Los bosques de ñires y lengas trepan las laderas de los cerros hasta las lenguas de nieve. En el corazón del valle del río Azul, el caudal tranquilo y persistente del río, que explica a simple vista su nombre, avanza hacia uno de los espejos de agua más atractivos del sur argentino, Lago Puelo. Para el ojo entrenado en el vino de Cuyo, nada de lo que ve es paisaje vitícola. Sin embargo, el ojo también se equivoca: ahí, entre el ignoto Cerro Radal y el famoso Piltriquitrón, se extienden pequeñas parcelas de viñedo de una, dos y hasta once hectáreas. Casi todo Pinot Noir, Chardonnay y Sauvignon Blanc, algo de Merlot y Gewürztraminer.
Es verdad, hace tan solo una década había un único y prometedor viñedo en El Hoyo de Epuyén. Plantado a fines de la década de 1990, Patagonia Wines era al mismo tiempo el sueño del bodeguero Bernardo Weinert y el recordatorio de que en Argentina poco se sabía sobre el límite austral para elaborar vinos. Ahora, entre El Hoyo, Puelo, Bolsón, Paso del Sapo, Gualjaina, Trevelin y Capitán Sarmiento, la frontera del vino se expande más allá del paralelo 42º hasta el 45,5º, con pequeños viñedos, muchos de ellos experimentales, como los de Viña Nant y Fall y Chacra la Primavera en la Cordillera, o los que conduce el flamante viticultor Sergio Mammarelli en Los Altares, o los de Tertulia de Gualjaina sobre la estepa.
Tanto en el suroeste de Río Negro como en Chubut, crece una movida incipiente de amantes del vino desarrollando nuevas plantaciones a contar de 2011. Detrás de casi todos ellos hay un agrónomo enamorado del vino: Darío González Maldonado, alma mater de la región. “Estoy convencido, y lo hemos demostrado, de que en esta parte del mundo podemos hacer bases espumantes de otro nivel, sobre todo con Pinot Noir y Chardonnay”, explica al otro lado de la línea, en su casa de El Hoyo.
Razones no le faltan. Hace diecisiete años es el responsable de elaborar los vinos de Patagonia Wines y ha acumulado tanta experiencia en la zona que, desde 2016, se convirtió en el responsable técnico del emprendimiento de 75 hectáreas en Capitán Sarmiento, el más grande de Chubut. Y si para muestra sobra un botón, como reza el dicho, este proyecto del empresario Alejandro Bulgheroni empezará la construcción de una bodega en 2018. Será la más austral del mundo.
Constelación austral
A fines de noviembre pasado, se presentó en Buenos Aires lo que podría llamarse la primera cata integral de vinos de Chubut. De ella participaron varios productores, entre cuyos vinos destacaban Familia De Bernardi Sauvignon Blanc y Cien Lunas Pinot Noir. A ellos, hay que sumarles el vino que Paz Levinson, la mejor sommelier de Argentina, embotelló con uva de Paso del Sapo en 2013.
Pero si estos productos tienen poca escala —el que más elabora produce seis mil botellas por año— y son difíciles de hallar, lo que convierte en interesante a esta nueva frontera es lo que tiene de promesa. Por un lado, la exploración de zonas frías y soleadas en la estepa o húmedas y frías en la cordillera, a baja altura. Por otro, el aporte de frescura que hacen al vino argentino. “Pienso —dice Maldonado— que en la estepa podremos elaborar un tipo de tinto maduro en aromas y rico en frescura o de blancos golosos de paladar tirante. En la cordillera, en cambio, vinos filosos y frescos, sobre todo en blancos.”
Para un paladar acostumbrado a los vinos del desierto y la altura, el perfil que describe el agrónomo es por lo menos sorprendente. Se acerca bastante al que se obtiene hoy a 1.500 metros en Mendoza, con niveles más bajos de madurez fenólica y azucarina.
Alejandro Cánovas, enólogo encargado de elaborar la primera partida de uva de Capitán Sarmiento cuando todavía estaba en la etapa de experimentación, sin embargo cree “que la distancia, el aislamiento y la falta de proveedores pueden hacer que dar con el vino perfecto lleve tiempo. Eso sí, todo indica que vale la pena intentarlo”.
Secretos del sur
La Patagonia, hasta ayer nomás, comprendía Río Negro, Neuquén y La Pampa en término vitivinícolas. La relación es clara: mientras que esas tres provincias cubren 3.500 hectáreas de viña, la emergencia de Chubut, que no llega a 100, es casi anecdótica.
La nueva extensión encierra algunas paradojas. La primera es que por estar alejada de los epicentros tiene costos más altos. La segunda es que, en muchos casos, se encuentra en el límite de la producción en términos vitícolas, con zonas cordilleranas donde las heladas tardías o tempranas son frecuentes. Estas dificultades explican, al menos en parte, la escala de los proyectos, que en general cubren entre una y cinco hectáreas experimentales.
Sin embargo, la emergencia de una docena de ellos marca una nueva pauta para la región. Tienen a su favor que el turismo es el principal vector de difusión, con lodges de pesca y cotos de caza en los que ofrecer sus vinos, amén de una gastronomía consolidada de cara al turismo. El mejor ejemplo lo ofrece Estancia Los Robles: con una hostería propia, incluso hacen su fiesta de la vendimia para los visitantes, quienes también cosechan y elaboran las tres hectáreas de viñedo con la marca Rincón de los Leones.
“Todo es incipiente, pero avanza”, sostiene Maldonado, que ha visto crecer el viñedo de Chubut desde cero. Difíciles de hallar en el mercado, lo mejor para descubrir los vinos de la Patagonia más austral es emprender un viaje. En ese sentido, nadie puede arrepentirse de recorrer cañadones y bosques, de cruzar estepas anchas y despobladas, y pescar en ríos azules y quietos como los cielos patagónicos, todo para beber una buena copa de vino.