la obra de James Turrel, el artista norteamericano que hizo de la experiencia lumínica la base de su trabajo, en sus nueve instalaciones se viaja por lugares insospechados: desde una silueta triangular proyectada que cobra volumen, como el holograma de un prisma, a una ventana azul, donde el azul es infinito. Lo mejor, el Sky: con ese nombre se conoce a la última sala, donde una ventana abierta al cielo del atardecer permite observarlo en toda su cambiante profundidad, colorimetría y texturas, usando el simple (y complejísimo) mecanismo de virar el tono de la luz interior de esta máquina de ver. Muy recomendable.

Estancia Colomé, Molinos, Salta / Con reserva, abierto todos los días. Gratis.

145 años de Graffigna en San Juan

A metros de la capital de la provincia de San Juan, en el alegórico departamento de Desamparados, Bodega Graffigna ofrece un museo que es, a su vez, la historia del vino argentino y la historia de Santiago Graffigna, uno de los pioneros de la industria. En su recorrido, armado con fotografías de época y material complementario, uno se pone en la piel de los que partieron de cero, sin amparo posible, en el desierto. Además, cobra dimensión el empuje de algunos italianos, que hizo que allí todo cambiara para ser un vergel del vino. El recorrido termina con la visita a la bodega y al wine bar, donde, copa mediante, es dable reflexionar sobre la fuerza del gusto: tanta y tan diversa, que transformó la arena incendiada por el sol en un tinto lleno de fruta.

Colón 1342, Desamparados, San Juan. De miércoles a domingo.

Terroir con millones de años

La Patagonia es una tierra de fantasías. Por ella transitaron pioneros y forajidos en tiempos recientes y, en tiempos remotos, dinosaurios de los que apenas conocemos un puñado. Precisamente, a uno de estos últimos rinde homenaje el museo de Familia Schroeder. Cuando comenzaron la construcción de la bodega en 2003, al excavar los cimientos emergió un gigantosaurio que, con los años, llegaría a ser el ícono de la casa. Para visitarlo, nada más hay que descender a sus salas de barricas, cosa que puede hacerse desde el restaurante Saurus, y entrar en la diorama que explica cómo era el terroir de aquel tiempo y cómo, de paso, fueron extraídos los huesos. Tras el vidrio, se observan réplicas de huevos y de huesos de los gigantes de otra época.

Calle 7 norte, 8305 San Patricio del Chañar, Neuquén / Todos los días. Precio: 50 pesos que se reintegran luego en la compra o consumo del restaurante.

De modo que, ahora, la próxima vez que se visite una bodega al menos hay cinco opciones que suman de paso otro atractivo. Buen dato para agendar.

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