Seis terruños clásicos para redescubrir en Mendoza

Seis terruños clásicos para redescubrir en Mendoza
Viñedos relevamiento WOFA Wines of Argentina

“Mientras que la novedad genera curiosidad, solo los clásicos construyen valores durables.” Es una máxima que cuenta para todo en la vida. Y nos la dijo al oído, recientemente, un importador de vinos inglés de paso por Argentina. Llevábamos al menos una hora hablando sobre los increíbles avances en materia de altura, estilos y desarrollos de investigación en suelo, cuando Simon Farr, fundador de Bivendum, remató con esa frase tan europea como real.

Si Argentina o Mendoza fueran rincones del nuevo mundo, no habría mucho que aportar. Pero tanto el país como la provincia tienen casi dos siglos haciendo vino, y hay terruños que se ganaron su lugar con los años. Se trata de terruños que trascendieron la novedad: son clásicos a su manera, tienen vinos clásicos y sostienen su valor y lo aumentan, precisamente, porque son clásicos, tal como dijo Farr, aun cuando la moda, la tendencia o la novedad pongan el foco en otras regiones.

La idea de Farr hoy sobrevuela el vino argentino. Al cabo de dos décadas de fuertes investigaciones y desarrollos en el Valle de Uco, conviene repasar también aquellas regiones que sostienen su lugar en la historia. Sobre todo aquellos viñedos que consolidaron indicaciones geográficas menos comentadas hoy, como Vistalba, Lunlunta o Perdriel. En suma, una invitación a redescubrir algunos rincones clásicos del vino de Mendoza y, al mismo tiempo, la vigencia de estos terruños.

Vistalba y Las Compuertas. Hace dos siglos, ya se cultivaba esta región, por la sencilla razón de que aquí estaba la toma de agua para la ciudad y su riego. De hecho, aún se pueden visitar los vestigios de la primera, conocida como Toma de los Españoles, un arco en ruinas a orillas del río Mendoza. Como todo lugar donde se toma el agua, es el punto más elevado alcanzado en el siglo XIX, justo al pie de la precordillera. Y es también, a 20 minutos del centro en auto, uno de los rincones más accesibles y vistosos de Mendoza por los que perderse en sus carriles. De aquí, a 1.070 metros de cota máxima, con suelos nivelados para el riego, nacen Malbec profundos, musculosos y de taninos muy dulces. Algunos viñedos destacados de la zona son Alizarine, de Bodega Altavista; Finca Los Nobles, de Luigi Bosca; Las Compuertas, de Terrazas de los Andes; Vistalba, de la bodega homónima. No son los únicos, pero sí algunos de los más renombrados. Lamentablemente, hoy la zona está tan cerca de la ciudad, que sus mejores viñedos corren cierto peligro por la urbanización.

Perdriel. Hasta 1895, era la frontera austral del vino en Mendoza. La razón era sencilla: Perdriel estaba del otro lado del río, cuando el río Mendoza era una barrera natural. Y ese terreno pedregoso al que hoy toma unos 20 minutos llegar fue un bastión de vinos tintos por excelencia a lo largo del siglo XX. Con suelos delgados y colmatados de piedras redondas, producidos por el paso del río, Perdriel ofrece uno de los lugares más destacados de la provincia para elaborar Cabernet Sauvignon: los vinos resultan algo descarnados, pero muy expresivos y con taninos finos y firmes. A 950 metros sobre el nivel del mar, en esta zona se embolsa el aire frío que baja por la quebrada del río y genera noches muy frescas. Algunos de los viñedos clásicos de la región son Perdriel, propiamente, de Bodega Norton; Los Aromos, de Bodega Terrazas; Marchiori, que da origen a Viña Cobos; Bella Vista, de Achával Ferrer. Para el ojo poco entrenado, es fácil confundir Perdriel con Agrelo, ya que la división es distrital y no hay un accidente geográfico. Baste la siguiente mnemotecnia: desde la ruta nacional 7 al norte, es Perdriel; al sur, es Agrelo.

Agrelo. A diferencia de Perdriel, Agrelo es una región extensa y de suelos profundos que trepan hacia las cerrilladas del oeste (guayquerías, se llaman en Mendoza). Y así, escala desde los 950 hasta los 1.100 metros, en una franja de norte a sur que tiene unos 8 kilómetros de ancho. El secreto es que aquí no hay piedras y la profundidad del suelo varía desde unos 3 metros en el centro a unos pocos centímetros en el oeste, con presencia de arcillas y limos, además de arena. Ese suelo garantiza algunos Cabernet Sauvignon de cuerpo y taninos finos. Precisamente la disponibilidad de tierra y de agua de pozo hizo que fuera una de las primeras zonas en crecer a contar de la década de 1990, aunque había buenos viñedos anteriores. Aloja algunas bodegas modernas y ofrece, al mismo tiempo, viñedos de renombre. Destacan en especial La Pirámide, de Catena; La Zulema, de Pulenta Estate; Remolinos, Decero; y Finca La Anita, entre otros.

Lunlunta. Es un rincón compartido políticamente por dos departamentos: Maipú y Luján de Cuyo. Sin embargo, Lunlunta tiene tanta identidad en materia de vinos, que ganó su propio protagonismo ya desde fines del siglo XIX. Ubicado en la margen norte del río Mendoza, y al este de Perdriel, está formado por las terrazas aluviales del río en torno a los 850 metros sobre el nivel del mar. Las más bajas, conocidas como Bajo Lunlunta, son muy pedregosas. Las más altas, más arenosas. Es una zona en la que destacan los Malbec: profundos y musculosos, también, ofrecen un tanino tan redondo y pulido, que se ha ganado fama. Zona muy atractiva para dejarse llevar por los carriles abovedados de los plátanos y desembocar en algunos viñedos, destacan: Domain Saint Diego, en el bajo; el que da origen a Norton Lote Lunlunta; y el que cultiva Bodega Carinae.

Barrancas. Por muchos años, fue una zona completamente desconocida pero absolutamente crucial en la elaboración de vinos. Su plantación arrancó en la década de 1940, cuando Samuel Flichman largó con los viñedos de Syrah y Cabernet Sauvignon al sur del río Mendoza y al este de Perdriel, justo al otro lado de las llamadas Cuchillas de Lunlunta: una formación de cerros baja, que cierra el acceso a esta zona y funciona como límite natural con Perdriel y Agrelo. Hoy, un puñado de bodegas desarrolló una buena extensión de viñedos cuyo Cabernet Sauvignon se cuenta entre lo mejor de Mendoza. La razón hay que buscarla en el tipo de suelo, aluvial de material fino, que hacia el lecho del río suma también piedras redondas, que afloran en abundancia. La altura está en torno a los 750 metros sobre el nivel del mar. Destacan los viñedos de Toso, Finca Agostinos y Flichman. No son los únicos, pero sí los más renombrados.

Así, en un descenso que va desde Las Compuertas a Barrancas, se cruzan poco más de 300 metros de desnivel, con suelos cambiantes. En ellos, las vides tienen entre medio siglo y uno y medio de adaptación. Lo mismo pasa con los vinos que de ellas se elaboran: se conoce el estilo y la forma de hacerlos. En suma, terroirs clásicos que acumulan valor con los años.

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