“Transición hacia una nueva economía”. Con esas palabras el mundo empresario define su vocación por dar a luz un nuevo paradigma de negocios en el que la sostenibilidad y la inclusión cuentan tanto como la rentabilidad. Las llamadas “Empresas B” van en ese camino: compañías que se caracterizan no tanto por ser “perfectas”, sino más bien por adoptar un enfoque de mejora continua basado en tres pilares: el valor económico, la mirada social y el impacto ambiental.
No es fácil conseguir el sello de Empresa B, certificación internacional que en la Argentina otorga la organización sin fines de lucro Sistema B. En el mundo existen unas 6000 compañías que aprobaron los altísimos estándares de desempeño social y ambiental, responsabilidad y transparencia exigidos.
El caso es que, lentamente, el sector de los restaurantes comienza a formar parte de este movimiento: de las 193 compañías que obtuvieron esta certificación en la Argentina siete son proyectos gastronómicos. Y cuatro de ellos están en Mendoza.
Restaurantes mendocinos con certificación B
El ya legendario restaurante La Marchigiana (con sus dos locales en la capital provincial), el bar cultural El Botellón (que además tiene una radio, una galería de arte y desarrolla proyectos ambientales), la chocolatería y heladería Bianco & Nero (con sucursales en Mendoza y también en Lima, Perú) y la hamburguesería Carne (que además se su espacio en la Quinta Sección mendocina tiene locales en La Plata, Parque Leloir, Lomas de Zamora y Olivos) conforman la lista que se completa con la Pulpería Quilapán y los servicios de catering Teist y Cook Master, los tres ubicados en Buenos Aires.
Los restaurantes mendocinos con certificación B llevan la delantera en el país, pero todo indica que este compromiso de las empresas (en particular las gastronómicas) por usar el papel de sus negocios para crear valor social, ambiental y económico va por más en el país.
Camino de aprendizaje
Son diversas e interesantes las propuestas de los restaurantes mendocinos con certificación B.
“Carne nació con una filosofía de triple impacto. Así que para certificar no tuvimos tanto que cambiar, sino más bien sistematizar y respaldar nuestro concepto”, relata Carolina Giménez Milán, gerenta de Asuntos Corporativos de la firma creada en 2016 por el chef argentino Mauro Colagreco.
“Lo que Mauro quería demostrar –prosigue – es que dentro de una propuesta masiva como Carne también se pueden respetar los pilares de la gastronomía sustentable, los ciclos de la naturaleza, la producción orgánica y la ganadería regenerativa. Y de hecho fuimos en 2019 la primera cadena de hamburguesería del mundo en certificar como empresa B”.
Con más de 70 años en Mendoza, La Marchigiana fue en toda la Argentina el primer restaurante en certificarse allá por 2015 como Empresa B. Más allá de su probada propuesta gastronómica, el proyecto conducido por la cuarta generación de la familia Barbera se caracteriza por su minuciosa selección de proveedores, su operatoria de separación de residuos y hasta un programa para que los empleados puedan acceder a una vivienda propia.
“’La Marchi’ es una parte importante de la cultura mendocina y de la historia local, y convertirnos en empresa B es una muestra más de ese compromiso para con la sociedad. Hay una relación ‘comunidad-empresa’ que acá se respira desde siempre”, expresa Valentina Tornello, Brand Manager del Grupo Broda.
“Abrimos el bar en 2017. Cuando llevábamos un año escuchamos hablar de Sistema B y nos pareció algo que nos interpelaba: nos interesó esta idea de ayudar a las empresas a medirse”, cuenta uno de los socios fundadores de El Botellón, Matías Bismach.
Y agrega: “Pero más allá de la certificación que logramos en 2019, lo más valioso fue el proceso que nos ayudó a crear cultura y a repensar el vínculo con nuestros proveedores y clientes”, agrega y observa que en la provincia está teniendo lugar una movida sustentable que más que nada se nota en la creación de una comunidad empresaria que comparte esta nueva forma de hacer negocios.
No por nada la Universidad de Cuyo es la primera universidad en Latinoamérica en ofrecer la orientación en Triple Impacto. Y, además, Mendoza fue sede el último agosto del Encuentro Nacional Empresario de Sistema B Argentina, en el que compañía del “Ecosistema de Impacto” generaron diferentes espacios vinculados para “reconectar” con su propósito.
“No sé si hay una correlación económica concreta e instantánea por el hecho de ser Empresa B”, reflexiona Giménez Milán. “Las ventajas pasan más bien por el hecho de que el proceso, que te obliga a recertificar cada tres años, te mantiene en un camino de mejora continua y te ayuda a mirarte desde otro lugar”, dice. Y concluye: “En lo que definitivamente se gana es en credibilidad: darles a nuestros clientes la confianza de que lo que decimos es cierto”.