Para el ingeniero agrónomo Alejandro Bartolome, el proyecto vitivinícola propio llegó en un momento inusual: después de jubilarse. Su ambición era tener una bodega pequeña que le permitiera concentrarse al máximo en la calidad protegiendo, al mismo tiempo, el medioambiente.
El primer paso fue la compra de dos hectáreas y media de viñedos en Los Chacayes, cimiento sobre los cuales Pielihueso vio la luz y empezó a crecer. Ya con la idea encaminada -y con Alejandro tomándole el gusto a este gran segundo acto de su vida profesional- llegó una nueva finca en Los Sauces, donde está levantando el edificio de la bodega en la actualidad.
Allí se distribuyen tres hectáreas de Cabernet Sauvignon en parrales de 70 años de edad, más siete de Malbec con conducción en espaldero. En el 2019 y buscando experimentar con variedades blancas, se plantaron otras dos hectáreas con Riesling, Gewürztraminer, Chenin Blanc y Verdicchio.
“De a poco yo me fui metiendo para ayudarlo. Primero con el concepto de las etiquetas y después con las ventas, hasta que hoy es mi trabajo oficialmente”, relata Celina, hija de Alejandro, quien se encarga de la estrategia comercial y de la comunicación de Pielihueso.
“Seguimos como empezamos: somos un proyecto chico, familiar, bien cuidado y con muchas ganas de generar impacto más allá del líquido que hay en la botella”.
Pielihueso, sustentabilidad y pureza
En función de esta voluntad de dejar una marca más allá del vino y profundizando la visión inicial de los Bartolome, tras comprar la finca en Los Sauces, aplicaron prácticas orgánicas a todo el viñedo, con uso exclusivo de añadidos orgánicos y guano de cabra para fertilizar.
“Nunca fue una duda, porque nuestro proyecto nació justamente para hacer algo que dañe lo menos posible el medioambiente y cree un círculo beneficioso entre el origen del producto y su expresión final”, subraya Celina.
Hoy, esas prácticas contribuyen además a la preservación de la pureza varietal de las uvas, que luego se refuerza vinificando de manera simple. Todos los vinos de Pielihueso se realizan con fermentación espontánea con levaduras nativas y, prácticamente, nunca se filtran, excepto en algunos tintos, para los que se efectúa un filtro grueso a fin de eliminar posibles partículas en suspensión de gran tamaño.
Así, dependiendo de cada vino, los sulfitos en general se agregan solo en una única instancia del proceso de elaboración y en la medida justa, para asegurar el mantenimiento de la sanidad del producto en la botella.
“Para la fermentación usamos principalmente tanques de acero inoxidable. Para la crianza, depende del vino y lo que tengamos disponible”, explica Celina. “Tenemos varias barricas usadas de 225 litros, también utilizamos tanques y huevos de cemento y, recientemente, compramos ánforas de arcilla española que usaremos para seguir creciendo en estilo en nuestros vinos naranjo, blanco y rosado”.
Nuevos aires para el vino argentino
El naranjo, en particular, se convirtió en uno de los grandes éxitos de Pielihueso, una de las primeras bodegas en elaborar ese estilo de vinos en Argentina. Corte de Torrontés, Sauvignon Blanc y Chardonnay cofermentados, fermenta en contacto con pieles durante 4 meses.
El mismo corte de uvas, pero sin contacto con hollejos, es el utilizado para el Blanco Primero, mientras que el Rosado Primero se basa en una elección poco convencional para el estilo: 90% de Petit Verdot con Pinot Noir y Malbec.
En relación a los tintos, Malbec Primero está totalmente elaborado con Malbec de Los Chacayes, y Tinto de Los Sauces se basa en parrales viejos con un corte de 50% Malbec y 50% Cabernet Sauvignon.
Pintó Verdot, por su parte, es un corte de Petit Verdot de tres añadas distintas con un 10% de Cabernet Sauvignon, y Vino de Señor -que mezcla Malbec de dos añadas distintas y Cabernet Franc- es el único de los vinos de Pielihueso que tiene un aporte de barrica nueva y responde al deseo de Alejandro de hacer un vino de estilo clásico, como los que comparte con sus amigos en las peñas.
La etiqueta de Vino de Señor -con un dibujo que representa al perro de Alejandro, llamado Señor- es una de las muestras del especial foco que Pielihueso pone en el diseño de marca, en el cual también suman sus ideas y trabajo Carmela y Alejandro, hermanos de Celina.
“La idea es que lo que ves afuera refleje también el trabajo que hay atrás: innovación, honestidad y apertura hacia una forma nueva de ver y entender el vino,”, señala. “Usamos ilustraciones de mi hermano Ale y les damos forma no sólo en etiquetas, sino también en remeras y carteles en vía pública”.