Mendoza es conocida por sus terruños de altura. Sin embargo, hay un puñado de regiones que promedian cotas más bajas y que, por la combinación de suelos y climas expuestos a los vientos australes, ofrecen un delicado balance para algunas variedades, en especial tintas. San Rafael es el ejemplo perfecto.
Con más de un siglo de historia y ubicada unos 240 kilómetros al sur de Mendoza capital, San Rafael es un oasis que hay que visitar en forma intencional. Es decir: no está de paso hacia otras regiones, por lo que sus productores y vinos resultan distantes más en términos simbólicos que reales. Sin embargo, desde hace unos años bodegas y viñateros decidieron unirse para tender un puente más vivo con los consumidores. Agrupados bajo el lema “Vinos de San Rafael, Terroir con Historia”, se disponen a mostrarle al mundo el potencial de sus vinos sin traicionar sus raíces. Y la movida ahora llega a la góndola, con algunos vinos clásicos y otros más nuevos.
Expresión propia
Con 14.500 hectáreas de viñas, San Rafael es la frontera sur de la viticultura mendocina. Sus viñedos se encuentran enmarcados por un maravilloso entorno comprendido entre los ríos Atuel y Diamante, fuente natural para el riego de las vides.
A diferencia del resto de las regiones vitícolas de Mendoza, los viñedos sanrafaelinos están alejados de la cordillera de los Andes, cuyos picos apenas se divisan al oeste, de modo que la altura de cultivo ronda los 600 y los 800 metros sobre el nivel del mar. Esto define un clima moderado a frío, seco y con excelente insolación. Esa diferencia puede apreciarse en “una acidez presente y un paladar vivaz, principalmente en los Malbec y en las blancas”, sintetiza Facundo Pereira, enólogo de Casa Bianchi, la bodega más importante de la región.
A pesar de la distancia con la montaña, los suelos también son de origen aluvional, aunque con menor presencia de piedra. “Nuestros suelos son profundos y abundan en arena, arcilla y grava. Esto se traduce en vinos suaves, de taninos redondos y textura envolvente”, explica Mauro Nosenzo, enólogo de Algodón Wine Estates.
Tintos frescos
En la región destaca la variedad Bonarda. “Contamos con antiguos viñedos que brindan una calidad impresionante”, destaca con entusiasmo Nosenzo, quien conduce una viña de 1946. A la antigüedad de las plantas, se suma una buena luminosidad que asegura madurez, mientras que el clima frío conserva frescura, dos aspectos que permiten elaborar sabrosos varietales jóvenes, como Algodón Estates 2012, Vía Blanca 2013 o Alfredo Roca Fincas 2013. Pero también hay lugar para los exponentes de alta gama, que suman al buen jugo y al paladar frutal una nueva expresión compleja y elegante.
Para entender este nuevo carácter de la Bonarda, se puede buscar la nueva etiqueta de Goyenechea, Lorenza 2012, el profundo Cavas de Don Nicasio 2011, de Bodega Iaccarini, o el vivaz Alfredo Roca Dedicación Personal 2010. Cada uno, con el perfil propio que lleva al varietal a una nueva dimensión.
Mientras que en muchas regiones del país se vive un entusiasmo renovado por el Cabernet Sauvignon, en San Rafael siempre fue pilar de sus grandes tintos. No solo como varietal, sino también como corazón de tintos de corte, como Enzo Bianchi Grand Cru, uno de los vinos más exclusivos del país.
Entre los varietales, hoy se explota la tradicional frescura herbal de San Rafael, que sirve de contraste a la fruta negra, las bayas y las especias. Para comprobarlo, basta con buscar 5ta Generación Gran Reserva 2010, de Goyenechea, propuesto por la sangre joven de la familia, La Espera Reserva 2010 de la recién llegada familia Funckenhausen, o Bianchi Particular 2009 de Casa Bianchi, etiqueta que demuestra que el rey tinto tiene mucho para contar en San Rafael.
En cuanto al Malbec, ocupa el 14% de la superficie de San Rafael y ofrece un perfil expresivo, amplio y jugoso, producto del clima fresco. El resultado son varietales frutales y tensos en paladar, un ajuste que en 2014 le valió a Casa Bianchi la distinción de Mejor Vino Tinto del Mundo en el concurso Vinalies Internationales, con Famiglia Bianchi Malbec 2012. “Aquí el Malbec es de los más amables y vivaces al paladar que hay en Argentina”, sostiene Pereira, hacedor de esta consagrada etiqueta. Sin embargo, hay mucho para descorchar y comprobar el estilo propio que San Rafael ofrece en cuanto a Malbec. Entre los que suman diversidad, se encuentran los jóvenes y frescos, como Lavaque Malbec 2014 y La Espera Malbec 2012. Mientras que, de los más encumbrados exponentes, merecen atención especial 135 Aniversario 2010, de Bodega Goyenechea, Jean Rivier Reserva 2012 y Alfredo Roca Reserva de la Familia 2010.
Paraíso blanco
Por su ubicación al sur de la provincia, San Rafael es origen de blancos con gloria. Vinos sabrosos y simples elaborados con Chenin Blanc, Semillón, Tocai o Chardonnay. El punto es que toda la región tiene cierta exposición sur y está expuesta a las masas de aire frío de la Patagonia, por lo que los blancos obtienen frescura y sutileza. Para descubrirlos, se puede buscar el relanzado pero tradicional Suter Etiqueta Marrón 2014, elaborado con Chenin, cepa que está en pleno auge entre los enólogos que buscan recuperar clásicos de otro tiempo. Entre los Chenin Blanc, también es conveniente buscar los varietales de Alfredo Roca y Jean Rivier. Mientras tanto, con el Semillón hay un efecto similar y este blanco histórico lentamente recupera terreno de la mano de etiquetas como Iaccarini Semillón 2013, que explota el perfil austero y refrescante del varietal.
Por lo que se dijo, excusas para visitar San Rafael hay muchas. No se trata solo de buenos vinos con historia, sino también de proyectar la región hacia el futuro. Algo de eso ya se puede observar en los vinos más nuevos. El resto es cuestión de tiempo.