Dulces argentinos. La gastronomía argentina tiene un sello propio cuando se trata del mundo dulce; cada bocado -un postre, una torta, una pieza de la panadería- conecta con las raíces nativas, criollas e inmigrantes y reproduce las costumbres que se cristalizaron a lo largo del tiempo en todo el país.
Es cierto que el dulce de leche, presente en un sinfín de preparaciones, es una marca clara de identidad: acompaña flanes, panqueques, es relleno de tortas y alfajores y los fanáticos se lo comen a cucharadas. Sin embargo, a la hora de pensar otros conceptos dulces argentinos, destacan el queso y dulce (están quienes prefieren el membrillo o el de batata); los pastelitos de hojaldre, la pastafrola y algunas tortas como el Rogel y el postre Balcarce; solo son algunos ejemplos emblemáticos de dulces argentinos y de un ADN pastelero que cualquiera que viaje por la Argentina encontrará aquí y allá.
Aquí, un recorrido breve por estos dulces argentinos que -por usos y costumbres- ya son “autóctonos”. Para disfrutar con mate, té, café y, en algún caso, ¡con vino!
Membrillo, el otro dulce argentino
Queso y dulce, dime cómo haces y te diré de dónde eres
Tan argentino como el mate, el queso y dulce siempre ha sido popular por su simpleza y el contraste de sabores que ofrece en el paladar. Se dice que fue en un bar de Palermo donde se ganó el nombre de “Vigilante”, ya que era el favorito de los policías que frecuentaban las esquinas del barrio. En sus comienzos, este clásico se limitaba a las mesas de bodegones y hogares, y nadie lo asociaba con un plato digno de una salida a un restaurante, donde las estrellas eran las copas heladas con chocolate, obleas y crema.
A lo largo del país, cada región tiene su propia versión de queso y dulce: en el Norte, se disfruta con quesillo de cabra y dulce de cayote; en la Patagonia, con queso de oveja y dulce de frutos rojos; mientras que en el Litoral, el dulce de naranjas amargas es el elegido para acompañar un queso fresco. En los últimos años, muchos cocineros han puesto en valor los productos auténticos de cada rincón de Argentina, fusionando sabores de diferentes regiones y presentando versiones modernas de este clásico.
Dulces argentinos: una selección
Pastelitos fritos
Este es el postre que nos acompaña en las fechas patrias, símbolo de celebración y tradición. Con su masa hojaldrada y frita, rellena de dulce de membrillo o batata, los pastelitos son un dulce criollo que remonta su origen a la época colonial, cuando se mezclaron influencias españolas con ingredientes locales. Crujientes y dorados por fuera, y con un centro que se deshace en la boca, los pastelitos son un homenaje a las raíces locales, disfrutados especialmente en el 25 de mayo o el 9 de julio, acompañando los mates de una tarde festiva.
Tres con dulce de leche
Rogel
Esta torta poderosa es un gran invento argentino. Finísimas capas de masa crocante se alternan con generosas porciones de dulce de leche, y todo coronado con un merengue italiano perfectamente dorado. La historia cuenta que su creadora fue Rogelia Iglesias, una inmigrante española que transformó la torta en lo que hoy conocemos como Rogel, ese postre que nunca falta en celebraciones y reuniones. La clave está en el equilibrio entre la textura de la masa, la suavidad del relleno y la ligereza del merengue, creando una explosión de dulzura que conquista a cualquiera.

Flan
Aunque de origen europeo, el flan es uno de los postres más comunes en cualquier restaurante, desde bodegones hasta locales de alta gastronomía. A menudo servido con abundante caramelo, crema chantilly y dulce de leche, el flan ha sufrido algunas adaptaciones en Argentina. Según la receta clásica, debe tener una textura lisa, lograda con una cocción suave y pareja. Sin embargo, en las versiones caseras, esa técnica se diluye y el flan suele presentarse con burbujas, resultado de un baño María a horno fuerte. Un detalle rústico y pintoresco que, lejos de restarle encanto, lo hace igual de delicioso.
Panqueques

Otro ejemplo de cómo los argentinos adoptan recetas extranjeras es el panqueque. Esta preparación que es hermana de los pancakes de Estados Unidos y de las crepes francesas, se hace con huevos, leche, harina y unas gotas de esencia de vainilla; se sirven con generoso dulce de leche y se enrollan como un canelón. ¿Fríos, tibios o calentitos? Es un debate nacional.
Cada uno de estos dulces argentinos refleja una parte de la esencia nacional, y más allá de sus diferencias, todos comparten un hilo conductor: el amor por lo dulce, el disfrute en cada cucharada y la certeza de que, a través de la comida, también se construyen las tradiciones y recuerdos.