Volver a encontrarnos: yo llevo el vino

Vinos blancos de Argentina

Amor u odio. Con Nueva York es así. No hay término medio. Me gusta estar en casa, no lo niego. Solo que a veces me sofoco: dar una vuelta siempre es un buen plan. Una larga caminata o un paseo en bici. Respirar aire fresco, mirar un horizonte más lejano que la pantalla del celu. Ponerle verde a los ojos…  ¡Qué increíble es NY en verano!

Pero cuando agarro la bici y me pierdo por la calle, pfff. Otra vez caos: el ruido, las bocinas, las sirenas. Me vuelvo loca. 

Vinos blancos de Argentina, allá vamos

¿Será que con tanto encierro ya perdí la práctica? Puede ser. Un rato de frenesí no hace mal, aunque volver siempre resulta un alivio. Entonces, el sillón es el mejor lugar del mundo. No tiene comparación. Puedo pasar un montóoon de tiempo tirada mirando el teléfono, o acariciando a Cookie hasta que sus ronroneos nos duermen a las dos. Me siento cómoda no haciendo nada, aunque después me da culpa. Tan cerca y tan lejos del bullicio, el tránsito y el ruido perpetuo. Creo que se trata de formar un espacio propio. Una burbuja, sí, pero elegida. Consciente.

Antes del Covid salía siempre: el cine, los bares, Central Park. Todo estaba al alcance de la mano, y yo, lista para la aventura. Tal vez no tanto en invierno, cuando la nieve tapa todo y las temperaturas son poco amables. Esa es la temporada para estar en casa y ver horas y horas de series y películas. Una rutina hermosa. 

Pero con el calor era distinto; cada vez que podía me iba por ahí. Esa es la otra cara de NY: el amor. La infinita cantidad de cosas que se pueden hacer, y que la convierten en un lugar único. 

Investigar y aprender sobre vinos blancos de Argentina


Pandemia mediante, en el último año me acostumbré a estar acá. Leí mucho, escuché música, maratoneé varias series… ¡hasta cuidé mejor las plantas! Ah, y también descubrí el vino. Bueno, en eso estoy; vamos despacio.  

Vinos blancos de Argentina

Es un camino, obvio, pero algún día iba a pasar. Poner en pausa la cerveza, el café, los tragos, y bucear en nuevos horizontes. Me parece algo audaz. Ya regalé una botella y recibí algunos tips sobre cómo avanzar en mi búsqueda. No se trata solo de conocer una bebida, sino de encontrar nuevas experiencias, como en un juego. La idea de que hay un vino para cada persona me encanta y me desafía a encontrar el mío.

Después de mandarle su Malbec a Hayley, y de visitar la vinoteca, empecé mi propia investigación sobre Argentina y sus vinos. Lo admito: soy medio obsesiva; cuando me pongo con un tema, me gusta exprimirlo hasta el final. Tratar de aprender todo lo que pueda. Y si encuentro libros, mucho mejor. Suelo explorar por mi cuenta, al menos hasta llegar a esas dudas que no puedo resolver sola. Pero justo al borde del precipicio siempre alguien te salva. En mi caso, Alex, mi wine gurú de la vinoteca.


Conocer el vino es descubrir un montón de uvas, sabores y colores, pero hay otra cosa súper interesante: su rol social, algo que trasciende a lo largo del tiempo. Puede ser todo un ritual, una ceremonia, incluso para viajar por la historia.

Cuando era chica, esa época en la que soñaba con la arqueología, me encantaban los antiguos romanos. Ellos asociaban al vino con el placer; solían servirlo en grandes banquetes, en fiestas y también entre las legiones que marchaban al frente, siempre a modo de agasajo. Incluso adoraban a Baco, el dios del vino. Los griegos también, solo que lo llamaban Dioniso. Ambas civilizaciones fueron pioneras en eso de que, aunque cualquier excusa es buena para abrir un vino, ni siquiera hace falta una.

Mendoza, foco de interés

Buceando entre botellas descubrí Mendoza, la principal región productora en Argentina. En la web encontré fotos de paisajes fascinantes, con grandes montañas, viñedos infinitos, campos atravesados por ríos, picos nevados y cañones con lagos azules y brillantes. Mendoza queda cerca de Chile, al lado de la Cordillera de Los Andes, y parece que es un lugar donde llueve poco.  También aprendí de las uvas y variedades y que, aunque es muy importante, no todo es Malbec. Hay otros tintos y muchos rosados y blancos. ¿Cómo serán los vinos blancos de Argentina? ¿Y los rosados? Me intriga.

Cuando llega el verano, como ahora, es ideal para un vino blanco. Uno rico, frutal, refrescante, que se pueda tomar hasta con hielo. Estuve leyendo acerca de los vinos blancos. Podría ser un Sauvignon blanc -todavía tengo que trabajar en la pronunciación, esa es otra búsqueda-, como dijo mi amigo.

Según vi, los vinos blancos de Argentina, tienen un sabor más tropical. Eso me gusta. Viajar sin moverse, irme hasta el sur del continente, hasta la tierra de Nicki Nicole, esa chica que me llamó la atención cuando cantó en el programa de Jimmy Fallon. Nicky, ¡como yo!

Torrontés, Sauvignon Blanc, Chenin y Semillón

En mi trip imaginario también me crucé con el Torrontés, que es una uva original de Argentina, y suele tener aroma a flores y una boca ligera. Quizás un buen Torrontés dulce y liviano sea el indicado para pasar de la cerveza a los vinos. Algo no demasiado rebuscado, pero con buen sabor; que sea amigable y se pueda tomar a grandes sorbos. Parece que también sirve para acompañar comidas picantes o con muchas especias, como la india o la árabe, y completar una experiencia exótica.

Vinos blancos de Argentina

Además, no son vinos caros. Ok, al menos los que busca una novata como yo. Hay de todos los precios. A partir de 10 dólares se pueden comprar varios Torrontés argentinos, como los salteños Kaiken Estate, Cafayate y Hermanos, o los mendocinos Chakana Estate y Críos. 

¿Qué tal, eh? Parece que algo aprendí… Otras variedades blancas son Sauvignon Blanc, Chenin y Semillón, pero ya habrá tiempo para conocerlas. Vamos despacio.  

Me encantaría compartir una botella con mis amigos y amigas. Hace bastante que no los veo. Mejor dicho, los veo, pero mucho menos que antes. ¡Los extraño mal! En el último año hablamos por Zoom e hicimos reuniones virtuales para cumpleaños y otras cosas, pero nunca fue lo mismo. Sería ideal compartir una botella con ellos para inaugurar el verano. O para despedir la primavera, depende la perspectiva. La excusa se inventa, claro; eso es lo de menos. Que cada uno lleve algo y listo. 

Eso sí: yo me encargo del vino, creo que me gané ese rol, je….

Y ustedes, ¿ya se animaron alguna vez a elegir un vino para otro o para otra? ¡Vamos, hay que probar! ¿Comparten conmigo sus descubrimientos? ¡Los y las leo!

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