Argentina es muy conocida por sus tintos. Y sobre todo por el Malbec, un varietal que ofrece buena cintura para los estilos. Precisamente por eso, porque se pueden elaborar varios tipos de vinos con Malbec, es que el rosado crece como una tendencia en el país del tinto.
A tono con las tendencias de consumo global —Estados Unidos, por ejemplo, se convirtió en el segundo bebedor de rosados en lo que va de la década—, la inquietud de las bodegas argentinas por el rosé no se ha hecho esperar. En el mercado, hoy se encuentra una oferta que se consolida rápidamente y que exporta. ¿Cuánto? Por ejemplo, al país del norte, unas 36 mil cajas por año.
El sommelier Peter Weltmann, de Bi-Rite Market, con base en San Francisco, está entusiasmado con la oportunidad de los rosados argentinos. “La categoría crece continuamente y no veo ninguna razón por la que Argentina no forme parte. Probé algunos rosados deliciosos (ligeros, salidos de la prensa), que creo que servirán para asociar los rosados locales a vinos de calidad. Y como en precio están mejor posicionados, creo que tienen una demanda garantizada”, explicó.
Piel de bebé
El vino rosado siempre tuvo su nicho en la góndola argentina. Sucede que ahora, de la mano de nuevos estilos, del tipo “prensa y embotella”, el perfil del vino resulta más atractivo para la generación de nuevos bebedores. El mismo fenómeno es el que tracciona la demanda en el mundo. “Aquí, en Estados Unidos —apunta el sommelier Charlie Arturaola—, los rasados vuelan de las vinotecas, en gamas de precio que van de 12 a 39 dólares. Y es la locura de millennials y connoisseurs”.
Sucede que los rosados atan dos cabos, al parecer, sueltos: los nuevos consumidores, que no entienden el código formal del vino y sus terruños, con los entendidos en la materia, que buscan una bebida refrescante que les permita relajar el conocimiento en una experiencia simple y placentera. Lo vemos a diario. Se puede estar cerebrando un vino por horas, para encontrar la piedra filosofal de un estilo, pero a la hora de unas tapas, de la serie favorita o de los días de calor, no hay nada como una buena bebida refrescante.
Es ahí donde los rosados hacen su entrada triunfal. Mientras multiplican ventas en el mundo, ofrecen un perfil de vinos ligeros y fragantes de los que Argentina tiene para dar; precisamente con base Malbec, aunque en cortes también. Buscan, ante todo, el color rosado liviano, que se describe como piel de bebé, o los tonos cobrizos que recuerdan a la piel de la cebolla, y cuyas bocas son etéreas y frescas como un agua saborizada.
Malbec y después
Mientras el fenómeno de los rosados revoluciona el ámbito norteamericano —incluso fuera de estación, y catapulta sus ventas un 31% interanual—, el rosado argentino ofrece una buena llave para ese mercado: llega a destino con la frescura de la contratemporada, es decir, recién embotellado.
El sommelier Jaime Smith, de Communication & Education Development for Southern Wine and Spirits, con base en Las Vegas, cree que la clave está en la fama del Malbec: “En Las Vegas veo un par de etiquetas de Malbec Rosé en restaurantes, que es mi especialidad. Los consumidores americanos equiparan Malbec con Argentina, así que parece una buena idea desarrollarlo”.
Argentina ofrece algunas marcas que se venden relativamente bien en Estados Unidos. Uno de los vinos más celebrados en el mercado doméstico es Domaine Bousquet, cuyo rosé blend —de base Malbec y Cabernet orgánicos— marcó un antes y un después en la góndola local y hoy ocupa el quinto puesto en el ranking de rosados exportados por Argentina. Se trata de un rosé de color ligero, bien aromático y de frescura elevada. Un estilo que comparte con otros del podio, como Viña Palaciega Rosé, Finca El Origen Rosé, Finca Wolffer Rosé, todos del tipo provence. El más vendido, en cambio, es Southern Vineyard, de un rosado subido de tono.
No son los únicos. De hecho, hay medio centenar de marcas rosadas exportadas al país del norte. Entre los ejemplares de color más acentuado, están Las Perdices, Serbal y Alta Vista Classic Rosé, que representan el punto medio entre los estilos etéreos rosé de provence y los locales, con un color más intenso.
Los nuevos rosados
Movidos por las exportaciones, en la góndola local se experimenta también ese cambio, incluso en gamas de precios insospechadas para un estilo de vinos ligero. En eso, el fenómeno argentino no es ajeno al global. Hay marcas como Luigi Bosca, que lanzó su a Rosé is a Rosé is a Rosé a fines del año pasado en una gama alta de precios. O bien, como The Apple Doesn’t Fall Far from the Tree, de Riccitelli Wines, que también pica alto con Cuvelier de los Andes y Ciclos.
Como complemento, en el mercado local se está experimentando con rosados en materia de burbujas. Rosell Boher ofrece Casa Boher, un rosé brut consolidado con base Pinot Noir y Chardonnay, mientras que Navarro Correas propone un espumoso de Malbec, y Colonia Las Liebres, uno de Bonarda, de ligero color. En donde la investigación parece rendir nuevos frutos, sin embargo, es en la exploración de un terreno burbujeante y rosado de uvas Criollas. Hemos probado uno, que aún no tiene marca comercial, cuyo color y perfil organoléptico es notable, además de dos rosados tranquilos de Criolla que están por salir al mercado.
En todo caso, la movida mundial de los rosados encuentra a la Argentina con una buena oferta. Sea para refrescar, para darse un gusto light o simplemente para despuntar el vicio de una gastronomía de mar, los rosados locales son una buena opción.