La verdad oculta bajo las raíces revela un nuevo camino para el vino

La verdad oculta bajo las raíces revela un nuevo camino para el vino

Es una mañana fría de invierno en Mendoza. El viñedo, pelado y en plena poda, luce raquítico comparado con la frondosidad del verano pasado. Está bien, ese es el ciclo de la vid. Pero ahora, justo cuando no hay mucho para ver, curiosamente es cuando se toman las decisiones más importantes para la próxima vendimia: la poda, las labranzas de suelo y también el esquema de riegos, que determinarán el crecimiento.

Sin embargo hay algo más. Algo inusual para el paisaje del viñedo. Entre las hileras un four track recorre el terreno. Se escucha como un ronroneo de motor que va y viene. Visto en la distancia, podría tratarse de una patrulla de vigilancia. Y en cierto modo lo es, aunque vigila otra cosa: adosado a la parte trasera una planchuela blanca va pegada al suelo, relevando datos. ¿Qué monitorea?

Pablo Minatelli, agrónomo de Bodega Norton, lo explica: “realizamos un mapeo del suelo para conocer los recursos con los que cuentan las plantas, su textura y sobre todo la profundidad y los materiales que lo componen”, dice. De esta manera, se tiene una certeza concreta sobre la forma en que las vides se nutren.

Puede parecer de ciencia ficción, pero estos mapeos son claves para determinar zonas y parcelas dentro de un viñedo. Ya que, al cabo, de lo que se trata es de entender las diferencias que existen entre cada parcela para poder establecer tanto práctica de poda y riego como de cosecha y labranza, según el vino que se desea obtener de cada una.

El resultado del mapeo es una imagen que los agrónomos emplean para decidir qué y cuándo hacer. Y se usa hoy en Argentina especialmente en zonas que, hasta hace una década o dos, no estaban cultivadas. El ejemplo perfecto son Valle de Uco, en Mendoza, y Pedernal, en San Juan.

La razón es simple: allí el suelo no fue nivelado ni preparado para la plantación de la vid. Directamente se plantaron luego del desmonte. Y ahora hay que conocerlo al detalle para poder extraer de allí todo el potencial. En eso trabaja Luis Reginato, agrónomo de Bodega Catena. En eso y en recabar toda la información pertinente para establecer delimitaciones dentro las zonas más grandes. “Ahora mismo estoy recabando información de suelos y temperaturas para delimitar por zonas Gualtallary, en Tupungato. La idea es determinar dónde y por qué se producen buenos, muy buenos y excelentes vinos”, dice. El asunto llevará un tiempo. Pero al cabo podrá contarse con ciertas fracciones de viñedo bien delimitadas a la hora de hacer (y de repetir) grandes vinos.

Eso es exactamente lo que se está intentando en este viñedo, donde el runrún del four track va y viene, elaborando un mapa con materiales invisibles a los ojos. Si sólo se tratara de estudiarlo, sería fácil. Pero ahora hay que tomar decisiones importantes. ¿Cuáles?

Lombrices, a trabajar

Altamira, Tunuyán, Valle de Uco, es una de las indicaciones geográficas más estudiadas por los agrónomos en los últimos años. Tanto, que en 2013 se logró delimitar el perímetro para los vinos de calidad excepcional que, ahora, pueden contar con la indicación Paraje Altamira.

Como resultado de estos estudios se implementaron algunas prácticas agrícolas puntuales para mejorar los vinos. En eso trabaja actualmente Sebastián Zuccardi, agrónomo y enólogo de Familia Zuccardi Wines. “Sabemos que los suelos de Mendoza son pobres en materia orgánica. Y hemos aprendido que es importante para la planta tener algo de materia a su disposición. De modo que hace tres años desarrollamos un programa en el que millones de lombrices compostan todo el material de las podas y luego lo incorporamos nuevamente al suelo en zonas puntuales”, explica. Según su visión, el trabajo de las lombrices ayuda a establecer mejor equilibrio en la viña. Equilibrio que se traduce en vinos con mejor balance. Todo en forma natural.

No son los únicos en avanzar sobre esa línea ni Altamira el único lugar. En cualquier caso, el trabajo para mejorar la textura y la calidad del suelo en el que vegeta la vid ofrece hoy muchos matices. Uno de los más interesantes es, sin dudas, el manejo del agua.

Riegos especiales

Cuando se diseña una finca en un suelo virgen se tiene en cuenta las pendientes y las exposiciones de las lomadas al sol. Así, por ejemplo, se establece la orientación de las hileras del viñedo. Y así se hizo con las miles de hectáreas que fueron a poblar el pedemonte entre 1990 y la actualidad. El punto es que, aún habiendo previsto esas cuestiones, el riego se estableció por cuarteles. Es natural: un sistema automático tiene conectadas las fases del riego por sectores grandes. Eso, pensado desde la comodidad del armado del sistema.

Pero cuando las plantas crecen y se comportan en forma diferenciada según sectores que no se ajustan a las fases de riego, la pregunta natural es: ¿qué hay bajo las raíces y cómo segmentar mejor el aporte de agua?

El four track ahora recorre las hileras cercanas. Bien mirada, la planchuela que lleva al ras parece una tabla de cocina hecha de teflón. De ella depende, sin embargo, una lectura decisiva: donde indique suelos ligeros y arenosos, habrá que ajustar el equipo de riego para que vierta más agua; donde indique arcilla, se hará lo contrario. “Es vital para nosotros tener esa información: así podemos estipular la cantidad de agua que la planta necesita para conseguir la calidad que buscamos”, sostiene Martin Kaiser, agrónomo de Doña Paula, en cuyos viñedos trabajan cruzando datos de suelo y de índice verde con fotografía aérea.

Cruce de información

El punto es que, con la data dura que hoy se recaba en los viñedos, entre temperaturas, insolación, humedad relativa y pluviometría, sumada a la que se conoce con estudios de suelo y de índice verde, lo que se obtiene es una nube de que promete transformar la viticultura argentina. Y los vinos que de ella resultan, por supuesto.

Un dato alcanza para dar cuenta de este fenómeno. Bodegas como Catena Zapata, Altos Las Hormigas, Doña Paula y Norton, entre muchas otras, hoy cuentan con líneas comerciales que responden a recortes realizados teniendo en cuenta variables científicas como las mencionadas. Y no detienen su avance. Desde las desclasificaciones que se hacen con Vineyard Designated Nicasia en la línea DV a los recortes de suelo propuestos por la línea Parcel de Doña Paula, pasando por los Lote de bodega Norton, Pyros de Callia y los nuevos Piedra Infinita y Canal Uco, hay todo un universo para redescubrir en el vino argentino. Universo que está, precisamente, bajo las raíces.

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