Cabernet Franc, un clásico que renace en Argentina

Cabernet Franc, un clásico que renace en Argentina

Hablar del Cabernet Franc como una novedad es un error. Cualquier wine lover debería saber que se trata de una de las cepas más antiguas. Hasta se le atribuye la paternidad del Cabernet Sauvignon y, muy posiblemente, también del Merlot. Sin embargo, es cierto que el mundo está ante un despertar del Cabernet Franc como varietal en regiones que apuestan a su expresión como diferencial.

En Francia, país donde se lo cultiva desde hace siglos, se luce en los viñedos del Valle del Loire, especialmente en las AOC Chinon y Anjou, mientras que en Bordeaux es pieza clave de los grandes vinos de Saint Emilion, en general combinado con Merlot. En ambas regiones, nadie puede negar la importancia del Franc, aunque el consumidor poco sabe de su existencia, ya que estos vinos se buscan por la simple mención del origen.

Sin embargo, en Italia algunos Supertoscanos se ocuparon de darle énfasis a su alusión en las etiquetas. Lo mismo sucede en algunas zonas del Nuevo Mundo. Entre estos últimos casos, no se puede dejar de mencionar el rol de las bodegas de Argentina, responsables de llevarlo a la primera plana de las publicaciones internacionales. Su cultivo crece asimismo en Estados Unidos —particularmente en Finger Lakes—, Chile, Australia y Sudáfrica.

El Franc de los Andes

Lógicamente, Argentina se especializa en el cultivo del Cabernet Franc a lo largo de la cordillera de los Andes, lo que se convierte en el primer diferencial que ofrecen los terroirs de altura. Si bien la llegada de las primeras vides de este varietal a suelo argentino se produjo a comienzos del siglo XX, durante décadas estuvo mezclado en los viñedos de Cabernet Sauvignon y Merlot y supo formar parte de vinos de estilo field blend.

Pero la historia del Cabernet Franc, tal como lo conocemos hoy, se inicia en la década de 1990, cuando el viticultor Roberto de la Motta impulsó la importación de material genético de alta calidad desde Francia. A partir de entonces, el cultivo del Franc creció lentamente para utilizarse como componente de corte, mientras que las hectáreas de Malbec lo hacían por miles cada año. De este modo, Argentina hoy cuenta con apenas 1.150 hectáreas de Franc, versus las 33.000 que cubre en Francia.

No obstante, este varietal ya se destaca en más de una región argentina. El mundo comienza a reconocer la calidad del Cabernet Franc de estas tierras. Valle de Uco y Luján de Cuyo son, sin dudas, las regiones que llevan la delantera, mientras que la Patagonia, los Valles Calchaquíes y Pedernal en San Juan cuentan con grandes ejemplares por descubrir.

Por qué nos gusta tanto el Cabernet Franc

Alejandro Vigil, chief winemaker de Catena Zapata, es una voz autorizada para explicar qué nos seduce del varietal, ya que su Gran Enemigo Cabernet Franc Gualtallary 2013 es el único que logró 100 puntos Wine Advocate, además de obtener Medalla de Oro en los últimos Decanter Wine Awards junto a otras dos de sus etiquetas, Los Chacayes y El Cepillo, elaboradas con la misma uva. Vigil cree que “el Cabernet Franc tiene varias ventajas en comparación con el Malbec o el Cabernet Sauvignon. Por un lado, es más fácil de beber y ofrece una aromática exótica que seduce a consumidores y catadores. Además, es una cepa muy transparente al terroir y permite dar con la expresión del lugar. Es una conjunción de gusto, sentido de lugar y carácter, que lo hace único”.

En cuanto a las regiones, se destacan los Cabernet Franc de zonas de altura y, por lo tanto, frías, como Gualtallary y El Cepillo, en el Valle de Uco, o Pedernal, en la cordillera de San Juan. Pero también sobresalen en zonas donde hay buena maduración, como Los Chacayes y Paraje Altamira, en Uco, y Agrelo, en Luján de Cuyo, entre los favoritos del consumidor menos experto.

En contraposición con los Bordeaux Blend o los varietales de Cabernet Franc de Chinon, por mencionar dos estilos mundialmente famosos, en Argentina el Franc es un vino profundo, de color violáceo concentrado y muy expresivo, con aromas de frutos rojos y negros, hierbas silvestres y especias. En paladar, es voluptuoso con buena tensión y taninos firmes, que dan cuenta de un gran potencial de guarda. Especialmente, se destacan muchos de la cosecha 2016, que por tratarse de un año fresco y lluvioso dio vida a vinos más ligeros y refrescantes.

Mientras que Paz Levinson, reconocida sommelier argentina radicada en Francia explica, “en Argentina, los Cabernet Franc son únicos, mantienen buen equilibrio entre la pureza del Loire y la estructura de Bordeaux. Es una combinación única, donde la acidez es media alta, la fruta muy clara en punto justo de madurez con notas salvajes de tomillo y jarilla. Son vinos de impacto en medio de boca. Lo bueno es que no se parecen ni a Loire ni a Saint Emilion pero con algo de las dos regiones despliegan un carisma propio”.

Entre los que llaman la atención por estas características, vale la pena buscar Andeluna Pasionado 2016, Rutini Single Vineyard Gualtallary 2016, Polígonos del Valle de Uco Paraje Altamira 2018, Rompecabezas 2017, Zorzal Pintao 2013, Kaiken Obertura 2014, Bramare Chañares Estate 2015, Riccitelli Viñedos de Montaña 2015 y Pulenta Gran Cabernet Franc XI 2015.

El entusiasmo que despiertan hoy estos vinos es tal, que muchos productores se animan a augurarle al Franc un futuro similar al del Malbec, aunque los expertos como Alejandro Vigil llaman a la calma: “El Cabernet Franc tiene mucho potencial, no caben dudas, incluso como dupla con el Malbec, pero es difícil que se convierta en un fenómeno similar. Con el Malbec aún tenemos mucho por hacer, y lo mejor está por venir”.

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