Corbeau Wines, renovando el Este mendocino y su apuesta a la Ancellotta

Corbeau Wines

En la región italiana de Emilia-Romagna el Lambrusco es rey. Pero, para brillar del todo, en general se encuentra acompañado por la Ancellotta, una uva que aporta color y concentración especialmente en la denominación Lambrusco Reggiano, utilizada tanto para frizzantes como para vinos tranquilos, siempre tintos.

¿Cómo terminó entonces esta humilde cepa del norte italiano encontrando un espacio de 90 hectáreas en San Martín, Mendoza? Gracias a Corbeau Wines, proyecto de la familia Rodríguez que así se convirtió en propietaria del viñedo de Ancellotta más grande de la Argentina.

“En el momento en que decidimos apostar a la Ancellotta no era una variedad poco conocida en Argentina, sino una variedad totalmente desconocida”, explica Francisco Rodríguez, brand manager de la bodega.

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Francisco Rodríguez, brand manager de la bodega.

“La descubrimos en 2007 cuando compramos un viñedo nuevo. Estaba mezclada entre un cuartel de Malbec y obviamente nosotros no lo sabíamos. Al final de la cosecha probamos ese cuartel que habíamos fermentado solo, y parecía Malbec, pero tenía algo raro”.

Al revisarlo de nuevo en la primavera siguiente, notaron plantas de ampelografía particular que no pudieron reconocer. A través de algunas investigaciones y con ayuda del INTA, lograron determinar que se trataba de viñas de Ancellotta, que en aquel entonces -según el registro del Instituto Nacional de Vitivinicultura- había sólo 130 hectáreas plantadas en todo el país.

“En 2008 la fermentamos sola y nos encantó cómo se expresaba: un vino con un montón de estructura, un color impresionante; era algo con características muy interesantes que nos ofreció nuevas posibilidades, porque yo considero que Argentina tiene que mostrar más variedades y contarle al mundo que podemos hacer mucho más”, agrega Francisco.

Corbeau Wines, la apuesta por lo original

La tarea de reproducir aquellas viñas sobrevivientes de Ancellotta no fue fácil. Ningún vivero tenía plantas de esa variedad, por lo que las pocas que había en la finca de los Rodríguez se convirtieron en el punto de partida para producir las primeras estacas. Los frutos recompensaron pronto: en 2016, Corbeau Wines lanzó el primer blend Mad Bird de Malbec, Bonarda y Ancellotta y en 2017, llegó otro blend de 50% Ancellotta y 50% Malbec cosecha 2016.

“Esto nos demostró la buena relación entre ambos varietales y lo amable que puede ser ese corte: se sabe que el Malbec va muy bien con el Bonarda o el Cabernet, pero la Ancellotta es una variedad que ha generado una buena simbiosis con el Malbec y creo que ese fue uno de los factores que hizo que creciera tanto en la última década”, explica Francisco.

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Para celebrar el quinto aniversario de la bodega, en 2021, la apuesta se amplió sumando a la familia el Mad Bird Reposado Ancellotta 2018, un vino 100% Ancellotta con 10 meses de paso por roble francés y americano.

“Somos una bodega chica, pero nosotros siempre tratamos de levantar la bandera de la Ancellotta y de a poquito vamos llevando ese bastión”, se enorgullece Francisco. Paso a paso, así, Corbeau Wines va explotando toda la versatilidad de la cepa, creando tanto vinos frescos, frutados y fáciles de tomar como potentes, con carga y maduración.

Tres generaciones y renovación constante

Este es uno de los puntos clave en el camino del proyecto vitivinícola encabezado por el gerente general Eduardo H. Rodríguez, y sus hijos Eduardo -como enólogo principal de la bodega- y Francisco, quien se encarga del desarrollo comercial y de marcas para el mercado interno y externo.

Se trata de la tercera generación familiar a cargo del negocio. En total, Corbeau Wines se alimenta de 320 hectáreas distribuidas en cuatro viñedos en las regiones mendocinas de Maipú, Santa Rosa y San Martín, todas ubicadas en la tradicional zona Este de la provincia.

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“Queremos demostrar, particularmente en exportación, que Mendoza no es sólo Malbec de Valle de Uco”, subraya Francisco.

La línea Mad Bird, insignia de Corbeau Wines, nació con una meta clara: apuntar a los bebedores no frecuentes, aquellos que tal vez se sienten alejados del mundo del vino por sentirlo demasiado minado de tecnicismos. Siguiendo esa idea y a pesar de sus variados enfoques, las etiquetas de Mad Bird están unidas por la gran tomabilidad, buscando no atar el vino necesariamente a la comida y poniendo a la madera siempre en segundo plano.

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El primer Mad Bird se lanzó en 2016 y hoy la marca ya cuenta con ocho etiquetas para el mercado argentino: cuatro tintos, un white blend y un rosé (que conforman la línea clásica), al que se unen dos vinos especiales con potencial de guarda: Mad Bird Reposado y Mad

Bird Supremo. También, cuentan con dos Mad Bird Reposado (Malbec 100% y Ancellotta 100%).

“Es el vino con el que más nos divertimos porque en base a la añada elegimos y armamos un blend que no sigue ninguna receta, tiene distintas incorporaciones diferentes año tras año, que lo hace divertido de descubrir”, explica Francisco sobre Supremo, vino ícono de la bodega.

Paralelamente, sólo para el mercado norteamericano, Corbeau Wines elabora Little Mad Bird Sauvignon Blanc (100% Sauvignon Blanc) y Little Mad Bird Malbec (100% Malbec). Además de estar presentes en el mercado de Estados Unidos, las etiquetas de la bodega llegan al Reino Unido, China, Brasil, Canadá y Emiratos Árabes. En breve, también se encontrarán en los comercios especializados de Ecuador y Perú.

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