Todo el mundo dice que para aprender a beber hay que prestarle atención al olfato, a la vista y al color del vino. En Vinómanos te decimos, además, qué vinos probar para que te sirvan de guía. Para saber de vinos hay que probar. Eso no lo discute nadie. El punto es que saber cuáles son los vinos que sirven de guía sobre el color, el olfato y el gusto es el truco que todos esconden. Por la sencilla razón de que es laborioso. Y por la otra más sencilla, de que no todo el mundo prueba los vinos sobre los que escribe.
En Vinómanos nos pusimos las pilas y elegimos para vos una serie de ejemplos para que puedas catar en tu casa, sólo o con amigos, y sacarle provecho a la experiencia. En rigor, son vinos que están dentro de nuestra app y que al catarlos fueron catalogados con este fin. Ahora sí, a los tips de aprendizaje y sus vinos: hoy, el color; próximamente los aromas, el gusto y el sabor.
Lo que hay que saber sobre el color del vino
El color depende de tres factores: la variedad de uva, el tipo de elaboración y el clima. Con uvas tintas se pueden hacer vinos tintos, rosados y blancos; mientras que con blancas, sólo blancos. Arranquemos por este caso. Los blancos ofrecen matices que van desde el color nácar –son raros en nuestro mercado- a los más frecuentes dorados, pasando por varias tonalidades de verde. En términos generales dependen mucho de la variedad y si tienen o no crianza; esta última es la responsable de los dorados extremos, por ejemplo. Así, tenemos:
Sauvignon blanc: nacarados y verde acerados siempre que sean jóvenes. Envejecen rápido y se oxidan hacia los marrones en un plazo corto. Probá, por ejemplo, Los Cardos.
Torrontés: en los estilos modernos, donde no hay oxigenación, son verdes pálido a amarillos muy livianos. Así es por ejemplo Cafayate Reserve. Entre los más clásicos, de color dorado, Etchart Privado es un buen ejemplo.
Chardonnay: es verde liviano; cuando lleva crianza en roble, vira a los amarillos y dorados muy marcados. Un ejemplo de verde, sería Altos del Plata; de dorado, Escorihuela Gascón Pequeñas Producciones. Con los tintos el asunto cambia un poco por otro motivo: la edad del vino. Cuando es joven, conserva el vigor colorante de la uva, sea rojo o violeta y los puntos intermedios entre ellos; cuando es viejo, por el contrario, pierde el tono y lo diluye en trazos naranjas y de teja. Así, cuando son jóvenes, el color de cada variedad es:
Malbec: da vinos rojos muy violáceos, casi obispal. En los ejemplares norteños tiende a ser mate, mientras que en zonas más australes y frías, es brillante. Ejemplos del primero, sería Don David; mientras que entre los segundos, Durigutti Clásico.
Cabernet Sauvignon: es roja rubí por excelencia, aunque en nuestro medio suele presentar matices más violáceos debido a la alta insolación, por un lado, y a que en las bodegas suele recibir un touch de Malbec. Repite el patrón de mate/brillante según la región. Entre los típicos, Zuccardi Q con tono subido de intensidad; entre los menos intensos, Lagarde.
Syrah: da vinos violetas, de moderada intensidad, si no está exigido dentro de la bodega. En nuestro mercado, la mayoría está exigido, pero es interesante apuntar que evoluciona rápido hacia trazos teja. Buenos ejemplos, accesibles además, serían: Novecento y Norton Varietal.
Bonarda: en las generales de la ley, y salvando unas pocas variantes del mercado, es un vino rojo violáceos, más o menos brillantes, dependiendo de la región. Entre los que destacan por su matiz brillante, probá Alfredo Roca Dedicación Personal; entre los que son algo más opacos, Tracia Honores.
Pinot Noir: es la más atípica. Da vinos de poca intensidad colorante, siempre con matices rojos. Desconfiá de un Pinot con mucho color, porque no está bien hecho. Buenos ejemplos, serían: Salentein Reserve y Catalpa.
¿Por qué cambia el matiz de un tinto con la región?
El carácter mate de los vinos norteños y el brillante de los más australes tiene una explicación enológica simple. En zonas más frescas, las uvas tienden a conservar mejores valores de acidez. Y la materia colorante cambia su índice de refracción según esté en un medio más o menos ácido. Pensá en un té, que al agregarle limón vira del rojo al teja. Con el vino pasa algo parecido. En zonas más cálidas, con menor acidez, los colores son opacos. En zonas frías, con mayor acidez, más brillantes.